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BERTA PIÑÁN | Escritora y profesora

"Siempre me prestó conocer otres xentes, pero soy de pueblu y necesito arraigo"

"La muerte de mi hermana Luisa fue una tragedia que nos afectó individualmente y como familia; me hizo diferente a mis amigas y más reflexiva"

La poeta Berta Piñán, en Caño (Cangas de Onís). MIKI LÓPEZ

-Nací en el hospital, en Uviéu, en 1963, pero soy de Cañu (Cangues d'Onís). Fuimos cinco hermanos y vivieron con nosotros dos primos carnales como hermanos, por una situación familiar complexa que no vien a cuentu. Soy la última. Nos cuidábamos unos a otros, en escala. En les families se asigna un papel que queda. Fui la rebelde a partir de la adolescencia, que fue terrible, como todas, pero también porque fue como si no se la esperaran.

- ¿A qué se dedicaba su padre?

-Yera comerciante. Xuntaba la familia nuclear con el güelu, los tíos y la xente que trabayaba en la tienda. Entonces no se comía en los bares, y la comida yera una fiesta de turnos pa catorce persones. La llave taba puesta por fuera y entraba y salía la xente.

- ¿Y su madre, Josefina Suárez Soto?

-Yera maestra en Parres y por aquí. Interrumpía los destinos por la crianza. Acabó en el colegio Reconquista de Cangues. Teníamos dos rapaces que criábense con nosotros. Llegaben a servir muy críes y casábense en casa y marchaben. Geli y Mari siguen muy uníes a la familia. Veníen de los Beyos. Geli no iba a casa ni los fines de semana, y cuando iba a llavar al río lloraba porque decía que era el mismu que pasaba pol su pueblo.

- ¿Cómo era su padre, Santiago Piñán?

-Yera de Oseja de Sajambre y fue a Cuba de chavalín aventurero cuando morrió su padre. Teníamos mucha familia, pero él yera un pocu señoritu. Tuvo mines de wolframio de Matahambre, el hostal El Marino en La Habana, y pasólo muy bien. Dibuxaba les calles de La Habana Vieja. Nuestra mitología familia ye la migración.

- ¿Cómo era su madre?

-Nació en Cuba y mantuvo la nacionalidad mientras pudo, pero vino de bebé. Tien 84 años. Era extraordinaria en su ámbito: estudió y tuvo independencia económica hasta que se casó y le pidieron la firma de mi padre para sacar su propio dinero.

- ¿Cómo era la casa?

-Guapa, con galería, corredor y dos pisos. Primero fue una cuadra y pa reformala en casa mi güela subía los regodones del ríu. Había otra casa en Vis, pueblo alto y guapo, y otra en Ribota. Vinimos a Cangues a mis 4 años. Teníamos dos tiendas en el parque, de la familia. La casa, donde vive mi madre, tien tres pisos, balcones, y la tienda abajo. Ye de los años veinte, guapa. Vivíamos en el tercero hasta que bajamos al primero porque mi güelu tenía asma. Detrás hay patio, güertu y garaje.

- ¿Qué vendían?

-En la grande, ropa en general, colchones, abrigos, máquinas de coser Singer... En la otra tienda, ropa infantil y perfumería. Para hacer los arreglos venía a coser Angelina Sangrador, vecina, mayor, sorda de una bomba de la guerra.

- ¿Su padre se ocupaba de ustedes?

-Como hombre de su tiempo, se ocupó cuando fuimos creciendo. Era muy alegre y nada distante. Notábase-y mucho que admiraba a mi madre por su inteligencia, porque escribía, pintaba, ideaba los escaparates de la tienda y yera creativa en la didáctica. Respetaba su criteriu y le gustaba que trabayara. Se sintió muy afortunado con ella. Supi de mayor que eso no yera lo normal.

- ¿Se ocupaba su madre?

-Sí, era muy creativa. Escribía noveles de aventures, como de Enid Blyton. Contábanos de noche el cuento de "El manzanillero", un coche que se transformaba en avión, en tren, en lo que fuera, en el que íbamos los cinco, y pasaba a cuentu lo que nos había ocurrido ese día. Hacíanos guiñol con don Pepito y el Lobo, de goma. Nunca se ocupó de los deberes.

- ¿Qué tal estudiante era usted?

-Dame corte... muy buena. Nunca me costó nada y siempre me prestó mucho estudiar. Hice Bachillerato por Ciencias a propósito porque me gustaba mucho la física y, como había decidido hacer Filología, era mi oportunidad de saber un poco de ciencias.

- ¿Qué quería hacer?

