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JOSÉ PAZ JIMÉNEZ | Exjefe del servicio de Traumatología en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y catedrático emérito de la especialidad

"El Hospital General de Asturias fue un hito en la formación posgraduada en España"

"Hemos pasado de prestar una asistencia compasiva a una atención técnica de primer orden mundial; conozco centros de muy diversas partes del planeta y podemos mirarlos a la cara sin sonrojarnos"

José Paz Jiménez, en su despacho de Oviedo. A su espalda, una fotografía de Francisco García Díaz, que fue jefe de Traumatología cuando él empezaba en el Hospital General de Asturias. Luisma Murias

A punto de redondear los ochenta, el doctor José Paz Jiménez (Santiago de Compostela, 11 de febrero de 1937) mira por el retrovisor y vuelve a ver a un médico residente de aquellos que literalmente lo eran. Vivía en el hospital. Han sido 45 años en grandes centros sanitarios, 33 de ellos como jefe de servicio de Traumatología, casi todos en Asturias, y ahora agradece el tiempo libre, pero mientras pueda no va a querer parar del todo. El diagnóstico de su jubilación es un descanso activo que permite bajar el ritmo, pero que retribuye el movimiento. Las charlas y unos pocos pacientes, los informes, los peritajes y los cursos son tratamientos saludables "para apoyar a otras personas y ayudarse a uno mismo". La receta de su "otra vida" prescribe "actividad mental, que viene muy bien para no entumecerse?".

Hijo, sobrino, hermano y padre de médicos, el mayor de una familia de ocho llegó a la medicina por parte de padre y a la traumatología un poco "por necesidades del servicio" en su primer destino profesional. Pensó en ser cardiólogo, nunca otra cosa que médico, pero fue cirujano y traumatólogo. Asistió a la "revolución" asistencial y formativa del Hospital General de Asturias en los primeros sesenta, a la apertura de las puertas del actual San Agustín de Avilés a mitad de los setenta y al tránsito desde el vendaje de yeso en las fracturas de columna hasta los tornillos y las prótesis. Fue jefe del servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología del HUCA y profesor universitario por vocación y convicción. Dio clases, y es catedrático emérito honorífico, por la conciencia de la docencia como "un complemento extraordinario", casi una obligación de transmisión de la experiencia para los médicos "que hemos nacido en hospitales".

Le relaja la música clásica desde que se acostumbró a escuchar una emisora portuguesa que acompañaba las noches de estudio en Santiago. Le gusta la ópera, ahora viaja más y disfruta de sus nueve nietos, de año y medio a catorce años. Casado desde 1970 con María Esperanza Aparicio, tiene tres hijos, Ana, José y Carmen, los dos mayores médicos y docentes en el HUCA y la menor economista y profesora en la Universidad Carlos III de Madrid. Agradece que la vida le haya "acogido" en Oviedo.

Santiago, años cuarenta. "Santiago de Compostela era una ciudad provinciana, pero de un gran nivel y una enorme vitalidad universitaria. Hasta los diez años preparé el Ingreso en la escuela privada de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el colegio de San Juan Bautista de La Salle, e hice los tres primeros cursos del Bachillerato en el Instituto Arzobispo Gelmírez. Lo acabé, por traslado familiar, en los Maristas de Vigo".

Médico por parte de padre. "Mi padre era médico, ejercía en una pequeña población de la provincia de Pontevedra, y había sido promocionado para estudiar Medicina por un tío materno suyo, que también lo era. Se me daban bien las Matemáticas, pero nunca nos planteamos hacer una carrera que no se pudiese cursar en Santiago. Una Ingeniería me habría obligado a irme a Madrid y tampoco las condiciones eran las más adecuadas para eso. Dado que tenía influencia familiar, me incliné por la Medicina, una disciplina que desde el principio me gustó y a la que me adapté perfectamente".

Una oferta de empleo en una revista. "Acabé la carrera en junio de 1962. Era la etapa previa al boom hospitalario de España, así que los hospitales para formarse y hacer una especialidad eran muy limitados. Había que guiarse por los anuncios que aparecían en las Facultades de Medicina o en una revista semanal que se distribuía entre los médicos en ejercicio. Allí encontré una convocatoria para una plaza de becario en el Hospital Antituberculoso de Porta-Coeli, en Valencia. Al optar por una especialidad, no pensaba en la traumatología, me inclinaba más por cardiología, pero seguramente por necesidades del servicio, en Valencia me integraron en Cirugía Torácica. Vivíamos en el Hospital, cerca de Bétera y de una cartuja, y nos turnábamos en las guardias de los fines de semana. Allí permanecí hasta mayo de 1963. Tenía pendientes cuatro meses del servicio militar que cubrí en el Hospital Militar de Sevilla como médico de Urgencias".

