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RAFA KAS | Músico

"En los Jesuitas canté 'Las tetas de mi novia' y me salvó del lío Jorge 'Ilegal'"

"Estuve en conflicto con mi padre desde el final de la infancia, pero le debo ser fan de la ópera desde los 5 años porque me llevaba al Campoamor"

Rafa Kas, en el ambiente musical del Savoy de Gijón. JUAN PLAZA

-Nací entre el 30 y el 31 de marzo de 1966, celebro el cumpleaños dos veces, en Gijón. Tuve una infancia muy feliz. El Coto era interesante, con un par de tipos a lo "El Vaquilla".

- ¿A qué se dedicaban en su casa?

-Mi padre, Jorge Óscar Rodríguez Carrasco, fue comercial, viajante, gerente de supermercado... Tuvo un problema personal que trajo su catástrofe laboral, no quiero hablar de ello, y mi madre tomó las riendas y sacó oposiciones a Hacienda.

- ¿Tiene hermanos?

-Jorge, tres años menor, militar. Fui un príncipe destronado y salimos con caracteres diferentes, pero ya liquidamos las diferencias. Soy un antimilitarista que respetaré a ese militar consciente de su misión, al que admiro. Es brigada, fue voluntario a Afganistán y a Bosnia, parece un armario empotrado a sus 42 años y es un combatiente. Yo también.

- ¿Cómo era su padre?

-Muy estricto. Estuvimos en conflicto constante desde el final de mi infancia. Nos unía el amor a la música. Por él soy fan de la ópera italiana desde los 5 años. Somos clase media baja e íbamos a Oviedo a las entradas ciegas con prismáticos. Antes de los 12 vi a Vicente Sardinero, Plácido Domingo, Mirella Freni, José Carreras en una "Bohème" y a Kraus en un "Werther".

- ¿Cómo es su madre?

-Ana María García Orviz tiene un sentido del humor excelente. En casa nunca hubo violencia, pero excedíamos los decibelios, no necesariamente riñendo. Ahora calmamos. Es mi mejor amiga, pero dice que la saco de quicio y que no volvería a vivir conmigo.

- ¿Qué rapacín fue usted?

-Revoltoso, pero no malo. Estudié 12 años en los Jesuitas y estoy muy orgulloso. Soy un agnóstico sin un mal recuerdo. No fui buen estudiante porque para interesarme necesito que algo me guste. Odié el latín y las matemáticas, que ahora me encantan.

- Recuerde el colegio.

-Empecé en 1973. Recuerdo el asesinato de Carrero Blanco y la muerte de "Cerillita" porque no tuvimos clase. Al principio íbamos de excursión y cantábamos el "Cara al sol" y luego hubo una transición con la gente dividida. En los 80 llegaron profesores que pedían que no los llamaras "padre" sino Nacho, Velasco, creo, y Manolo Soto. Nacho fue misionero y abrió mi opción de agnosticismo. No obligaba, decía "piensa tú".

- ¿Y en casa?

-Eran de derechas y católicos a muerte mortal. Mi padre era muy conservador y yo, de izquierda desde el principio. Tuve una adolescencia conflictiva, no me sentía encajado, con enfrentamientos notables con mi padre, al que quiero y no guardo rencor.

- Cuente.

-Suspendí cuatro para septiembre y me metió de mozo de almacén en el supermercado. Lo tomé como mi primera experiencia laboral. Salía a las ocho del supermercado en La Calzada y corría en la bici hasta la piscina del Chas, que cerraba a las nueve. Un día, al llegar a la puerta, el conserje me dio el recado de que había olvidado algo y debía volver. Me cagué en Dios y regresé. El conserje contó lo de la blasfemia a mi padre, que me arreó una hostia que me empotró. La última que recibí y mi primer amago de irme de casa. A mis 17 años quiso engancharme otra hostia, lo paré de frente y le dije "nunca más... olvídalo".

- Sus inicios en la música.

-Mi abuela materna, Matilde, vasca de Tolosa (Guipúzcoa), vivía en la plaza del Seis de Agosto, donde me quedaba cuando tenía problemas en casa. Era reservada pero cariñosa y comprensiva. Tocaba a veces una mandolina que había vuelto de Cuba. Me enseñó los primeros trastes. Supe después que era virtuosa del piano cuando la vi tocar en casa de mi tía Cristina. Cuando descubrí a "Emerson, Lake and Palmer", ella admiraba a Palmer. A los 14 años me regaló una guitarra española y un manual de acordes.

- Su gusto por la música empezaría antes.

