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Bulgaria rescató al oso danzarín

Un gran recinto en Belitsa, en la montaña de Rila, sirve de santuario a veinticinco osos pardos, parientes balcánicos de "Paca" y "Tola", que eran empleados en espectáculos callejeros tras sufrir mutilaciones

Bulgaria rescató al oso danzarín

A "Kalina", prima búlgara de "Paca" y "Tola", la secuestraron siendo un cachorro, la mutilaron y la obligaron a bailar sobre un hierro incandescente. "Nasko", estresado, camina dos pasos a su izquierda. Gira. Dos a la derecha. Gira. Y así puede estar durante horas. En su cabeza todavía existe la jaula en la que estuvo encerrado media vida en el zoológico de Plovdiv, la segunda ciudad de Bulgaria. "Kalina" y "Nasko" son dos de los veinticinco osos pardos liberados de las garras humanas que han encontrado la paz en el Parque de los Osos Danzarines de Belitsa, en el montañoso suroccidente búlgaro.

La tradición de los osos bailarines en los Balcanes, desarrollada durante siglos por los zíngaros, es vieja: se cree que hunde sus raíces en la Edad Media. Separados de sus madres con pocos meses, los animales eran sometidos a los designios de su dueño en un proceso largo y doloroso. Para facilitar su docilidad, además de anillarles su órgano más sensible, el hocico, lo que les provocaba tremendas deformaciones, les arrancaban sin remilgos las garras y los dientes. Por último, llegaba el adiestramiento. Los osos no oyen bien, así que la única manera de que asocien la música con el movimiento es incorporar otro estímulo. El más utilizado, una plancha de metal ardiendo bajo sus patas.

De esta manera, los espectáculos callejeros con osos se hicieron habituales en las localidades del Mar Negro y en las grandes ciudades de Bulgaria, especialmente coincidiendo con el despertar del país al turismo. Hasta que dos fundaciones, la de Brigitte Bardot y Four Paws (cuatro pezuñas) declararon la guerra a esta costumbre. Y así llegó el rescate. Tras meses de presión política y de negociaciones con los propietarios, en el año 2000 abrieron el parque con los tres primeros ejemplares rescatados: "Kalina", "Mariana" y "Stefan". Dos años después, el Parlamento búlgaro prohibía esta práctica.

La gran mayoría de los plantígrados instalados en el espacio son osos danzarines, pero no todos. Los promotores del parque rastrean los Balcanes en busca de osos fuera de su ámbito. Así, "Nasko" llegó a Belitsa procedente del zoo de Plovdiv acompañado de "Gabriela", a la que en un ataque de ira le provocó la amputación de una pata. Otro de los animales rescatados, "Monti", apenas conoció la libertad: con pocos meses fue vendido por los cazadores furtivos que mataron a su madre. Fue descubierto por miembros de Four Paws encerrado en una jaula de nueve metros cuadrados en las instalaciones de un hotel en Ruse, ciudad a los pies del Danubio, río que hace de frontera con Rumanía.

Aunque la adaptación no fue fácil, los habitantes del parque de Belitsa viven ahora en unas condiciones más que aceptables, teniendo en cuenta que jamás podrán ser reinsertados en su medio natural. Están separados para evitar problemas de territorialidad, detrás de una valla electrificada para evitar incidentes con humanos, pero el terreno es relativamente grande, desde luego muchísimo más que el cercado de Santo Adriano donde viven las famosas osas asturianas; su salud ha mejorado de forma notable (se les han reimplantado los dientes y algunos incluso han recibido injertos en el hocico en el centro médico de las instalaciones) y tienen espacios para hibernar. Para aquellos que no han desarrollado su capacidad natural para buscar refugios de hibernación, el parque construyó varias cuevas. Sin embargo, muchos de ellos se las han apañado para hacer guaridas e hibernar, lo que es un síntoma indudable de su recuperación. Los cuidadores procuran no dejar la comida a simple vista, con el fin de que tengan que molestarse en buscarla.

Eso sí, no ha habido ningún "affaire" como el que dio tanto juego en Asturias entre el macho cántabro "Furaco" y "Paca" y "Tola", las hermanas de Santo Adriano. Los responsables del parque rechazan cualquier aventura reproductiva entre los osos rescatados no solamente porque se trata de ejemplares de edad avanzada y con un historial médico complicado, que les podría poner en peligro durante un parto, sino por una cuestión de concepto: "Un santuario no es un zoo", sentencian los folletos de la instalación. No quieren esbardos nacidos en cautividad.

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