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Las "familias Skype" chatean unidas

La diáspora juvenil al extranjero trastoca las relaciones de numerosas familias asturianas, que ahora se mantienen vivas a base de muchas horas de videoconferencia y de grupos de chat a través del móvil

Gloria Gómez y Manuel Bueno, en videoconferencia con su hija Noelia, su yerno y su nieto. DEMELSA ÁLVAREZ

Las ovetenses Marta y Elena Rodríguez Pin son gemelas. Estudiaron la misma carrera, Ingeniería química, y en agosto de 2003, terminados sus estudios, se fueron juntas a Austin (EE UU) para realizar un curso de perfeccionamiento de inglés, aprovechando que tenían familia allí. Pero una vez terminado el verano, estas dos jóvenes ovetenses tomaron por vez primera caminos separados: Marta se volvió a Asturias, mientras que Elena se quedó en el gran estado de Texas para realizar un posgrado. Catorce años después, Elena sigue allí, trabajando para Chevron y cuadrando horarios y vacaciones para mantener el contacto con su familia, mientras su hermana reside, aún hoy, en Asturias.

La historia de Marta y Elena simboliza la de miles de jóvenes asturianos que protagonizan la diáspora del siglo XXI, una emigración singular en la que no son, como antaño, los más pobres o los buscavidas quienes se van a ultramar, en busca de El Dorado. Ahora son los más preparados los que se marchan, con el inglés por delante. Pero tampoco la distancia es el olvido, como podía serlo un siglo atrás: en la era de Internet, herramientas como WhatsApp, Telegram, las redes sociales o las aplicaciones de videoconferencia como Skype permiten a estos jóvenes mantener el contacto con sus padres, hermanos y amigos. Conforman, todos ellos, las "familias Skype", siempre conectadas y al día, aunque el cambio horario les obligue a madrugar (o trasnochar) para chatear un rato.

Estas posibilidades de conexión, inmunes a la distancia o las barreras físicas, son en todo caso las mejores de siempre. El mundo es hoy más pequeño que hace cien años, cuando los asturianos protagonizaban una emigración bien diferente y que, en buena parte de los casos, abocaba a la desconexión de las familias. "Entre 1850 y 1950 hay un cálculo que habla de 300.000 emigrantes asturianos a América. En aquella época, las relaciones y las maneras de comunicarse eran tres: las cartas que se enviaban unos a otros, las fotografías y las noticias que portaban los que iban y venían", explica Juaco López, director del Museo del Pueblo de Asturias.

En los fondos del museo se conserva, de hecho, una nutrida correspondencia de la emigración en América. "Es curioso, pero no hay tanta de emigrantes a Madrid o a Europa. En parte será por el volumen de los emigrantes que fueron a América, pero también porque los que cruzaban el océano tenían una formación de base. Y lo primero que hacía el emigrante nada más llegar a América era escribir contando el viaje. Es casi una carta tipo, se repite mucho", relata López.

Aparte de la que le aporta su labor en el museo, Juaco López tiene otra visión de este fenómeno: la que le da el tener a sus hijas fuera de Asturias: "Una está en Holanda y otra en Madrid, y la inmediatez en la comunicación no tiene nada que ver con la que podíamos tener hace unos años. Ahora, con los móviles, hablamos con ellas en un pispás, y las fotografías nos las mandamos por WhatsApp. Y luego está el Skype, claro".

"Hemos vuelto a ser una región de emigrantes, es terrible. Pero no se marchan albañiles, como antes: ahora el perfil es el de un licenciado o un graduado. El que quiera tener una carrera profesional, en los términos que había antes, se tiene que marchar", reflexiona Antonio Arias, síndico de la Sindicatura de Cuentas del Principado de Asturias. Al igual que Juaco López, Arias sabe de primera mano lo que es tener a sus hijos fuera: en su caso, su hija Ana trabaja en un hospital de Barcelona y el mayor, Antonio, reside en Fráncfort, tras haber pasado previamente por el Reino Unido. "Tenemos un chat en Telegram y nos mandamos mensajes continuamente. La fluidez es vital. Y como todos tenemos dispositivos Apple, usamos FaceTime para hacer videoconferencias", sostiene Arias, quien se muestra sorprendido de que "no existan estadísticas fiables de expatriados".

Su hijo, Antonio Arias López, trabaja como Talent Acquisition Manager, reclutador de talentos, y reconoce que echa en falta mayores facilidades para desplazarse a Asturias, principalmente porque "las conexiones aéreas son un desastre", pero también incide en que el desarrollar su carrera en el extranjero fue por decisión propia: "A nivel personal lo tuve siempre claro. Yo decidí marcharme cuando teníamos un 7% de paro. Quería conocer cosas y gente diferente. Y ahora mismo, para volver a España tendría que ser por una oferta de mucho nivel".

La tecnología le ayuda a estar conectado con su familia: "Incluso mi abuela tiene Facebook y Twitter, pero no me comenta nada: cuando la veo, me lo dice todo en persona". Pero también lamenta que la distancia y las carencias de las conexiones aéreas le impide tener cierta agilidad para estar con la familia en casos de emergencia "Si estuviera en Madrid, en cuatro horas te plantas en Asturias, y desde aquí te lleva un día. Pero a las cosas importantes llegas, y si residiera en Cádiz o Sevilla estaría igual", sostiene.

El caso de Antonio Arias López es además significativo por otra razón: se casa en pocos meses con su novia alemana, por lo que el retorno es difícil. "Tengo el ancla echada. Aunque ella es funcionaria y, además del año de maternidad que le corresponde por ley, tiene la posibilidad de coger hasta seis de excedencia, por lo que podríamos criar a nuestros hijos en otro lugar", sostiene Arias López.

Una situación parecida es la de Manuel Fernández Bagües, profesor de Economía en la Universidad de Helsinki. "Su mujer es rusa, la conoció en Pisa. Y ese fue uno de los motivos para que se fueran a Helsinki: tenía ofertas de varios sitios, pero en Helsinki están muy cerca de la familia de ella, que vive en San Petersburgo", explica su padre, Manuel Fernández de la Cera, presidente del Consejo de Comunidades Asturianas.

Además de la distancia entre Asturias y Finlandia, en el caso de Manuel Fernández de la Cera y su hijo se da la circunstancia de que el segundo hace viajes continuos por motivos de trabajo. "Gracias al Skype y al correo electrónico, la distancia es más llevadera", sostiene Fernández de la Cera.

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