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El legado pictórico asturiano de Enrique Segura

El lugonense Miguel Ángel Álvarez concluye la primera investigación en profundidad sobre el autor de los murales de la Laboral de Gijón, que retrató a labradores, marineros y otros tipos autóctonos

El legado pictórico asturiano de Enrique Segura

El historiador lugonense Miguel Ángel Álvarez firma el primer trabajo de investigación en profundidad sobre la obra del sevillano Enrique Segura (1906-1994), artista de renombre dentro de la pintura española del siglo XX, que en Asturias tiene entre sus obras cumbre la ejecución de las pinturas murales del frontispicio del salón de actos de la Universidad Laboral de Gijón, inspiradas en "La escuela de Atenas" de Rafael Sanzio. Segura es, a ojos de Miguel Ángel Álvarez, "uno de los retratistas más fecundos de la historia de la pintura española". Para la ejecución de los murales de la Laboral, el artista llevó a cabo previamente cientos de bocetos al natural, motivo por el cual se desplazó por reconocidos enclaves de la comunidad asturiana recogiendo magistralmente la esencia de la sociedad, en base a los continuados y exhaustivos contactos mantenidos con la ciudadanía. De ahí que Segura lograra extraer el carácter genuino que define la vida, las costumbres y la forma de ser del asturiano.

Labradores, marineros y trabajadores de la industria, entre otros sectores laborales, aportan un latido de asturianía y de localismo a su proyecto pictórico. El realismo y la veracidad de cada uno, con los rasgos plenamente definidos, están tomados en un entorno abierto: la agricultura, la ganadería, la minería, la pesca y la producción industrial, unos modelos que posan al natural, gentes humildes dedicadas a los quehaceres rutinarios. El pintor logra con ello componer un extenso elenco de bocetos, en su mayor parte realizados al óleo sobre cartón, de tal riqueza y magnitud que ya en el momento de su realización sería posible crear un centro expositivo específicamente para albergar este tipo de creaciones de gran calidad plástica. El suyo es un mosaico de gentes inmortalizadas y caracterizadas por la perfección del dibujo, firme y preciso, y un color ajustado al natural. Obras como "Tipos asturianos", "Paisanu con la guiyá" y "Escena ganadera" son, según Miguel Álvarez, tres composiciones con figuras que traslucen el naturalismo que buscaba trasladar el pintor. "Son unos retratos anónimos dotados de un elevado grado de asturianía que a nivel individual forman auténticas obras de arte", destaca el investigador. La tesis doctoral que presenta mañana el joven lugonense en el campus del Milán (11 horas, sala de grados del departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad) reivindica la figura del artista sevillano, uno de los máximos valedores del retrato académico en la España del siglo XX.

Miguel Ángel Álvarez, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, desarrolló su actividad profesional en Laboral Ciudad de la Cultura, en Gijón, durante estos últimos años. La defensa de la tesis -dirigida por la catedrática María Soledad Álvarez Martínez- culmina cinco años de intensa labor que espera ver publicada próximamente. El trabajo reivindica la importancia del creador sevillano y recoge a lo largo de las novecientas treinta y una páginas distribuidas en dos volúmenes tanto su vida como su obra, así como el catálogo con la compilación de sus trabajos pictóricos.

El primer volumen con el que se inicia la investigación desmenuza pormenorizadamente los hechos más significativos que jalonaron su vida, desde la infancia y la juventud en su Sevilla natal (la familia, su primera experiencia laboral en el gabinete fotográfico de Antonio Ojeda Álvarez, la dilatada etapa de formación en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos y Bellas Artes de Sevilla, y el Ateneo de la capital hispalense) hasta su despegue y consolidación profesional. Pensionado por la Diputación de Sevilla en 1931, el creador inició un periplo formativo que le acercó a París y le puso en contacto con las vanguardias del momento, pese a que apenas se interesó por ellas, manteniéndose apegado a la pintura tradicional. "Es uno de los retratistas más fecundos de la historia de la pintura española", subraya Álvarez, "ninguno fue tan prolífico como él".

Las primeras experiencias pictóricas de Segura fuera de su tierra tienen como marco geográfico destacados enclaves gallegos y zamoranos que plasmó en sus lienzos, paisajes y escenas costumbristas que inmortaliza formando un valioso corpus gráfico y documental en estas fechas; unas obras que pudieron ser contempladas en su primera exposición en la Diputación de Sevilla, en 1932, ante el público que acudió a verlas. "Fue muy tenaz aprendiendo el oficio", revela el joven doctorando. Sus ansias por triunfar en el mundo del arte le estimularon a presentarse a los numerosos certámenes colectivos, organizados con el apoyo y la ayuda de su hermano, el reconocido pintor Agustín Segura. Su actividad plástica queda truncada por la Guerra Civil, como les ocurre a todos los artistas del momento, y tras unos años de desconexión forzosa, en 1940 el artista retorna ejecutando dibujos e ilustraciones para distintos medios de comunicación de la época con los que colabora, sin dejar de atender la pintura, que es su verdadera pasión. Sobresale especialmente la labor que realiza para el diario y el semanario deportivo "Marca", la revista taurina "El Ruedo", la "Revista Nacional de Educación" y "Trenes", entre muchos otros. Pero el dibujo, dice Miguel Álvarez, "requeriría otra tesis aparte".

