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"Tenemos que ver la investigación como una inversión: la gente que sale no va a retornar"

La ausencia de becas, las componendas universitarias y la carencia de planes a largo plazo trituran las vocaciones de los jóvenes

La ingeniera Elena Rodríguez Pin.

Suena un "crac". La cafetería se queda en silencio, e incluso se diría que la temperatura cromática ha descendido varios grados. Por la tele dan la operación contra UGT Asturias, desfilan guardias civiles y sindicalistas, en una danza que, en otra ocasión, habría focalizado toda la atención. Pero en este vetusto local del centro de Oviedo se escenifica un drama más profundo: la muerte de una vocación. En concreto, la de Paulino Pandiella, filólogo con beca regional: "No voy a seguir en la Universidad, en cuanto acabe la tesis lo dejo. En mi rama hay poquísimas plazas en toda España, por lo que es todo extremadamente competitivo. No hay un espíritu académico ni colaboración. Y los artículos que tienes que publicar, para hacer currículum, a veces creo que sólo los leemos mi director de tesis, los evaluadores de la revista y yo. Es todo una gran mentira".

La confesión de Pandiella deja a sus interlocutores sin palabras. A su lado está Pablo Alonso, físico de la Universidad de Oviedo que lidera un proyecto financiado con el programa europeo "Horizonte 2020". Enfrente se sienta Paula Alfonso, psicóloga, que completa su tesis doctoral sin ayudas de ningún tipo, víctima de la drástica reducción de becas que, a nivel estatal y regional, se ha registrado en los últimos años. "A mí me han dejado sin salida. Sin una beca no puedo competir a la hora de optar a una plaza. Primero porque la propia beca ya te cuenta como mérito, pero es que además te permite acceder a la docencia y financiar estancias en el extranjero, que también cuenta. No veo futuro en la investigación", dice. Otro "crac".

Pablo Alonso observa en silencio a sus contertulios. Sabe por lo que pasan, él ya ha estado antes ahí. De algún modo, representan tres de los estadios fundamentales del investigador científico: el estudiante que hace su tesis sin beca, el que goza de una ayuda supeditada a cumplir una serie de cometidos dentro del departamento, y el investigador posdoctoral que trata de abrirse camino en su sector. Pero además, Alonso no puede ocultar la simpatía que siente hacia los otros dos jóvenes. "Somos 'outsiders' ", afirma, remarcando con esta palabra no sólo su predisposición a seguir su propio camino aunque les obligue a transitar por los márgenes de la Universidad, sino también su resistencia a someterse a las tradicionales componendas académicas.

La investigación asturiana agoniza, en gran medida, por los recortes registrados en las ayudas durante los últimos años. Una dinámica en la que se enmarca la controversia abierta por el retraso en la concesión de las ayudas predoctorales "Severo Ochoa" y la no convocatoria de las becas posdoctorales "Clarín". Dos programas autonómicos que se consideran básicos para retener el talento y potenciar la investigación en Asturias. Tanto es así que sus retrasos y omisiones abocan al exilio, la precariedad o el abandono de la investigación a promociones enteras de estudiantes universitarios.

"Mi promoción tuvo especialmente mala suerte", afirma Jan Canteras, filósofo que explora las relaciones entre el sur de Europa y China. "Cuando yo estaba en el tercer curso de la licenciatura me decían que, con la media que estaba consiguiendo, era imposible no recibir una beca estatal o del Principado, pues entonces había estudiantes que con medias de siete y ocho recibían la FPU", continúa. Esa beca, la de Formación del Profesorado Universitario o FPU, es una de las principales ayudas predoctorales que se otorgan a nivel estatal, junto con la de Formación del Personal Investigador (FPI). Canteras terminó sus estudios con más de un nueve de media, pero no recibió ni la FPU ni la ayuda regional de la Fundación para el Fomento en Asturias de la Investigación Científica Aplicada y la Técnica (Ficyt), precedente de las actuales becas "Severo Ochoa".

Fuera de los ambientes universitarios, resulta difícilmente comprensible que un alumno con una nota media superior al nueve no haya obtenido una beca. Pero las singularidades de estas convocatorias, en las que el currículo de los directores de tesis prima sobre el de los propios solicitantes, las consecuencias de los recortes y los sucesivos cambios en las "reglas del juego" impulsados por las distintas administraciones aclaran bastante el panorama. "Creo que en aquellos años, en nuestra facultad, nadie recibió nada", explica Canteras.

