La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

VICENTE DÍAZ GONZÁLEZ | Cantante

"Es un orgullo haber triunfado cantando a mi tierra y a su gente"

"Cuando dejé la tonada y cogí la guitarra recibí críticas durísimas, pero no me afectaron porque sabía que hacía lo correcto; el tiempo me acabó dando la razón"

Vicente Díaz (arriba, a la derecha, señalado con una flecha), con otros reclutas durante el tiempo de mili.

-¡Ah, Celsa, habéis de mirar lo de este guaje, que parez que tien maneras de cantante!

La que le decía tales palabras a Celsa González -la madre del crío cantarín que pasaba el día encaramado en una cerezal- era Avelina, una de las vecinas de Los Veneros, la aldea de Soto del Barco donde nació en 1948 Vicente Díaz, de aquélla un jilguero que absorbía como una esponja las canciones de Luis Lucena y Manolo Escobar y luego las reproducía con "sabor" a caleya: "Avelina fue, que yo recuerde, la primera persona que vio talento musical en mí; o por lo menos fue la primera que lo dijo. Yo frecuentaba la casa de su hija, Conchina, porque era la única del pueblo donde había radio. Íbamos por la tarde a escuchar aquel aparato y a mí me fascinaba cuando radiaban música. Aquel mítico concurso de Radio Oviedo, 'Rumbo a la gloria', presentado por la abuela de la Reina Menchu Álvarez del Valle, era mi favorito. Ahí descubrí, cuando no sabía siquiera lo que era un disco, la tonada".

Con apenas 22 años, Vicente Díaz bajó del guindo -artísticamente hablando- y cogió el micrófono. No lo soltó durante 45 años, tiempo que compaginó con varios trabajos en talleres mecánicos y en Ensidesa. Para la posteridad ha dejado un legado de 250 canciones grabadas y 22 discos. Empezó como cantante de tonada y dio el salto a la música popular -ligera que dirían algunos- llegando a convertirse en uno de los reyes de las romerías asturianas. Hubo una época, antes de que el "botellón" pervirtiera la esencia de las fiestas populares, en que no había fiesta de prao que se preciara si no cantaba Vicente. Para la historia quedará su tema "¿Qué tien esta sidrina?", himno oficioso de los parranderos cuando se acaba la primera caja de sidra y empiezan los cantarinos en el chigre. Hoy, ya retirado de los escenarios, Vicente Díaz dicta sus memorias en el refugio rural que ha construido en La Xirán (Castrillón), un remanso de paz donde ondea la bandera de Asturias, se bebe sidra hecha en un llagar casero y una réplica de la Santina no pierde ripio de lo que pasa desde una cueva que el cantante horadó en una pared de roca.

"Campanines de mi aldea". "Nací en Los Veneros, Soto del Barco. Me parieron en casa, a la antigua usanza. Soy el mayor de dos hermanos, hijo de Celsa y Alfonso, campesino y maderista cuando había trabajo. En casa teníamos una huerta enorme, que ahora está plantada de eucaliptos, y vacas. Sé lo que ye la aldea porque me crié en una. Y sé del sacrificio de las gentes de antes porque lo mamé: mi güelo venía desde Colloto a Riberas de Pravia calzao de madreñas a cortejar, ¿oíste? Por cierto, que me pusieron de nombre Vicente porque así se llamaba mi güelo, pero ya de guaje empezaron a llamarme Suso porque Vicente no les gustaba. Y Suso sigo hoy en día para mi familia: Suso el de la Quintana. Mi madre tampoco fue manca: iba todos los jueves andando al mercao de Pravia a vender frutas, hortalizas y fresas".

"La vida en el pueblo era fundamentalmente... aburrida. El principal entretenimiento de los guajes era tirar con el gomero y andar a los nidos. También jugábamos al fútbol en el único praduco algo llano que hay en todos Los Veneros, que ye un sitio cuesto por todas partes. Acuérdome que el balón tenía unas costuras tan brutas que si le dabas de cabeza dejábate marca. Fui a la escuela mixta que había en el mismo pueblo. El primer maestro que tuve se llamaba Miguel y era de Lamuño (Cudillero). Tenía yo 4 años y me llevaba él a hombros a la escuela cuando pasaba por delante de mi casa".

"¡Cómo eran aquellas escuelas de pueblo: todos revueltos, grandes y pequeños! Yo salí un guaje tranquilín, aposentao, pero había alguno que tenía que ponerlo firme el maestro. Un recuerdo que me quedó grabado fue el día que el matón de la escuela me puso la mano encima: revolvime y dejéi claro que no me tocara las narices. ¡Oye, fue mano de santo!".

Al son del martillo. "A los 14 años dije que no quería estudiar más y entré de pinche en el taller de Pepe el Chapista de Peñaullán (Pravia). Empecé ganando 14 pesetas al día, estuve tres años allí y aprendí el oficio de chapista. El horario de trabajo era de 8 de la mañana a 9 de la noche, ¿te puedes imaginar? Eso sí, parábamos a comer y solíamos jugar al fútbol. Cuarenta tíos dando patadas a la pelota en una explanada de cemento más pequeña que una pista de futbito. Había uno que jugaba muy trafullero. Y un día me metió un forro que casi me mata. Acabamos pegándonos. Ese mismo día, Pepe, el dueño, me llamó por la tarde y yo pensando que me iba a reñir o algo. Y va y me sube el sueldo. Le dije: '¡Joder, Pepe, casi me merez la pena pegái a otro!'. Al parecer, tampoco a Pepe le caía muy bien el otro rapaz".

