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Las películas en las que nació el "Paraíso Natural"

La imagen edénica de Asturias se remonta al siglo XIX y se apuntaló, a través del cine, en el primer tercio del siglo XX, según Juan Carlos de la Madrid

El nuevo eslogan turístico del Principado tiene resonancias edénicas. "Vuelve al Paraíso, ven a Asturias", propone la campaña, en un giro tan predecible como confortable. El guiño, es obvio, se dirige a la ya mítica promoción "Asturias, Paraíso Natural", que tres décadas atrás marcó el patrón a seguir en la promoción de la región. Pero la idea, esa visión de Asturias como un nuevo paraíso terrenal, es muy anterior a esa campaña promocional. Tanto como un siglo, al menos.

Los orígenes de esta asociación y sus repercusiones en las estrategias turísticas, con el cinematógrafo como vehículo prioritario, son analizados por el historiador del cine Juan Carlos de la Madrid en su estudio "Adiós al paraíso. Los inicios del turismo y el cine en Asturias", incluido en el volumen colectivo "Viajes de cine. El relato del turismo en el cine hispánico", editado por Antonia del Rey-Reguillo para Tirant Humanidades y de reciente publicación.

"Las más añosas estrategias de promoción y fomento del turismo en Asturias siempre han tenido dos referencias, dos comparaciones que se convirtieron en una primitiva marca: 'Suiza' y 'Paraíso'", afirma De la Madrid en su estudio, en el que cita dos referencias decimonónicas en las que esa doble referencia ya se pone de manifiesto: 'El Cantar del Romero", de José Zorrilla (1882) y "La bella Asturias", de Ángel Pulido (1895).

El aprovechamiento turístico de esta imagen en gestación encontró un aliado en la fotografía, especialmente en la vinculada a los viajes, y posteriormente en el cinematógrafo. "Las tarjetas postales, cartulina tasada para conservar recuerdos, presumir de kilómetros y conocer lo imposible, fueron notarios de cartón. Imagen fija que, en Asturias, abre la senda que recorrerá de inmediato la imagen en movimiento", argumenta Juan Carlos de la Madrid.

El mercado principal de estas tarjetas postales estaría al otro lado del Atlántico. La diáspora asturiana en América era consumidora voraz de las imágenes producidas en la región, como también los positivos fotográficos y las series de paisajes. Llanes y Gijón eran los escenarios preferentes, el primero por el impacto de la emigración y el segundo por la condición icónica de su playa. "Se iba formando así una imagen de Asturias, apoyada en Madrid, en instituciones como el Centro Asturiano y, sobre todo, en el otro lado del Atlántico, que se proyectaba lejos con los encargos de postales". Una identidad sustentada en el atractivo natural de la tierra: "El paraíso canónico que necesita todo buen viajero para no ver traicionadas sus mejores expectativas. Asturias siempre tendría que ser paraíso", explica De la Madrid.

Tal y como relata el historiador, toda esa identidad turística aún en gestación florecería en el cine primitivo: "Empezó siendo teatro para pobres; el primer turismo era para ricos al ser inalcanzable para los pobres, que debían conformarse con viajar subidos a las primeras postales y luego a las primeras películas; también turismo para pobres".

Así, los primeros operadores cinematográficos llegados a la región, ya fueran genuinos delegados de la casa Lumière o impostores que paseaban marca y aparato para ganarse las habas por los caminos españoles, filmaban las playas y las fiestas locales. El lenguaje cinematográfico se mantuvo inalterable durante años, ajeno a la evolución que llevaría al modo de representación clásico. Eran vistas del natural realizadas por aficionados, "postales en movimiento" de efectividad indudable, incluso productos más acabados como "Llanes-1917", cuyo mercado principal se localizaría en México. Pero el cine, como espectáculo de masas e independiente de las varietés, se abrió paso poco a poco y surgieron nuevos productos cinematográficos que trataron de aprovechar esa vertiente turística.

Con la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), la producción nacional experimentó una notable mejoría, como también las estrategias turísticas. En esta época se rodaron películas de carácter documental tan singulares como "Traslado y entierro de los restos mortales de Pedro Menéndez de Avilés", que dejaba constancia de los actos desarrollados en Avilés entre el 7 y el 10 de agosto de 1924. Y también "Asturias", editada por la Feria de Muestras de Gijón en 1925 y cuyo objetivo era promocionar la región en América. Mas, en paralelo, comenzaron a producirse películas de ficción como "Cuento de lobos" (Romualdo Alvargonzález), "Bajo las nieblas de Asturias" (Manuel Noriega, 1926) y "Mieres del Camino" (Juan Díaz Quesada, 1927). Filmes en los que el paisaje asturiano era un activo central, que recogían la herencia de aquellas primitivas "postales en movimiento", pese a que Asturias había cambiado notablemente. "El cine se había asentado como medio para vender una Asturias de paisajes, trajes y fiestas que iba dejando de ser así", afirma De la Madrid. Una región edénica que ya sólo pervivía "en los recuerdos de los emigrantes", y que se recuperaría, décadas después, para atraer turistas ansiosos por volver al paraíso original.

"Bajo las nieblas de Asturias", una joya perdida del cine asturiano

Entre las películas asturianas de indudable potencial turístico que analiza Juan Carlos de la Madrid destaca el caso de "Bajo las nieblas de Asturias", dirigida por Manuel Noriega y estrenada en 1926. Joya perdida de la cinematografía asturiana, de este filme afirmó Fernando Méndez-Leite von Haffe que hacía sentir "durante unos momentos la grandeza de aquella privilegiada tierra, con su carácter y sus costumbres". De la película apenas quedan algunos fotogramas, como los que se reproducen sobre estas líneas, que se conservan en el fondo Modesto Montoto custodiado en el Muséu del Pueblu d'Asturies.

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