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JOSÉ ANTONIO GANDOY | Judoka y músico

"A los 14 años tenía un grupo de rock; mi padre me regaló una guitarra por aprobar y eso acabó con mis estudios"

"En una sesión vermú en León me dio un vahído y me asusté; fui al médico y me dijo que tenía que cambiar radicalmente mi modo de vida"

José Antonio Sánchez Gandoy, en un lateral del auditorio de Oviedo. Luisma Murias

-Nací en 1950 en "Les Colomines" de Figaredo (Mieres), barrio minero. La mayoría de la gente trabajaba en minas de Figaredo.

- ¿En su casa también?

-Mi padre, mi abuelo, mis tíos y un primo.

- ¿De dónde eran?

-Mi abuelo materno era gallego y su mujer, leonesa. Por parte de padre eran de Cortina, Figaredo.

- ¿Tiene hermanos?

-Javier, 10 años menor, profesor de informática. A los 9 años vinimos a vivir a Oviedo. Mi padre no quería que siguiésemos en la minería.

- ¿Cómo era su padre?

-Se llamaba Antonio. Tenía un carácter difícil. Era estricto, de "estudia esto", y en cuanto empecé a ser chaval tuvimos encontronazos importantes. Había entrado en la mina de guaje, fue caballista y ayudante de postiador. Era muy de izquierdas. El pueblo era famoso por sus enfrentamientos con la Guardia Civil durante las huelgas. Su padre fue maqui y está en la fosa común del cementerio de Oviedo, donde lo fusilaron.

-¿Pesaba eso en el ambiente de casa?

-No, era cerrado para él. Le hubiese gustado que yo hubiera sido más de izquierda. No lo logró por la tontez de llevarle la contraria, pero soy más bien de izquierdas.

- ¿Tiene recuerdos de Figaredo?

-De jugar con los amigos en "Les Colomines", y de Ricardín, el maestro, que era un crack y sacó a mucha gente para que estudiara una carrera.

- ¿Cómo lograron venir a Oviedo?

-El marido de una hermana de mi padre trabajaba en la Caja de Jubilaciones, tenía contactos y le ofrecieron trabajar en Talleres Fernández, una empresa de hierros de Vallobín. A la una de la tarde, cuando sonaba la sirena para ir a comer, salían muchísimos obreros vestidos de mono.

- Primeros recuerdos de Oviedo.

-No era un buen barrio de aquélla. Me incorporé a una pandilla de guajes y muy bien, a jugar al fútbol. La empresa de mi padre estaba en la acera de enfrente. En un principio vivimos en una buhardilla, un cuarto, pero yo estaba feliz y no me enteraba mucho. Mi padre tenía siempre dos trabajos. Estaba también empleado en Panis y mi madre empezó a trabajar de limpiadora en el hospital.

- ¿Cómo era su madre?

-Leontina era genial, permisiva, comprensiva y cariñosa. Murió a los 50 años y no se entraba en la iglesia de San Pedro de los Arcos. Como trabajaban los dos, había una tienda en la que me daban el bocadillo de la merienda y luego lo pagaban en casa. Mi madre dejó pronto el trabajo y mis abuelos maternos vinieron a Oviedo a vivir con nosotros cuando nació mi hermano Javier. En seguida pasamos a vivir al lado de los bloques de la Renfe, a una casa con tres habitaciones y salón que ya era otra cosa.

- ¿Los abuelos fueron importantes?

-Sí. El abuelo Faustino se había quemado entero en un accidente de mina con grisú, por salvar al guaje que estaba con él. Pasó meses en el Sanatorio Getino, en la calle Toreno. Estaba cojo y mermado. Era un encanto. La abuela Serapia era la encargada de la ley y el orden. Antes de venir habían vivido con mi tío Óscar, hermano de mi madre, la persona más buena que conocí en mi vida.

- ¿Dónde estudió?

-Al llegar, en una escuela. Luego empecé en el Loyola. Estuve dos años en el Alfonso II y más tarde en el colegio Hispania y reforzando en las academias de don Recaredo y de Llana. Acabé cuarto de Bachiller.

- ¿Qué tal chaval era usted?

-Bueno, pero un poco rebelde en los estudios. No oigo nada del oído derecho desde los 3 años, por un virus que me afectó el nervio. Soy Sánchez Gandoy y en clase siempre estaba detrás y, por timidez, no decía que no oía. Tampoco era feliz estudiando. A mi padre le ponía de mala leche que suspendía mucho en junio y aprobaba todo en septiembre. A los 14 años mi vida dio un giro porque hice un grupo de rock con unos amigos. Mi padre me dijo: "Si apruebas todo en junio, te compro una guitarra". Suspendí una, pero me la compró igual, impresionado por el esfuerzo.

- Usted oye mal, pero le gustaba la música.

-Sí. Aluciné.

- ¿Cómo fue?

-Mi primera experiencia de sentarse a oír música fue una tarde de semana de 1965. Andrés Muñiz nos llevó a su casa, en la calle Mariscal Solís, bloques de la Renfe, con misterio porque no estaban sus padres, a escuchar los discos de su hermano mayor en un tocadiscos "mono". Tenía tres discos, "Apache", de "The Shadows"; "Love me do", de "The Beatles", y "King Creole", de Elvis.

