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MANUEL PONGA SANTAMARTA | Exalcalde de Avilés, exdelegado del Gobierno en Asturias y expresidente de la Autoridad Portuaria de Avilés

"Íbamos a cambiar el mundo... y no lo hicimos mal del todo"

"Me llamaron el niño milagro porque cuando el 'Cervera' atacó Gijón mi abuela me cogió en brazos y caímos del cuarto piso al tercero, y allí nos rescataron"

Santiago Rodríguez Vega, alcalde de Avilés, saluda a Ponga, presidente de la Autoridad Portuaria.

"Éramos unos novatos, no había profesionales de la política. Había una ilusión enorme, hasta dormíamos en el Ayuntamiento. Teníamos reuniones a la una de la mañana, atendíamos a quienes pedían audiencia, tiramos las ventanillas que había donde la gente hacía cola. Cambiamos el Ayuntamiento de arriba abajo. Hicimos una Corporación creo que modélica". Manuel Ponga Santamarta, 81 años, tez morena, se sienta en el jardín de su casa mientras toma una limonada fresca que le acaba de acercar su mujer, Juana María Esparta. El que fue primer alcalde de la democracia de Avilés, delegado del Gobierno en Asturias y expresidente de la Autoridad Portuaria recuerda con entusiasmo aquellos primeros años en el Consistorio avilesino. La calma que le exige recuperarse de un cáncer de colon que le puso contra las cuerdas no apagó su vitalidad.

"Yo era un gijonés de pro, gijonudo, sportinguista hasta el alma", asegura. Y es que por mucho que su nombre haya quedado indeleblemente asociado a Avilés, nació en Gijón, ciudad donde vivió su infancia y juventud. El apellido Santamarta le viene de León, de donde era oriundo su abuelo, que se trasladó a Asturias para trabajar en la fábrica de Moreda. "Mi madre nació aquí, mi padre también... Muchos me dicen que no soy de pura cepa por el Santamarta. Pero León me parece una tierra estupenda, pudimos haber sido Asturias y León. Pero eso es otra historia".

De niño, en Gijón, fue a un colegio de frailes, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, "Los Baberos", como se les conocía. "Les debo mucho". Luego estudió perito mercantil por libre, yendo a examinarse a la Escuela de Comercio. El catolicismo ha sido un componente fundamental en su vida y también en sus inicios políticos, asegura.

"Mi madre era muy de izquierdas pero muy creyente, muy católica. Hice la primera comunión, practicaba. Y luego cuando vine a Avilés cambié mis hábitos, pero mi creencia no la olvidé". Por eso asegura que para él no hay ninguna incongruencia entre militar en un partido de izquierdas y se cristiano. "Ya en la República había gente que creía en Dios. Y la quema de iglesias no se puede achacar únicamente a los republicanos. Nunca tuve en el partido ninguna pega por ser católico, ni dilema. No creo que Jesucristo muriera en la cruz por ser de derechas. Otra cosa es lo que luego hiciera la Iglesia, los avatares, la vida...".

En Gijón comenzó a trabajar en una consignataria de buques, Paquet Marítima, que abrió una agencia en Avilés. Y así llegó a la ciudad Manuel Ponga. Corría el año 1960. "El jefe de la empresa, Julio Paquet Cangas, era un hombre de derechas pero una gran persona, que fue concejal en la época franquista. Era un hombre magnánimo. Tuve la suerte de caer en esa empresa", asegura. Ya en Avilés se afilió a la UGT, en los años donde empezaba la apertura política. Lo llevaba en la sangre: no sólo su madre tenía un ideario firme de izquierdas, sino que su abuelo fue secretario general de la izquierda republicana. "Ganamos unas elecciones sindicales en una empresa que era muy del sistema. Y eso fue mi lanzadera. Así empezó mi vida en política, en Avilés. La UGT fue mi mayor aval para ir de uno en la lista de las elecciones", asegura.

Antes de eso, en 1963, se casó, en Gijón, con la novia que ya tenía antes de asentarse en Avilés. Juana María Esparta, Juana Mari, se afilió al Partido Socialista Obrero Español unos meses después que lo hizo el propio Manuel Ponga. "Primero estuve de fonda, y después, antes de casarnos, compramos esta casa". Esa casa es la vivienda que ocupa en el barrio de El Pozón desde entonces, y en cuyo pequeño y cuidado jardín lee la prensa, charla con los amigos y disfruta del soleado otoño. Al llegar a El Pozón el matrimonio inició el movimiento ciudadano del barrio. Y en aquellos primeros años de casados comenzaron a nacer sus hijos, todos en Gijón, porque tenía allí un cuñado médico. "No estaba aún la autopista".

"En 1969 la empresa me mandó a Londres a hacer un curso. Estuvimos allí 9 meses. Allí vivimos el primer 1 de Mayo, una manifestación inolvidable, aquí no había. Y allí se nos acrecentó la gana de libertad, el derecho a ver películas de Buñuel, que aquí estaban prohibidas. Todo era un descubrimiento. Seguíamos desde allí la vida del príncipe, la apertura que se iniciaba...". Londres le aportó más cosas. "Ver cómo se vivía en un país demócrata fue un descubrimiento. Aunque por otra parte lo pasé mal, estaba un poco agobiado por el trabajo, la obsesión de querer aprender me cortó un poco la felicidad".

Su esposa le hacía tortillas de vez en cuando, para sobrellevar una comida inglesa "que no soportaba". "Tengo un gran recuerdo, canté en un pub 'Granada' y casi salgo a hombros, rodeado de irlandeses cargados de cerveza. Lo pasamos muy bien. Pero yo tenía la nostalgia de la fabada, de mi gente y de mis hijos, los echaba mucho de menos".

