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Feos con fundamento

La adaptación y la funcionalidad exigen en ocasiones el sacrificio de la belleza estética en los animales

Feos con fundamento

Hay animales de belleza deslumbrante y universalmente reconocida; dos ejemplos: el tigre y el ave del paraíso esmeralda grande. Y otros feos de remate, a los que muy pocos miran con otros ojos; dos ejemplos también: la rata topo desnuda y los marabúes. Tanto unos como otros tienen buenas razones para ser guapos o feos. Mejor dicho: para ser como son; la apreciación estética la pone la mirada humana. La belleza, en su acepción más amplia, consiste en la perfección, en las cualidades que hacen de algo, en este caso de una especie, excelente en su línea. Y esos feos del mundo animal son unos "cracks" en lo suyo: los mejor adaptados a un estilo de vida, a una forma de alimentarse, a un medio. Y lo mismo se puede decir de los "bellezones". Las especies de perfil medio, las que no destacan por ninguno de los extremos, suelen poseer, igualmente, virtudes más discretas.

Para trasladar a la práctica ese planteamiento pueden servir bien los buitres. Solo sus hábitos carroñeros, su asociación con los cadáveres, ya los sitúa en una zona marginal en lo que a estima se refiere, a pesar de la importancia ecológica de su papel de limpiadores, pues, al eliminar los animales muertos, suprimen focos potenciales de infecciones. Y desempeñan ese cometido con suma eficacia, porque están perfectamente dotados para abrir, despiezar y hacer desaparecer, literalmente, los cadáveres (órganos, tejidos e, incluso, huesos). Aunque, para ello, se han despojado de plumas en el rostro y en el cuello. Además, el desempeño de su labor es un espectáculo sangriento, no apto para todos los públicos: otro punto en su contra. Funcionalmente, en cambio, merecen un diez.

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