- ¿Hubo consecuencias?

-Nos reunimos unos cuantos que vivíamos en las catorce viviendas del edificio y empezamos a tocar con guitarras de palo en el portal. Poco a poco, unos empezaron a recibir clases. Eso acabó con mis estudios.

- Su padre le compró el arma con la que mató los estudios.

-Un arma de destrucción masiva porque destaqué. Empezamos a ensayar en un hórreo de Vallobín, en un prado detrás de casa, que nunca supimos de quién era. Lo adecentamos, limpiamos, pusimos pósteres de la revista "Fans". Le faltaban los dos últimos peldaños. Teníamos seguidores del barrio. Para que pudieran subir las chicas había que empujarlas un poco por el culo y ésa fue la razón por la que nunca pusimos escalera. El hórreo era de todos y se respetaba. Nadie fumaba. Actuamos a la luz de seis velas, algo espléndido.

- ¿Y en casa?

-A los 16 años mi padre me dijo: "Estudias o te pones a trabajar". Tontamente, elegí trabajar.

- ¿Dónde lo colocaron?

-Mi padre, entonces, era camarero del Real Automóvil Club, que estaba en "La Jirafa", y se trataba con un cliente que tenía Ediciones Alce, que hacían postales. Planearon hacerme la vida durilla para que volviera a estudiar. Tenía que bajar unos paquetones de postales a los Alsa, a la Renfe y al Vasco y andaba con un carretillo por Oviedo. Me fastidiaba porque ya empezaba a presumir.

- ¿Cuánto aguantó?

-Al mes y medio lo dejé y pasé a los talleres de Gispert, una tienda de máquinas de oficina y calculadoras que había frente a la Escuela de Minas, para aprender a ser mecánico. Los jefes, Manolo y Santos, eran encantadores y comprensivos, pero aquello no me gustaba. Estaba muy volcado en "Los Enigmáticos", que teníamos cierta fama.

- ¿Quiénes eran?

-Santi, que cantaba y era guapo; Andrés de Paz, que luego tuvo Publicidad De Paz y trabajaba en "La Voz de Asturias", tocaba la guitarra rítmica; Paco, su primo, el bajo; Bosco tenía batería completa, que entonces era difícil, y su padre era del Hospital Militar y nos dejaba un sitio para ensayar. Yo tocaba la guitarra solista.

- ¿Fue su primer grupo?

-Sí. Debutamos en "Rumbo a la gloria", en marzo de 1966, en el teatro Filarmónica, con "La casa del sol naciente" y la instrumental "Dos cruces", de "Los Relámpagos". Estaban pegándolas todas Víctor Manuel y Rosa María Patallo.

- ¿Qué grupos amigos o rivales tenían?

-Oviedo estaba lleno, "Los Fúnebres", "Los Estelares, "Los Siderales", "Euterpe", "Los Galgos", "Los Espectros", "Los Juniors"...

- ¿Se ligaba más?

-Otros sí. Sí, sobre todo en los pueblos.

- ¿Cuándo dobló su padre?

-Él tocaba el piano y le fastidiaba que no supiese música. Teníamos un acordeón, me obligaba a tocarlo y me ponía deberes. Eso nos alejó en muchas cosas. Yo tocaba sin partitura y era de los buenos. No me interesaban el acordeón, ni el pasodoble y el chachachá. Luego tenía momentos de cariño e iba a vernos y decía "sabéis tocar". No entendía cómo parábamos todos a la vez. Yo le decía: "Si quieres fastidiar a un músico clásico, quítale la partitura, y si quieres fastidiar a un rockero, ponle una partitura".

- ¿Dónde tocaban?

-Nos llevaba un representante, Cuesta, que trabajaba en Hidroeléctrica, y frecuentábamos salas de fiestas como La Bombilla en Moreda, la Pista en Turón, el Pocker Club en Salas, Sandra en Ujo, Olas en Ribadesella... Hacíamos pases de tarde y noche, de hora cuarto cada uno. Lo que ganábamos lo gastábamos en comprar material y no recuerdo haber cobrado un duro para mí.

- Vivía de Gispert.

-Sí, donde estuve 4 años. Ganaba más con el grupo. A las siete de la tarde salíamos y a las ocho y media íbamos a ensayar un par de horas, tres veces por semana. Era superfeliz.

- ¿Qué pasó para que dejara la música?

-En una sesión vermú en León con mucho calor me dio un vahído y me asusté. Al volver a Oviedo fui al médico por primera vez. Me auscultó y me dijo "tiene que cambiar de vida inmediatamente". Me asustó.

- ¿Qué vida llevaba?

-Terminaba de tocar, iba de bares, una moza con la que quedaba hasta tarde e iba a trabajar de doblete. Estaba agotado. Fumaba 46 o Goya y no tragaba mucho humo, pero vivía en un primero y jadeaba si subía corriendo.

-¿Cómo llegó al judo?

-Tomaba café en el bar Cecchini, donde paraba toda la música, junto a la estación del Norte. Juan Cecchini, alumno de Shu Taira, me decía que hiciera judo. Un día subí con Blas Herrero al gimnasio, en la calle Monte Gamonal, en un túnel por debajo de unos edificios. Quedé impresionado.

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