Tras dos años de reveses, el joven filósofo dijo basta. Comenzó a estudiar chino y buscó nuevos horizontes en Asia. Solicitó unas ayudas de investigación del Instituto Confucio, homólogo del Instituto Cervantes en aquel país, y se la concedieron. Así, este investigador, cuya excelente nota media no era suficiente para acceder a una ayuda autonómica, logró una primera ayuda para perfeccionar el idioma en China y, una vez que tuvo el dominio requerido, accedió a una segunda beca de un año para continuar sus investigaciones en el país asiático. "El proceso era exigente, pero desde el punto de vista burocrático era ágil y transparente. Incluso la célebre burocracia china palidece ante una solicitud de beca española", afirma.

Cara a su futuro, Jan Canteras tiene claro que no pasa por la Universidad española, en la que entiende que las Humanidades se están desmantelando: "En los institutos, los profesores previenen por todos los medios que los alumnos buenos acaben en carreras de Humanidades. Lo hacen con la mejor intención, pero es la profecía autocumplida: no se puede defender las Humanidades cuando se las convierte en el reducto de la mediocridad. Creo que lo mejor sería ir a un sitio donde estos estudios gocen de interés y respeto, aunque yo me iré a cualquier sitio donde me ofrezcan un sueldo por investigar o enseñar", sintetiza.

Los problemas no son exclusivos de las carreras de Humanidades. Incluso en las ramas de Ingeniería, y en un grupo tan consolidado como el del área de Teoría de la Señal y las Telecomunicaciones están encontrando trabas impensables. "A nivel de medios materiales, la Universidad de Oviedo, y el conjunto de las universidades españolas, ha mejorado considerablemente en los últimos años. Pero a nivel de medios humanos no estamos bien. Hay pocas ayudas y las reglas del juego no están claras, cambian continuamente, por lo que nos cuesta que los estudiantes se decidan a hacer investigación. Sobre todo en un área como la nuestra, que tiene una tasa de paro muy baja y en la que hay una incorporación al mercado de trabajo relativamente rápida", explica el catedrático Fernando Las-Heras.

"En el ámbito internacional sí que hay mucha oferta, tanto para doctorado como en ayudas posdoctorales. El problema es que esa gente que sale es muy difícil que vuelva. Tenemos que ver esta formación de investigadores como una inversión", sostiene Las-Heras. "En Estados Unidos lo tienen claro", añade el profesor Yuri Álvarez, también del área de Teoría de la Señal, "allí no gastan nada en formación, y luego tiran de talonario y reclutan a técnicos que se han formado por todo el globo".

Uno de estos casos es el de la ovetense Elena Rodríguez Pin. Tras completar los estudios de Ingeniería Química, se desplazó a Texas para perfeccionar su inglés. Una vez allí, se matriculó para hacer los estudios de posgrado en el área de Ingeniería del Petróleo de la Universidad de Texas, el primero del mundo en este ámbito. Aunque sólo uno de cada diez candidatos logra entrar en el programa, Rodríguez Pin fue aceptada, y obtuvo una beca. "La ayuda incluía el total de la matrícula, cerca de 12.000 dólares al año, y un estipendio mensual de 1.500 dólares, además del pago del seguro", explica.

Elena Rodríguez Pin completó su tesis y realizó prácticas en la petrolera Chevron, que colabora estrechamente con la Universidad: "En Estados Unidos, tanto empresas privadas como agencias gubernamentales apuestan por la investigación en las universidades, en vez de hacerla 'en casa'. Y el Gobierno federal dedica un 2,7% del PIB a I+D, frente al 1,26% de España". Chevron terminó contratándola hace ya seis años.

Pese a que añora Asturias, no contempla volver y duda de la efectividad de los planes de retorno, como el impulsado desde el Principado el año pasado, que no recibió ni una sola solicitud. "El problema es que no hay garantía de futuro. Las cantidades que manejan, esos 30.000 euros brutos, se ven bien. Equivalen a mi sueldo de estudiante en la Universidad de Texas, con la ventaja de estar en casa. Pero tras los dos años de beca no hay garantía de futuro. No veo estrategia a largo plazo. Chevron me puede despedir mañana, pero veo más estabilidad y oportunidades laborales aquí que en España. A lo mejor esos fondos se podrían haber dedicado mejor en algo que evite que los investigadores que salen ahora mismo de la Universidad, o que están empezando, no se vayan de la región", reflexiona. Y en algún lugar ignoto, quizás en un despacho o en un laboratorio, suena un "crac".

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