De vuelta en Avilés, llegaron las primeras elecciones democráticas. "En el PSOE teníamos momentos complicados, teníamos un candidato que nos dejó a última hora, Antonio Artime. En una asamblea que yo presidí el partido estaba a punto de no presentar candidaturas y me propuse. Toda la gente que se había bajado de la lista volvió estando yo. De esa manera un poco aleatoria llegué a ser el número uno y alcalde del Ayuntamiento".

No sin temores. "Juana Mari lloraba cuando acabó la asamblea. Teníamos tres hijos... Mi madre, que vivía todavía, me preguntó qué hacía, que mirara lo que le pasó a mi abuelo. A él lo mató el 'Cervera'. A mí me llamaban el niño del milagro, porque el 'Cervera' atacó Gijón, nosotros vivíamos en un cuarto, mi abuela me cogió en brazos y caímos al tercero, luego vinieron los milicianos y nos sacaron".

Las elecciones fueron en abril de 1979 y la familia se acostumbró a tener un alcalde en casa. Ellos, el matrimonio, no tanto. Había mucho trabajo. "Estábamos superagobiados, dejé de ir al fútbol, de hacer cosas que hacía, la nieve, el monte... Vivimos para esta ciudad, para este Ayuntamiento, y lo hicimos con gusto".

"Yo había pensado que el Ayuntamiento era coser y cantar. Trabajaba cerca y veía al alcalde, Suárez del Villar, y a Ricardo Fernández dar ruedas de prensa a la puerta del Ayuntamiento a las dos de la tarde. 'Esto se hace con la gorra', pensé. Creía que yo iba a seguir trabajando siendo alcalde", confiesa Ponga. Sin embargo, tomó posesión el 19 de abril de 1979, volvió el día siguiente al trabajo, fue al Ayuntamiento a las dos de la tarde y ya no volvió a salir. "Dormí allí, Juana Mari me hacía fotocopias, preparamos reuniones, plenos... Entramos como un elefante en una cacharrería, íbamos a cambiar el mundo. Y la verdad es que no lo hicimos mal del todo. Fue una gran Corporación, con una oposición seria que quería a su ciudad, que buscaba lo mejor. Inolvidable".

Ponga tiene una imagen gravada en la mente. "El primer día de alcalde llamé al secretario y llegaron tres personas con expedientes enormes para ponérmelos sobre la mesa. Me asusté". Empezaron a organizar las cosas, repartir competencias... "Había mucho que cambiar y mucho que empezar. Juana Mari y yo dormimos en aquel despacho más de una vez y de dos. Había que prepararlo todo". Ponga tiene un grato recuerdo no sólo para los políticos de aquella Corporación, sino también para los funcionarios. "Tuvimos mucha suerte con el secretario y el interventor, enseguida conectamos, vieron cómo trabajábamos, fueron muy animosos", destaca.

"Yo estoy muy orgulloso del Conservatorio, de la Casa de Cultura, de haber iniciado la recuperación del Teatro Palacio Valdés, de rehabilitar toda la zona deportiva en la medida que podíamos. Aquí no había ni una piscina. Todo esto son las cosas grandes, importantes, que merece la pena destacar".

Pero además hubo que hacer el saneamiento integral y el saneamiento de la ría, desoyendo a los que, entre risas, la comparaban con el Támesis y daban por seguro que era una misión fracasada. "Estoy orgulloso de cantidad de cosas, no sólo de las que se ven, sino también de las que no se ven. El agua llegaba mal y de mala manera, se hicieron casas y viviendas, se acabó con el chabolismo en Valliniello... Son muchísimas cosas. Y ahora, cuando lo estoy pasando mal, ves que la gente se acuerda de esas cosas, agradecen lo que hicimos y eso te llega al alma".

¿Algo que lamentar de aquella etapa? "No, me sentí muy feliz, muy arropado. Hubo momentos malos, como en todo. Hubo ataques. El primero, cuando la campaña, me achacaban de ser de Gijón, como si fuese una enfermedad. Y tuvieron que descubrir que éramos gente que queríamos trabajar. En esta ciudad no son avilesinos todos. En el gobierno del Ayuntamiento, de Avilés de toda la vida habría cuatro o cinco, el resto veníamos de todos los sitios".

Uno de aquellos malos momentos fue el golpe de Estado del 23-F. "Fue muy tenso. Yo estaba en casa, había venido a comer, me llamaron inmediatamente. Que algo estaba pasando en Madrid. Empecé a coger llamadas de Madrid, coger instrucciones de cerrar el Ayuntamiento, pedí que la Policía vigilase las sedes de todos los partidos políticos de Avilés". Juan Mari Esparta, que a la sazón era secretaria de política municipal del PSOE, sacó toda la documentación que había en el partido. "Nos pusimos la venda antes de que llegara la herida".

Manuel Ponga fue alcalde primero con apoyo del PCE, después obtuvo la mayoría absoluta. "Santiago Rodríguez Vega -que le sucedió como alcalde socialista- todavía me dice que yo goberné con mayoría absoluta, que él no lo consiguió. Pero con mayoría absoluta los problemas los tienes en casa, porque todos quieren muchas perras". En 1988 renovó la Alcaldía pero en minoría, con 10 concejales. Fue cuando dejó el cargo. "El partido entendió que debía ser delegado del Gobierno". Recuerda con cariño a sus compañeros de Corporación: Carlos Robles, Álvaro Álvarez, Arias, Rodríguez Vega, Nelly Fernández Arias, Juana Mari Esparta -"una concejala de Educación fenomenal"-, así como a Manuel Quintero y Laura González, del PCE, entre otros. "Todo lo que hicimos no lo hace una persona sola. Lo hace un equipo".

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