Hay un hospital en Oviedo? "En septiembre de 1963 volví de Sevilla a Santiago con intención de regresar a Porta-Coeli, donde me tenían reservada la plaza. Al llegar, sin embargo, observé un movimiento de inquietud entre algunos compañeros de curso que habían solicitado plaza de médico en formación en 'un hospital nuevo que hay en Oviedo y que va a implantar un sistema de entrenamiento como el de Estados Unidos'. Había pasado el plazo, pero telefoneé a la gerencia y me dijeron que llevara la solicitud en mano y me presentase a una entrevista la semana siguiente. Me alojé en un hostal en la calle Palacio Valdés, Oviedo me llamó gratamente la atención. Era una gran desconocida para el resto de España, tal vez porque las comunicaciones no lo ponían nada fácil. Salíamos de Santiago a las diez de la mañana. A las dos tomábamos otro autobús de La Coruña a Ribadeo y, de allí, un Alsa a las seis y media que llegaba a Oviedo a las nueve. Tras la entrevista y la selección fuimos admitidos los primeros 24 internos residentes, que comenzamos a trabajar unos días después".

Una beca de 1.500 pesetas. "Aquella fue una de las etapas más felices y fructíferas de mi vida. Llegamos a un nuevo hospital en efervescencia de funcionamiento en el que cada día era una agradable novedad. La jornada de trabajo era de ocho a cinco, salvo cuando teníamos guardia, a días alternos. La beca eran 1.500 pesetas al mes (hoy serían nueve euros), más alojamiento y manutención, y los residentes estábamos alojados en la Residencia de Médicos, en la novena planta, justo encima de la residencia de las monjas. Tuvimos con ellas alguna discrepancia por los horarios, pero nunca llegamos a las manos. Aún hoy nos queremos mucho".

"Ay, la mi pierna". "Los residentes hacíamos las guardias con el apoyo de un adjunto que estaba en casa y al que llamábamos cuando era necesario. Desde la novena se oían las ambulancias que llegaban a Urgencias. Allí estábamos un cirujano, un neurocirujano, un radiólogo y yo. 'A ver a quién le toca', decíamos. Un día oímos gritar al enfermo. 'Ay, la mi pierna'. 'Vale, me toca a mí'".

Un hito en España. "No hace falta que diga que el Hospital General de Asturias fue un hito en la formación posgraduada en España. Creo que nunca habremos hecho suficiente justicia y agradecimiento a José López-Muñiz, cántabro, abogado del Estado y presidente de la Diputación, que se planteó modernizar el antiguo Hospital Provincial y para ello encontró al gestor que podría hacerlo, el doctor Carlos Soler Durall, un catalán formado en Estados Unidos que recibió todo el poder y libertad de movimientos para organizar el centro. Una excelente plantilla de profesionales se puso a trabajar con el único objetivo de hacer del hospital el mejor de España e iniciar un programa de formación que fuese el origen de lo que quince años más tarde sería el actual programa MIR. Consiguieron ambas cosas y, en 2013, la Medalla de Plata del Principado".

Una "pájara", Gerona y León. "En 1966 entró una 'pájara' entre los residentes, que pensábamos que a nuestra salida del hospital habría pocos puestos de trabajo. El doctor Pedro Recalde y yo aprovechamos una oferta para trabajar en el Servicio de Urgencias del Hospital Provincial de Gerona. Estuve allí un año, hasta que Antonio López Sastre, médico adjunto en el Hospital General de Asturias, ganó por oposición la Jefatura del Servicio de Traumatología del Hospital General de León, donde se estaban modernizando y estructurando los servicios y la asistencia según el modelo de Asturias. Me llamó a su lado y acudí sin pensármelo. Viví en el hospital hasta 1970 y creo que realizamos una gran labor, pero trabajábamos sin horario. Me habría quedado a su lado toda la vida, pero él era cuatro años mayor que yo y a mí me interesaba tratar de llegar a dirigir un servicio. En León conocí a la que luego sería mi esposa, María Esperanza Aparicio. Era amiga de un amigo. Nos casamos en 1970".

