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La desaparición del asturianismo político

La identidad asturiana es fuerte y sólida, pero ha carecido de proyección política: "No hay parroquia"

La desaparición del asturianismo político

Aún está por dilucidar la relación existente entre la crisis económica de la última década y los cambios registrados en los sistemas de partidos de las democracias, pero es un hecho que muchos votantes han modificado su comportamiento ante las urnas, el pluralismo de los parlamentos se ha ampliado con la presencia de nuevos partidos y, en suma, los ciudadanos muestran actitudes políticas diferentes. El fenómeno, que no se deja definir fácilmente, se ha presentado bajo los mismos síntomas en toda Europa, si acaso de forma más explícita en los países del sur.

Asturias ha sido, junto con Cataluña, la primera comunidad autónoma de España en acusar el impacto político de la crisis. Ello se debe a la fulgurante aparición de Foro en 2011 y la ocasión que brindó la celebración el año siguiente de elecciones anticipadas en ambas Autonomías. Los asturianos se encontraron con una oferta electoral muy diversa, de una veintena de listas, y guiados por el descontento general del país decidieron castigar a los partidos mayoritarios y dar una oportunidad a fuerzas políticas recién creadas, como UPyD, primero, y Podemos y Ciudadanos, más tarde, en 2015. Pero a diferencia de los catalanes, que se fueron polarizando cada vez más en torno a la cuestión nacionalista hasta llegar a la situación en la que estamos, en el momento que parecía más propicio para exacerbar las demandas territoriales los asturianos, por el contrario, decretaron con su voto el eclipse de los partidos nacionalistas y regionalistas, algunos de los cuales, como el Partíu Asturianista y Andecha Astur, eran fijos en las citas electorales.

En España hay comunidades autónomas donde partidos que representan a una parte importante de la población que declara tener una identidad nacional distinta a la española son una constante en la vida política y con frecuencia gobiernan. Hay otras comunidades, como Madrid, Murcia y Castilla-La Mancha, en las que actúan pequeños partidos regionalistas, que sin embargo nunca han conseguido un escaño en el Parlamento. Asturias pertenece al nutrido grupo de Autonomías donde ha habido siempre partidos de ámbito regional con un reducido apoyo electoral, pero su trayectoria ha oscilado entre la actividad parlamentaria y gubernamental y la condición de fuerza política testimonial.

En la evolución electoral de los partidos asturianistas se diferencian con claridad dos etapas, una primera de sucesivos y discretos ascensos, y otra posterior de repetidas pérdidas. El punto de inflexión lo establecen las elecciones de 1999, en las que estos partidos obtuvieron el mejor resultado gracias a la aportación de votos de URAS, partido recién creado, que consiguió tres escaños en la Junta General mientras el PAS se vio obligado a abandonar su único asiento.

En este punto sería preciso despejar la cuestión de qué es un partido asturianista. Pero no es una tarea fácil. Según el criterio espacial defendido por algunos analistas políticos, es asturianista el partido que limita su actuación al ámbito de Asturias, y de acuerdo con un criterio ideológico que diverge del anterior, sólo puede ser considerado asturianista un partido asturiano con suficiente carga política que se proclame nacionalista o regionalista. El problema de la definición cae de lleno sobre URAS y Foro. Ambos son partidos nacidos en una escisión del PP y organizados en torno a un líder, que recurren a un discurso con acento asturianista, lo mismo que hicieron otros partidos surgidos en circunstancias similares en otras comunidades autónomas, para diferenciarse del partido del que procedían y tratar de apropiarse de un espacio electoral. Aunque ambos presentaron listas también en elecciones generales, hay algunas diferencias entre ellos. El partido de Sergio Marqués se declaró regionalista expresamente y acabó formando coalición con el PAS, en tanto que el de Álvarez-Cascos se define expresamente como partido de ámbito nacional, por más que de hecho tenga implantación sólo en Asturias, en sus estatutos no menciona el nacionalismo asturiano ni el regionalismo, ni siquiera hace alguna referencia particular a Asturias como una de sus señas de identidad y ha compartido cartel electoral con el PP. Además, Foro recibió en 2011 un porcentaje significativo del voto asturianista, pero los datos indican que en 2015 perdió a los votantes que se identificaban antes como asturianos que como españoles, y que los votantes que permanecieron fieles son los más partidarios de reducir el autogobierno de Asturias e incluso de volver a una organización centralizada del Estado.

Es claro que los votantes de URAS y de Foro, en su inmensa mayoría, no son nacionalistas, pero el problema de la definición de ambos partidos, debido a que sólo intervienen en la arena política asturiana, se mantiene en pie. Como es obvio, el balance que pueda hacerse del asturianismo político varía decisivamente según cómo sean clasificados. Si los contamos en la nómina de partidos asturianistas, aparte de otras consideraciones de crucial importancia, tendríamos que reparar en lo que supuso para los partidos nacionalistas asturianos que ambos alcanzaran un nivel de apoyo electoral, especialmente Foro, más elevado. En 1995, en medio de una crisis económica y política parecida a la actual, aunque menos profunda, el conjunto de los partidos asturianistas recibió el mayor respaldo electoral hasta entonces, lo que permitió al PAS conservar el escaño que había logrado en 1991 formando la Coalición Asturiana, pero esa suma de votos fue superada por URAS en las elecciones de 1999, a partir de las cuales comenzó el persistente declive del asturianismo político. En 2011, con una campaña protagonizada por la crisis económica, escándalos por corrupción y el 15-M, Foro atrajo a los votantes asturianistas dispersos y logró una victoria sin parangón en España, para después experimentar un rápido retroceso electoral que le ha llevado a enfrentarse en la actualidad a la expectativa de quedar fuera del Parlamento asturiano en las próximas elecciones autonómicas.

