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La segunda oportunidad de los ríos mineros

El Nalón y el Caudal, durante décadas moribundos por la contaminación del carbón, han resurgido tras recuperar la limpieza de sus aguas

Año 1983. Suena en la radio "Por el camino de Mieres". Canta Víctor Manuel: "(...) río muerto, ¡cuánto diera / por clarear tus negras aguas! (...)". No es la primera vez que el mierense alude a los cursos fluviales de las Cuencas (Nalón y Caudal) teñidos de negro, arruinados por el carbón de las minas (por ejemplo, en "Carta de un minero a Manuel Llaneza", de 1976), pero esa canción es referencial. Corresponde a un punto (una época) de inflexión en el tratamiento de la contaminación ambiental. Desde entonces, la minería que marcó el carácter, el paisaje y la prosperidad de esa comarca se ha hundido en un pozo sin fondo. Los ríos mineros, en cambio, han resurgido. Sus aguas bajan claras ahora, gracias a las depuradoras puestas en marcha a partir de 1995 (también por el cierre de los pozos), y en ellas prolifera la vida salvaje. Los cursos fluviales sí han tenido la "reconversión" que le ha faltado a la industria del carbón. El Nalón y el Caudal disfrutan de una segunda oportunidad. Más aún, los ríos a los que se vertían todos los residuos y los materiales de desecho, a los que se daba la espalda, han pasado a convertirse en privilegiados lugares de paseo. Ha cambiado su percepción social. Y los paseantes reparan cada vez más en los otros "usuarios" de esos espacios, parcialmente "renaturalizados" (por medio de la expansión de la vegetación de ribera allí donde no se han levantado escolleras y se han dejado taludes): peces, anfibios, mamíferos y aves acuáticos... Decenas de especies de fauna han recolonizado los ríos mineros. Por ofrecer un dato, en 2016 la Coordinadora Ornitolóxica d'Asturies (COA) tenía registradas 64 especies de aves en el río Caudal.

El elemento más notorio de esa fauna fluvial probablemente sea el cormorán grande, al que los pescadores -al igual que sucede en otras cuencas fluviales- achacan la tendencia desfavorable de las poblaciones de salmónidos. La garza real, en aumento, es otra pagana de las dificultades que atraviesan truchas y salmones, aunque tanto ella como el cormorán prefieren dedicarse a presas más lentas, más fáciles de atrapar, en concreto cachos y otros peces exóticos introducidos, como demuestran las observaciones de campo y, en el caso del cormorán, también los análisis del contenido estomacal de los ejemplares abatidos en los "controles" que realiza la guardería. Esa selección les otorga un papel de "sanitarios" del río, al que los peces introducidos perjudican con sus hábitos de vida y con su competencia "desleal".

Pero garzas y cormoranes son especies generalistas, adaptables. El calibre que mide el gran cambio en la calidad de los ríos lo aportan otros animales menos conocidos y/o menos visibles. Por ejemplo, el mirlo acuático europeo, muy exigente con la limpieza, la oxigenación y la riqueza de las aguas. Es pequeño, pero no resulta difícil de detectar si uno se fija en las rocas y las piedras del río que afloran a la superficie, donde se posa, con un característico balanceo de los cuartos traseros al que debe su nombre popular de llavaculos. Tampoco es complicado verlo cazar insectos acuáticos, en cortos buceos en los que rebusca presas entre las piedras. Ningún otro paseriforme de Asturias se sumerge.

El martín pescador común también rehuye los cursos contaminados y empobrecidos, por lo que su presencia constituye, igualmente, un indicador biológico. Pesca desde perchas (ramas suspendidas sobre el cauce, taludes), en rápidas zambullidas, y vuelve al mismo posadero con su pesca para aturdirla (sobre todo, las piezas más grandes) y, acto seguido, engullirla a favor de escama. Más a menudo se ve volando a ras de agua, como una exhalación, un destello azul y naranja.

El martín requiere, además, la presencia de taludes de tierra, donde excava la galería que alberga su nido, por lo que el tipo de hábitat o, dicho de otro modo, el mantenimiento de riberas naturales condiciona igualmente su distribución. Ese mismo soporte es utilizado por el avión zapador, aunque esta pequeña golondrina de río está habituada a mudar sus colonias casi cada año, por la inestabilidad inherente a estos medios, que suelen desmoronarse a consecuencia de la erosión, y se ha adaptado a aprovechar los taludes artificiales e, incluso, los desmontes provisionales de las obras de las carreteras.

Más allá del papel de indicador biológico, que comparte con las especies anteriores, la nutria paleártica o llóndriga encarna mejor que ningún otro vertebrado el éxito de la limpieza de los ríos mineros, pues en poco más de tres lustros ha recuperado todo el terreno que había perdido en estas cuencas, como lo ha hecho, asimismo, en el resto del territorio regional. De estar ausente, ha pasado a tener una presencia generalizada y abundante, de manera que cada vez se la ve con mayor frecuencia, y no sólo por su propia recuperación demográfica sino también por su habituación a la gente, que ahora no la persigue.

Pero esta historia tiene un "reverso tenebroso", un lado oscuro detrás del cual está, igualmente, la mano del hombre: las especies exóticas. Diversos peces (cachos, carpines), reptiles (galápago de Florida), crustáceos (cangrejo americano) y, sobre todo, plantas (desde chopos a tradescantias) han llegado a los ríos por obra humana, ya sea de forma deliberada (generalmente para su aprovechamiento) o accidental. Y causan problemas, desequilibrios, algunos evidentes, como la transformación del paisaje y la flora, y la turbidez de las aguas, y otros, los más peligrosos (que afectan a la ecología, al equilibrio del sistema y a la situación de los organismos fluviales autóctonos), no tanto.

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