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Bertolucci, el poeta de las imágenes eternas

Enric Alberich descifra las claves de un artista de mirada cambiante y a menudo incomprendido

Bernardo Bertolucci convirtió sus influencias en fuentes variadas de inspiración, fundió sus contradicciones para forjar un estilo inconfundible y se consolidó como uno de los cineastas más importantes del cine mundial en su vertiente más moderna. Títulos como "El último tango en París", "Novecento", "El cielo protector" o "El último emperador" marcan la evolución de un artista capaz de brillar en lo intimista y también en lo épico, y a quien le debemos algunos de los momentos más bellos del cine contemporáneo. A su extraordinaria y compleja carrera le dedica Enric Alberich un libro que profundiza en las claves no siempre fáciles de descifrar de Bertolucci.

Y nada mejor para empezar que citar instantes memorables: "Gina caminando por una Parma lluviosa y empapada de melancolía en Antes de la revolución, las azuladas noches de Tara que presiden buen aparte de la Estrategia de la Araña, la fría arquitectura fascista insistiendo en empequeñecer al personaje central de El conformista, Paul y Jeanne transgrediendo con desenfado el concurso de baile en El último tango en París, Ada internándose con su caballo blanco en la bruma invernal de Novecento, Caterina masturbando en la penumbra a su propio hijo en La luna, Kit abrazando a su marido agonizante en El cielo protector, el rostro de Shandurai invadido por el pavor en estado puro al inicio de Asediada, los protagonistas de Soñadores recorriendo el Louvre a toda velocidad y calcando la célebre escena de una película de Godard..."

Son solo algunas de las "muchísimas imágenes memorables que depara la filmografía de Bernardo Bertolucci, imágenes perdurables que desafían el paso del tiempo y que, vistas con perspectiva, desvirtúan gran parte de los juicios apresurados que sobre el cineasta y sus películas se vertieron en el pasado, casi siempre dirigidas a certificar o a cuestionar su posición ideológica o su presunta absorción por el sistema, pero que ahora refulgen por sí mismas, como el más evidente testimonio del quehacer de un verdadero artista, un artista comprometido, sobre todo, consigo mismo, con la fidelidad a su propia mirada sobre el universo, una mirada legítimamente cambiante, permeable a la evolución".

Bertolucci es para el autor "un auténtico poeta de la imagen, y que es a partir de esta plasmación plástica (y poética) de sus obsesiones desde donde se pueden rastrear el genuino sentido de su cine. Un acercamiento riguroso al cine de Bertolucci debe traspasar los límites del mero análisis de un relato, en la convicción de que el verdadero texto de un filme no es únicamente lo que este dice de manera explícita sino también lo que muestra y, muy en especial, el tono y la forma en que lo muestra.

Su cine es, "de un modo que se diría irremediable, la expresión de una subjetividad, de una personalidad que se trasluce, de manera más o menos directa, en cada uno de sus filmes, a través de los cuales se puede entrever el flujo, las crisis y la evolución de dicha personalidad. Como le gusta recordar al realizador parmesano, los segundos que dura una toma son unos segundos de vida robados a los intérpretes filmados, un lapso de tiempo que les acerca, inexorable, la desenlace final".

Bertolucci y el gran director de fotografía Vittorio Storaro inciden en la concepción de la luz "como un instrumento generador de emociones, incorporándola como algo crucial e cara a la consecución del tipo de impacto que pretenden suscitar con cada película, cada filme se yergue como una suerte de microcosmos regido por sus propias leyes estéticas".

Bertolucci se inclina por "unos relatos y unas figuras que parten de lo concreto pero que encuentran la fuerza y la universalidad a través de su instalación en un territorio mítico, en una estructura impulsada por la búsqueda y el deseo. El método es diáfano: transfigurar la realidad para mejor explicarla, aferrarse a la recreación de la impresión para plasmar, implícitamente, el análisis abstracto. ¿No es precisamente así como funciona la poesía?".

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