Unas cuantas "bofetadas" y una luz. "La primera me la dieron en Granada, adonde había ido a presentarme a la Jefatura de servicio en el Hospital Provincial de Málaga. Antes de empezar el tercer ejercicio, Adolfo Núñez, que había sido mi catedrático de Patología Quirúrgica en Santiago y formaba parte del tribunal, me 'insinuó' que me retirase y lo hice. La plaza la 'obtuvo' el hijo del que hasta ese momento había sido el jefe del servicio en litigio. También me presenté, con resultado negativo, en el Hospital Insular de Gran Canaria y en La Paz y La Princesa, en Madrid. La sanidad española estaba en franca ebullición y pensé que era el momento de solicitar alguna de las Jefaturas de Servicio que se convocaban por concurso nacional para los centros sanitarios que iban a inaugurarse. Opté a trece plazas y obtuve la de la Residencia Sanitaria de Avilés en diciembre de 1974. Tras un año de montaje, comenzó a recibir pacientes en enero de 1976".

Un hospital nuevo. "El reto, y la suerte, de poner en funcionamiento un servicio y un hospital de nueva creación fue una excelente oportunidad. Con una plantilla de jóvenes profesionales con ilusión y todas las facilidades del director, el doctor Fanjul, comenzamos la singladura en una etapa de grandes cambios. Tuve la gran fortuna de formar un equipo muy comprometido, donde destacaba Daniel Hernández Vaquero, actual jefe del servicio y catedrático. Permanecí allí hasta enero de 1988".

Del Hospital a la Universidad, ida y vuelta. "El doctor Francisco Ortega, entonces director provincial del Insalud, me propuso venir al Hospital Central de Asturias en comisión de servicio y acepté a la primera. Volví a Oviedo, con cierto temor, a un hospital grande, con mucho prestigio, y a un servicio ya formado. El gerente, Ignacio Riesgo, me dio todo tipo de facilidades para reorganizar la unidad. El hospital, el actual HUCA, tenía una plantilla excelente. Me dieron toda la libertad y la ayuda material que pudieron y el servicio funcionó muy bien. Para entonces yo era ya, desde el curso 1982-83, profesor asociado en la Cátedra de Cirugía, de la que era titular Enrique Martínez. En 1993 no dejé pasar la oportunidad de presentarme a la convocatoria de una plaza de profesor titular vinculado a la Universidad. Así pasé a formar parte de la plantilla del HUCA. En 1999 obtuve la plaza de catedrático de Cirugía Ortopédica y Traumatología de la Universidad de Oviedo, vinculada al HUCA".

Del yeso a la prótesis. "Con la perspectiva de los años, hay que resaltar el enorme cambio que ha transformado la sanidad en España. Hemos pasado de hacer una asistencia compasiva a una asistencia técnica de primerísimo orden a nivel mundial. Conozco hospitales de muy diversas partes del mundo y puedo decir que podemos mirarlos a la cara sin sonrojarnos, aunque eso no excluye la autocrítica de lo que debemos mejorar".

Varias asignaturas pendientes... "En el inicio del 'boom hospitalario', toda la sanidad estaba centralizada en Madrid, y no funcionaba mal. En cuanto a la gratuidad y la cobertura universal, ya en el 'informe Abril', de hace 25 años, se aconsejaba controlar el gasto y recuperar parte de la asistencia a colectivos que tenían otra cobertura. En Suecia se cobra un tique modesto por asistir al médico? En lo referente a la población extranjera, habría que tomar medidas, excluyendo por supuesto las Urgencias, para no hacer el trabajo caro a nuestros países vecinos. Tampoco se puede meter en lista de espera a todo lo que pase por allí. Habría que priorizar en qué se gasta el dinero y abordar primero lo urgente, pero eso requiere valentía y saber de qué va la cosa. Habría que dotar de toda autoridad a los jefes de servicio para que resolviesen las cosas sin lesionar los derechos de los pacientes".

... Y una ilusión. "Una de mis asignaturas pendientes es no haber estado en un hospital inglés o de Estados Unidos cuatro o cinco años. Sigue siendo mi ilusión ahora, que ya no procede. He tenido becas y ayudas y las he complementado con estancias temporales en Pavía (Italia), para estudiar las displasias congénitas de cadera; en Edimburgo, Londres y Lyon, para la escoliosis, y en Wigan (Reino Unido), Londres y Houston, para entrenarme en las indicaciones e implante de las prótesis totales de cadera. No todo es maravilloso, pero tampoco está de más ver lo que se hace mal, para evitarlo".

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