Siguiendo la huella del voto, se concluye que los partidos que defendieron la marca asturianista con más empeño no fueron capaces de aprovechar ninguna de las dos coyunturas históricas más favorables para su consolidación en el sistema de partidos autonómico, cuando los asturianos estuvieron más dispuestos a castigar a los partidos mayoritarios y a depositar su confianza en fuerzas políticas de nueva creación. Los beneficiarios de las dos crisis fueron URAS, en los noventa, y Foro, además de Ciudadanos, ahora. En las elecciones de 2015, Andecha Astur fue el único partido nacionalista que presentó listas y obtuvo 990 votos. Por su parte, URAS consiguió 249. Sin contar los votos aún recogidos por Foro, los partidos asturianistas han tenido el peor resultado conjunto de su historia.

Podría hablarse de fracaso. Después de más de tres décadas de constituirse la Comunidad Autónoma, un objetivo prioritario de nacionalistas y regionalistas durante la transición, la vida política asturiana no cuenta con una fuerza política, bien visible y activa, que pueda aspirar a representar a los asturianistas. Varios factores han contribuido a producir esta ausencia. En primer lugar, el asturianismo político ha sido siempre muy débil. La identidad asturiana es fuerte y sólida, pero ha carecido de proyección política. Este hecho fue percibido en los diversos estudios que se realizaron durante la etapa preautonómica. El politólogo asturiano Francisco Llera escribió de la conciencia regional asturiana que era extensa, pero difusa y primaria. El sociólogo García Ferrando describió nuestro regionalismo como "peculiar, abstracto, sentimental y desarticulado políticamente". Pedro de Silva, en su obra "El regionalismo asturiano", destacaba la necesidad de forjar una conciencia regionalista para dar soporte al autogobierno, a la vez que confesaba sentirse forzado a reconocer que en Asturias no existía, en 1977, un serio movimiento regionalista. Xuan Xosé Sánchez Vicente, al cabo del tiempo, resume el asunto con palabras que hablan por sí solas: "No hay parroquia".

Siendo minoritario en la sociedad asturiana, sin embargo ha habido un buen número, cercano a la veintena, de partidos que se han reclamado portavoces del asturianismo político. La crónica fragmentación, la inestabilidad de las organizaciones y la falta de un discurso abarcador y acoplado a las demandas de la sociedad asturiana han dificultado, sin duda, el crecimiento electoral de esta tendencia política, particularmente cuando los votantes asturianos han mostrado mayor predisposición a cambiar de siglas.

En todo caso, la competición política en Asturias está organizada casi exclusivamente en espacios delimitados a lo largo del eje derecha-izquierda, y no, como ocurre en Cataluña, también en torno a la línea de conflicto marcada por los partidos nacionalistas. Cierto es que a consecuencia de la crisis, en la disputa ideológica han interferido los populismos de viejo y nuevo cuño, que en su pretensión de alinear al electorado al margen de sus lealtades tradicionales han cosechado un éxito notable, queda por ver si duradero. Los asturianos, antes que nacionalistas o regionalistas, son de derechas o de izquierdas, y por ello el voto de protesta ha ido a Foro y Podemos, incluido el de los asturianistas, que se han dejado influir más por la clásica división ideológica que por su asturianismo.

Por último, cabe fijar la atención en un dato llamativo. En las encuestas publicadas en la última década se detecta un giro de la opinión pública asturiana hacia juicios más críticos con el estado de las autonomías y actitudes favorables a su revisión. Aunque los asturianos, como el resto de los españoles, expresan puntos de vista más polarizados, una mayoría declara estar de acuerdo con reducir o incluso suprimir el autogobierno. Esta inclinación, que podría estar moderándose, es una tendencia reciente en la sociedad asturiana. Una posibilidad es que su origen se encuentre en la pesadumbre que atenaza a los asturianos cuando reflexionan sobre la marcha de la economía y de las instituciones, que les lleva a confiar en el Estado del que creen que depende sobre todo su bienestar. En ese caso, se hace comprensible que no presten demasiada atención a la agenda asturianista. El reforzamiento de la identidad es el aspecto del estado autonómico destacado por el 10% de los asturianos, frente a un 50% que concede un valor preferente a la proximidad del ciudadano con la Administración.

El asturianismo ha desaparecido del mapa político, bien por extinción o bien por haberse sumergido en Podemos, Foro o la abstención, que ha alcanzado niveles máximos. Vista la relación entre electores y partidos en términos de oferta y demanda, ni los asturianos han manifestado mucho interés en ponerse la etiqueta ni los partidos que la llevaron pegada propusieron un plan atractivo con que seducirlos. Quedan lejos los años en que la mitad de los asturianos admitía la posibilidad de promover los intereses de la región a través de un partido asturianista. La pregunta final es si el eclipse del asturianismo político es total y definitivo o reaparecerá. Unos opinan que los sistemas de partidos se están nacionalizando y homogeneizando en todas las democracias y que, por tanto, el momento de los partidos de ámbito subestatal ha pasado. Otros, en dirección opuesta, sostienen que todos los estados tienden a organizarse en distintos niveles de gobierno con el fin de acercar el poder y la Administración a los ciudadanos, y que, en consecuencia, auguran a los partidos nacionalistas y regionalistas un brillante porvenir. Los asturianos deberíamos ir pensando en lo que nos conviene. Asturianistas o no, lo importante es tener el futuro en las manos.

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