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La Semana Grande de Asturias: la disputa deportiva

Quini y Vicente evocan su último derbi: "Es el partido más bonito, la salsa del fútbol"

Dos ídolos del Sporting y el Oviedo, que se enfrentaron en ocho partidos de máxima rivalidad regional, se reencuentran cuarenta años después en El Molinón gracias a LA NUEVA ESPAÑA

Quini y Vicente ÁNGEL GONZÁLEZ

Hace cuarenta años que Quini y Vicente González-Villamil jugaron el que fue su último derbi. Fue el 29 de mayo de 1977 en el Carlos Tartiere de Oviedo. "¡Nada más cuarenta, ho! ¡Qué rápido pasa el tiempo!", exclama Quini con una sonrisa. Los dos equipos luchaban por ascender en la penúltima jornada de Liga. El Sporting venció 1-2 en el Tartiere. Se adelantó Alarcón y después remontaron Morán y Quini. "Recuerdo que aquel día estaba el campo embarrado", apunta Quini. "Se nos escaparon todas las posibilidades de subir, y fue el Sporting el que lo consiguió", recuerda González-Villamil. En aquella ocasión, en Segunda, fue Quini quien sonrió, pero en los ochos derbis que a ambos les tocó enfrentarse en el terreno de juego, el jugador azul también tuvo sus momentos de felicidad, como cuando el Oviedo ganó 0-3 el 30 de diciembre de 1973 en El Molinón, en este caso en Primera.

"Recuerdo que Barinaga era el entrenador. Pasó la alineación y faltaba uno, y era Carrete. Y le dijo que sólo tenía que hacer una cosa: 'Marcará usted a Tati Valdés, y donde vaya Tati Valdés irá usted, el Sporting juega bien cuando Tati juega bien. Si el balón no pasa por Tati tienen muchas dificultades'. Tati era capaz de hacer un paso corto como uno largo. Lo hacía perfecto, y con Quini te la armaba. El partido fue un espectáculo, sobre todo ver a dos de Mieres como Carrete y Tati peleándose, discutiendo y persiguiéndose uno a otro. Tati se desesperó y el partido se nos dio bien y ganamos", explica el oviedista.

Hablar de Quini y de Vicente es hablar de dos referentes en la historia del Sporting y el Oviedo. Al primero le avalan sus 485 partidos y 245 goles a lo largo de sus 15 temporadas en el Sporting. Un tiempo en el que consiguió cinco trofeos "Pichichi", dos de ellos en Segunda. A Vicente González-Villamil le respaldan sus 292 partidos en sus nueve temporadas en el Oviedo. Un tiempo en el que se convirtió en el comandante de la zaga azul.

Ídolos para sus aficiones, uno por sus goles y el otro por su incasable trabajo. Y ambos siempre entendiendo la rivalidad desde una visión sana, con cordialidad, y como un ambiente de celebración futbolística en Asturias. Por eso ahora, a escasos seis días del derbi, y tras 14 años sin disputarse, el gusanillo les aparece de nuevo en el cuerpo, los recuerdos de cómo lo vivieron sobre el césped en los setenta, y el ambiente de piquilla sana que se respiraba, pero siempre dentro de la normalidad, sin una excesiva tensión. Como esperan que suceda ahora de nuevo.

"Los derbis no deberían morir nunca. Son la salsa y la fiesta del fútbol asturiano, y ojalá se transmita al terreno de juego y a la grada. Si la deportividad existe en los dos sitios sería la fiesta perfecta", apunta El Brujo. A su lado Vicente describe lo que supuso para él vivir el duelo de máxima rivalidad regional. "La sensación es increíble toda la semana. Primero había sido espectador, pero nunca pensé que iba a participar desde el terreno de juego, y eso no tiene nada que ver. Es el partido más importante y más bonito que se puede jugar", explica, justo antes de analizar el ambiente "espectacular" que se vive: "Estás al 100 por ciento, juegas contra el rival y le quieres ganar, pero luego tenemos otra cosa muy buena, que es cuando acaba el partido, el ambiente es cordial".