-Leía todo, Julio Verne, "El Coyote", Agatha Christie y la revista del Círculo de Lectores, donde vi la portada del "Rock and roll music" de "The Beatles". El día que cumplí 10 años mi madre me dijo en Simago que escogiera un regalo. No me interesó ningún juguete y señalé esa cinta de los "Beatles". La puse en casa, sonó "Twist and shout" y todo cambió. Mi amigo Willy era de Elvis y yo de "The Beatles" e intercambiábamos los gustos.

- ¿Cuándo empezó a tocar en grupos?

-De los 14 a los 20 años llevé la guitarra conmigo a todas partes. A los 16, en la "Fiesta del bocata" de los Jesuitas, debutamos con unas versiones que habíamos ensayado Rafa, de La Calzada, y unos amigos del Cerillero. Sentí un pánico escénico atroz. En 1981 entró en mi vida el punk-rock y la rebeldía y me acerqué a "Siniestro Total". Entonces fue el robo de la guitarra eléctrica.

- ¿Qué es eso?

-Unos gitanillos robaron en el colegio una guitarra eléctrica que me habían prestado. Propuse hacer un concierto en el Paraninfo, cobrando entrada, para pagarla. Vinieron amigos y me vi en la obligación de cantar "Las tetas de mi novia", de "Siniestro Total", lo que provocó un serio revuelo y problemas con los profesores. Me libró Jorge Martínez.

- ¿Jorge "Ilegal"?

-Estaba en "Madson". Lo conocí a mis 15 años. Me tomó como pupilo. Me enseñaba cosas con la guitarra cuando nos encontrábamos. Cuando el robo fue Jorge, no mi padre, quien, supercorrecto, pidió explicaciones al director... si estaban asegurados.

- ¿"Las tetas de mi novia" era una canción o sabía de qué hablaba?

-Era fantástico haciendo amigos, pero se me deban mal las mujeres. Se me daba bien el judo y lo dejé porque perdí un combate con una chica que tenía 14 años, estaba desarrollada y no sabía por dónde cogerla. Fui muy tardío.

- ¿Cómo era ser adolescente en los 80?

-Realmente bueno. Tenía varias pandillas. Fumé el primer canuto con 16.

-"Tratamiento Anticaspa".

-A Willy, Javier Estrada, Nacho Orejas y a mí nos encantaba el punk británico. Íbamos de cuero y cadenas al Tik a ver pinchar a Jose el Punky. Decidimos hacer un grupo. Nacho tenía más voluntad de hacer punk, a mí me gustaban otras cosas y fusionar. Eso nos separó. Ganamos el concurso de maquetas de 1984. La banda se deshizo y quedé con la espinita y el nombre. Con la nueva formación hicimos el primer bolo en Trisquel.

-¿Qué hacía en la vida civil?

-Suspendí la selectividad y pasé un año en una academia muy buena y descubrí que no era tan rebelde, que me rodeaba gente fantástica y quería tenerla más cerca.

-¿Seguía siendo tímido con las mujeres?

-No, un grupo, una guitarra y una cerveza zanjan los problemas de los apocados feúchos. Mi primer polvo fue en el campus de Biológicas de Oviedo, horrible experiencia. Luego mejoró con amigas comprensivas.

- ¿Y las drogas?

-Tomé LSD para expandir la mente, como Harrison y Lennon. Desde julio de 1985 me había metido 40 tripis y bien, pero en Nochevieja, en vez de medio, tomé uno y medio, que estaba cortado con estricnina. Me entraron miedos y la taquicardia me llevó a casa. Con el ruido de la tiritona despertó mi padre. Quiso reñirme y lo mandé a tomar por culo. Le extrañó y llamó al médico. El doctor me miró la pupila, que estaba como el faro de la punta de Liquerique. Estaba de buenas y dijo: "Se le fue la mano con el champán".

- Adiós tripis.

-Sí, pero días después fumé un canuto y volvió el mal viaje. Un psiquiatra me recetó lexatín, pero tenía que tomarlo cada poco porque me entraba miedo a morir, a envejecer, a infartar. Carlos Muñiz, de lo mejor del mundo, muy canutero, me llevó con un loco de la pandilla, que acabó en un psiquiátrico, a abrir una puerta en una mina clausurada en León. Los dos eran espeleólogos. Fuimos en un R-8, al conductor le gustaba derrapar y dimos contra un pretil. Salí del coche, bote de pastillas en mano, y 50 metros más abajo vi un coche estrellado. Miré el coche, miré el bote, lo lancé al precipicio y se me quitaron los miedos. Tenía 20 años.

Segunda entrega mañana, lunes:

"Nadie toca mejor que cuando está sereno"

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