Su ingreso, en 1965, como académico de número en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid; dos años después como académico correspondiente en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, y en 1969 en la sociedad académica francesa Arts-Sciences-Lettres le catapultó al éxito, tanto que en 1975 recibió la condecoración de la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Además, en 1979 fue nombrado académico correspondiente por la Real Academia de San Carlos de Valencia, y al año siguiente le otorgaron la medalla de oro y honor de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla por su brillante y prolífica carrera profesional.

Los primeros contactos del artista con el Principado tienen lugar a principios de los años cincuenta, momento en el que el creador se desplaza a Gijón para cumplir uno de los más ambiciosos encargos que recibe a lo largo de su carrera profesional: la ejecución de las pinturas murales del frontispicio del salón de actos de la Universidad Laboral de Gijón, empleando para ello la técnica del fresco, una obra de ciento veinte metros cuadrados que finalmente fue ejecutada en apenas tres meses del año 1953. Poco después lleva a cabo la ornamentación del salón de recepciones del Aula Magna siguiendo el más puro estilo renacentista italiano, una obra de trescientos metros cuadrados, de más carga emocional, histórica y educativa, que actualmente se encuentra inconclusa tras la paralización del proyecto en 1957. La obra pictórica asturiana de Enrique Segura resulta prolífica y es de una calidad plástica admirable, indica Miguel Álvarez. "A los retratos les imprime un carácter espiritual; los reconstruye en cuerpo y alma", reflexiona el joven historiador.

Al margen de las pinturas murales de la Laboral, el artista sevillano también ejecutó algunos retratos de los patronos de la Fundación José Antonio Girón, responsable de los trabajos constructivos del recinto gijonés. Es el caso de los retratos de José Antonio Girón, Carlos Pinilla; José María Fernández Álvarez, "el Ponticu", y el del jefe del Estado. En el caso particular del asturiano José María Fernández Álvarez sobresale el tipo de pose natural y el semblante sencillo y espontáneo que el artista logra captar fácilmente debido al carácter abierto de "el Ponticu", traspasado al lienzo con rectitud y sobriedad.

En los años cincuenta, el creador atiende y cumple encargos de carácter privado, unos lienzos de loable acierto en lo referente al aspecto físico, y con una carga espiritual que transmite la esencia interior de cada modelo -a quienes citaba en cuatro sesiones de dos horas cada una-. Por otro lado, Segura atiende el paisaje trasladando con pasión y con emoción las impresiones que capta del espacio natural que le rodea. "Astilleros", por un lado, y "Casas de Gijón" son algunas creaciones de esa etapa. La vista panorámica que realiza desde el Alto del Infanzón le permite lograr uno de los mejores lienzos asturianos de paisaje de la década de los cincuenta, considerado un verdadero documento gráfico del estado de las obras de la Laboral en estas fechas, un lienzo realizado con sólido dibujo y un acertado color, integrado actualmente en la colección de Teresa Fernández Olano.

En la década de los sesenta, el artista se mantiene estrechamente ligado al Principado, adonde acude asiduamente durante sus vacaciones estivales. A finales de la década, Segura estableció su segunda residencia en Buelna (Llanes), lugar escogido por la excelente panorámica costera que se abre en este espacio geográfico. Desde allí pintó docenas y docenas de paisajes y dibujos tomados directamente del natural, al aire libre, hasta iluminar un verdadero corpus pictórico digno de la mejor colección de pintura de este género. Los paisajes que realiza tanto en la década de los sesenta como en los setenta están impregnados de un naturalismo íntimo y de una expresión emocional, pero también recogen la esencia de nuestro territorio costero y montañoso.

La familia del pintor estará presente mañana en la lectura de la tesis doctoral sobre Enrique Segura. Gracias a su apoyo incondicional, Álvarez pudo rastrear en archivos y colecciones privadas el vasto trabajo del sevillano. En una entrevista en el año 1968 el propio Segura aseguraba que acumulaba ya más de un millar de retratos. Hubo casi otros tantos posteriormente. "Es un catálogo razonado; en suma, un trabajo con mucha profundidad y rigor, que es lo que se espera de un alumno de doctorado", apunta el joven sobre su radiografía de la obra de Segura. "El Ministerio de Trabajo es un museo de su legado pictórico", continúa Álvarez, quien lamenta el delicado estado de conservación que presenta la "Capilla Sixtina" de Segura en la Laboral, como han dado en llamar a su intervención en la sala de pinturas. "Es un atropello lo que han hecho con las pinturas del teatro que no se puede mantener así", agrega el historiador sobre la ocultación bajo la concha acústica del coliseo de otra de sus obras destacadas. "Fue un desacierto absoluto, y mientras, la sala de pinturas languidece". continúa. Por ello, tras la "apuesta personal" realizada en torno a esta tesis doctoral, Miguel Álvarez confía en que esta compilación de la obra del sevillano pueda aprovecharse en una futura exposición. "Hay un deseo expreso de la familia de dar a conocer la obra de su padre. Ellos se volcaron en ayudarme", continúa el joven historiador, al tiempo que revela los dos objetivos fundamentales de su tesis: "Posicionar al artista desde el punto de vista pictórico y preservarlo para generaciones futuras". Hecho queda.

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