Quini y Vicente se enfrentaron en ocho derbis. Fueron los únicos que disputó Villamil, ya que a Quini le tocaron dos más en la temporada 1969-1970. "Es el partido más guapo de jugar para todos los que somos asturianos. Ojalá en el futuro el derbi tenga un Sporting y un Oviedo con muchos canteranos", recuerda Vicente. Porque ambos guardan una buena amistad. Y eso que el oviedista sufrió mucho con Quini en el campo. "Era imprevisible, nunca sabías lo que iba a pasar con él. Es de los mejores rematadores que ha habido en el fútbol español. De un balón difícil lo hacía todo muy fácil. Era un jugador maravilloso, pero mucha mejor persona, cómo le ibas a dar una patada. Me tocó marcarlo, y era muy difícil, porque tenía un don. Contaba con una seguridad magnífica, y con un segundo de antelación que te ganase en la jugada, estabas perdido", recuerda el exjugador del Oviedo.

Ahora Quini, tras muchos años de delegado en el Sporting, ostenta el cargo de embajador del club. Siempre ha permanecido ligado al fútbol. "La trayectoria del fútbol acaba, pero lo que queda después es la amistad", comenta. Y lo dice mientras se abraza con Vicente González-Villamil, con el que compartió muchas vivencias en su etapa de futbolista, y ya como veteranos de ambos equipos. Por eso Quini hace de gran anfitrión y le va enseñando a Vicente todos los rincones de El Molinón, a modo de visita guiada, al mismo tiempo que saludan también a Esteban, exportero del Oviedo, que graba junto a sus hijos y Quini un reportaje para una cadena de televisión. "Esto es lo máximo que podemos tener las personas, que seamos de equipos diferentes, pero que estemos unidos por el mismo sentimiento de fútbol y no distanciados por la rivalidad de camisetas de diferentes colores", cuenta El Brujo.

Vicente González-Villamil es ahora el nexo de unión de los veteranos del Oviedo. Es su presidente, y una figura respetada por todos los estamentos del club oviedista. En su caso también tuvo la oportunidad de vivir el duelo de máxima rivalidad desde el banquillo, en 2002, en El Molinón. "No tiene nada que ver, lo bonito del fútbol es jugar, se pasa mal en el campo, pero juegas y es una cosa tuya", relata.

La semana previa del derbi lo cambia todo. Quini y Vicente tampoco llegaban al extremo de tener dificultades para dormir. Pero sí que tenían una sensación muy especial. "Las ganar de ver el partido eran tremendas", señala Villamil. "Un futbolista siempre sueña con jugar esos partidos, y espera que cuanto primero lleguen mucho mejor, y son duelos que se envuelven de distinta manera por todo lo que se vive alrededor", apunta Quini.

Ahora se lleva catorce años sin jugar el partido de los partidos en Asturias, el duelo entre Oviedo y Sporting. Una cita única, cargada de mucha adrenalina, intensidad, emoción, sentimiento... Pero que ambos coinciden en señalar que debe vivirse con toda esa amalgama de sensaciones durante los noventa minutos. "Tengo muy buenos recuerdos de los derbis, tanto ganando como perdiendo. Lo principal era que al terminar el partido se quedaba todo lo que pasaba en el terreno de juego. Tenemos grandes amistades entre sportinguistas y oviedistas, siempre nos hemos llevado bien. Y después de tantos años que han pasado, sigo llevándome igual de bien con todos los veteranos del Oviedo que cuando jugaba. He hecho grandes amistades", apunta Quini.

Una idea que comparte Vicente, que comprende la emoción generada en torno al partido, pero no que se cree una tensión desmedida entre aficiones, tanto por uno como por otro lado. "Las ganas de ver el partido son tremendas. Pero en mi caso a veces las ganas de venir a verlo se me quitan con las polémicas que salen. El derbi es una fiesta, para pasarlo bien, con la piquilla sana que se genera. Y después que el que pierda pague los cafés al día siguiente. Y si tu equipo pierde, anímalo y canaliza esa fuerza y mala leche de esa manera, no metiéndote con el rival", comenta el presidente de los veteranos oviedistas.

El derbi llega en apenas seis días. Lo hace después de catorce años de espera. Y con dos referentes históricos del Oviedo y el Sporting, Vicente González-Villamil y Quini, unidos en el mensaje común de que se debe vivir una fiesta y que en el futuro el derbi debería ser en la máxima categoría del fútbol español. "Ojalá estén los dos en Primera el año que viene. Sería muy bueno para la ciudad, para Asturias y para todos", explica. Una idea que comparte Quini. "Son muchos años ya sin derbi. Es muy bonito que se juegue y ojalá que sean en Primera, porque son los que de verdad hacen afición, porque enganchan mucho", concluye El Brujo.

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