-Periodismo o Literatura. Ya escribía y había ganado concursos de redacción. Mis primeros recuerdos de escribir son de la escuela. La conciencia de querer escribir fue en el verano de 1975, con 12 años.

- ¿Qué pasó?

-Volvía en coche de Oviedo una noche e iba mirando el cielo, con la ventanilla abierta. Pasando por Infiesto, me sorprendí pensando en unos versos, en unas metáforas. Me di cuenta de que quería transformar lo que sentía en palabres que no fueran normales, y empezó mi afán de hacer literatura.

- ¿Qué leía?

-Lo que había en casa. Me prestaba el "Selecciones del Reader's Digest", americano, exótico, sin límites a la curiosidad. También "La madre", de Gorki. Con los rusos me hice una lectora voraz. A veces no sabía qué estaba leyendo, pero me daba placer el acto de leer. Y leía enciclopedias, algunas de arte que tenía mi madre, y los cuadros eran relatos. De la biblioteca del instituto, en 1977, sacaba carrapotaes de clásicos y algún Max Aub.

- ¿De qué murió su hermana?

-En un accidente de tráfico con mi abuelo. Fue una gran tragedia: nos afectó personalmente y como familia. Fue aquel verano de 1975, y la herida tardamos mucho en suturarla. Luisa tenía 19 años, iba a empezar a la Universidad y era mi ídolo. Ella y Gisela eran lo más moderno, traían el pop y a Víctor Jara a casa y tocaban la guitarra. Mis hermanos son Santiago ("Guincho") y Juanma.

- ¿Cómo lo vivió usted?

-De manera muy consciente, con tristeza y mucha rabia -¿por qué me pasa a mí esto?- y con esa fuerza por vivir.

- Le pasó todo a la vez. ¿Cuánto le influyó?

-Mucho, por esa rabia porque ese dolor hondo y brutal que solmena tus cimientos y da mucha inseguridad me hizo más reflexiva. Maduré y sentía que tenía más que decir y que pensar que mis amigas. Lo canalicé por la literatura, el espejo que no encontraba en el mundo real. Tenía amigas de mi edad para salir y mocear, pero conecté con amigos de mis hermanos mayores y hacíamos recitales. Un amigo, Groso, tenía una gran biblioteca de poesía y me prestaba libros; llegó una oleada de profesores jóvenes y fue una revolución. Descubrí la poesía y no podía parar de leerla. Luego descubrí que se podía releer y me dije: esto me va a dar para siempre. Ya había leído a Neruda, a Dámaso, a Aleixandre y llegué a "La tierra baldía", de T. S. Eliot, que fue un impacto: no entendía nada, pero supe que allí estaba pasando algo muy gordo.

- Universidad.

-Quería hacer Periodismo y marchar lejos, pero me fui a Oviedo, a un piso donde estaba mi hermana, y me bastó.

- Primera sensación de Oviedo.

-Yo, que quería ir tan lejos, cuando quedé sola me sentí paleta. Había ido dos veranos a pueblos de Inglaterra, había estado en París con mi madre, pero nunca había estado sola, teniendo que organizar el dinero de la semana y la comida. En casa nunca fuimos xente mimao, pero no estaba preparada.

- ¿El ambiente ideológico en su casa?

-De derechas, conservadores, de orden, y mi padre, religioso. Llegué a la Universidad siendo radicalmente de izquierdas y dispuesta a hacer la revolución cuanto antes. Creía que era una intelectual comunista. No militaba en nada porque ya no se llevaba. Sí milité en el asturianismo. Había escrito en asturiano, pero sin conciencia de ello. Sí tenía consciencia porque lo oía alrededor. De la xente que escribía en la Facultad, algunos lo hacían en asturiano. Contacté con Xuan Bello y Antón García, en primero y en tercero estaba integrada en ese grupo. También tenía una consciencia de feminismo, pero no conocía a nadie en Cangues que lo fuera. Tenía esa inquietud por las lecturas; en casa no tuve una vivencia de opresión. Notaba mensajes diferenciados al mocear: para nosotras, de peligro represivo en los primeros encuentros emocionales o sensuales; para mis hermanos, "a ver con quién andáis".

- ¿Se le pasó la rebeldía?

-No. "Rebel" es mi mote familiar. Soy de acción y, a la vez, contemplativa y casera.

- Quiere recorrer dos mil kilómetros, pero lo importante es la casa.

-Ye la mi dualidad. Siempre me prestó conocer otres cultures y xentes, pero, per otru llau, soy de pueblu y necesito arraigo. Marché muy alegremente de Cangues y en Uviéu notaba vacío. Tardé en haceme mi llugar en la gran ciudá y seguí viniendo al principio.

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