"Yo trabajaba cantando. Al son del martillo contra la chapa: ¡pom, pom, pom! y yo venga cantar. Ahora si lo hace alguien le miran raro seguro, pero antes eso era normal: cantaba la gente por el campo, las muyeres en el lavadero, los paisanos en el chigre... Y a mí me gustaba mucho cantar: lo que oía por la radio, 'Molinera de Santianes', que la cantaba mi padre cuando llegaba a caso un poco achispao... También empecé a salir de fiesta y a los bailes. Iba de paquete en la moto con otro amigo: Cornellana, La Arena, Cudillero... lo andábamos todo. ¡Vaya dos pispantes!".

"Carretera de Avilés" ."A Avilés llegué con 17 años. El viejo vendió un monte y pagó la entrada de un piso en Villalegre. Para mí no fue nada traumático cambiar el pueblo por la ciudad. Entré a trabajar en la Pegaso (hoy Remasal) y empecé a cortejar en La Fundición a la que hoy ye mi mujer: Feli (Felipa Castellano), una hija de extremeños llegados a Avilés cuando el 'boom' de Ensidesa con la que me casé a los 22 años en la iglesia de los Padres Agustinos del Carbayedo".

"A los 21 años fui para la mili. Primero campamento en El Ferral, donde coincidí con Quini y Jesús Castro, los del Sporting, y luego Artillería en Segovia. Allí había muchos de la Cuenca y gracias a ellos descubrí la tonada. Los escuchaba cantar y me quedaban todas, siempre tuve buen oído y buena retentiva. El caso ye que me licencié y cuando volví al taller los compañeros me calentaron la cabeza con la idea de presentarme a uno de los muchos concursos que había entonces. Me apunté a uno en el parque de Santarúa de Candás y quedé tercero, por detrás de 'El Manquín' y Manolo Ponteo, que de aquélla metían fumo. Habían ido mis padres a verme y volvimos pa casa en taxi llorando de la emoción. Mis padres jamás me echaron p'atrás en esto de la canción, al contrario".

Tras los pasos del "Presi". "Con la tontería del premio en Candás conocí a Javier el de Arroes, que tiene el mejor archivo de canción asturiana que conozco y me preparó repertorio para ir a más concursos. En tres años gané 18 primeros premios, y mira que de aquélla había competencia y de la dura, mucha más que ahora. El primero que gané fue el de Panes... ¡Madre mía! Como no tenía coche para el viaje pedí un adelanto a la empresa para dar la entrada de un Seat 600 de segunda mano que costaba 30.000 pesetas. Llego a Panes, miro los premios que estaban expuestos en un escaparate y me dije: 'El primero se va p'Avilés'. Y vaya si vino: con lo que gané ese día acabé de pagar el coche".

"Tantos premios me dieron fama en el mundillo de la tonada. Llegaron a decir de mí que era el sucesor natural del 'Presi'. ¡Casi nada al aparato, con lo que yo admiré a ese hombre! Empecé a cuidame. Dejé las Farias, trasnochar lo menos posible... La cosa estaba entre fumar o cantar, nunca me gustaron las medias tintas; si subes a un escenario ye para darlo todo. De aquélla me acompañaba de gaitero Manolo Quirós, siempre sintonizamos muy bien. Recuerdo cuando revolucionamos los cachés de la tonada; lo normal era cobrar cinco mil pesetas por barba y un día dizme Manolo: 'Oye, Vicente, cobrando mil duros y quitando la gasolina nun queda casi ganancia; ¿por qué no pedimos siete mil pesetas?' Eso hicimos, y a las pocas semanas me suelta: '¡Ahora sí, Vicente, ahora sí que cunde tocar!' ".

La entrada en Ensidesa y el giro artístico. "A los 26 años entré en Ensidesa por enchufe. Ganaba menos que en el taller, pero ¡qué coño!, era Ensidesa, un empleo para toda la vida. Lo malo fue que el enchufe no era tan bueno como para librarme de que me destinaran a las baterías de coque. No hay cosa más puerca y mala para la garganta. Y tuve que dejar la tonada porque no era plan. Por eso cambié de género y me pasé a la canción popular. Hice lo mismo que ya había hecho el 'Presi', pero cuando aparecí en los escenarios con una guitarra me llovieron críticas. Salieron los puristas y me pusieron verde. La verdad ye que me entró por un oído y me salió por el otro, yo estaba seguro de lo que hacía y el tiempo acabó por darme la razón. Armé repertorio con canciones del 'Presi', temas populares, alguna composición que me hicieron... y a la gente le gustó. No tengo mayor orgullo en mi vida profesional que haber triunfado cantando a mi tierra y a su gente. Soy un hombre sencillo, campechano y creo que la base del éxito que tuve tiene que ver con haber sabido reflejar eso en los escenarios: cantar a las cosas de aquí, a las que todo el mundo siente cercanas y le son queridas: la mar, la mina, la sidra, las fiestas, las montañas, los pueblos... Es que Asturias ye muy guapa".

Compartir el artículo

stats