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XAVIER RIBALTA | Cantante de la Nova Cançó

"Soy cantante por mi insistencia; sólo me dejaban aprender música en vacaciones"

"A los 14 años pasé mes y medio en Francia solo, cantando a la guitarra en restaurantes y terrazas, y volví con regalos para la familia y dinero para mí"

El cantante Xavier Ribalta, en el hotel Reconquista de Oviedo. LUISMA MURIAS

-Nací en 1943 en la clínica Dexeus de Barcelona por consejo de mi tío, el médico de la familia, pero a los tres días estaba en Tárrega (Lérida), una ciudad dinámica de 10.000 habitantes. Soy el segundo de seis varones. Mi madre y su hermana se casaron el mismo día en el ofertorio de su casa. Mi madre tuvo seis varones y su hermana seis mujeres y nos llevábamos meses con las primas. Fantasearon con cambiarse un hijo en un parto, sobre todo para que mi tío tuviera un varón.

- ¿A qué se dedicaban en su casa?

-Por parte materna era una familia pudiente. Tenían las bodegas Secanell, la primera que comercializó el vermut (Vermut Don Quien) a principios del siglo XX. El abuelo, Antonio Secanell Aparicio, era mi padrino. Había estado en el Parlament en la Liga Regionalista con Cambó. Estaba casado con Conchita Clua, importantes en el campo artístico. Mi abuela decía que yo me parecía a su hermano, que era pianista.

- Su madre era la mayor.

-La pubilla de Can Secanell. Mi abuela tocaba el piano y cada hija un instrumento distinto. El cuarto de los instrumentos estaba prohibido, pero la abuela me lo abría y allí soñaba yo a los 7 años. La casa fue a menos.

- ¿Cómo era el lado paterno?

-Del campo. La casa Ribalta sigue en pie en Calaf (Barcelona). Viene del siglo XII y fue importante en la mesta. Mi abuelo tenía tierras de secano en Tárrega que cuando se hizo el canal de Urgell, a finales del XIX, se convirtieron en un vergel.

- ¿Cómo fue su infancia en la posguerra?

-Privilegiada. Mi padre, José, era muy recto, de palabra, y no fuimos criados como niños pijos. Sé arar, llevé el tractor y la cosechadora del trigo, el maíz y la alfalfa. Teníamos frutales y ovejas. Era la parada para la monta de sementales, conocida en toda España.

- ¿Cómo eran ideológicamente?

-Mi padre, derecha franquista. Mi madre no manifestaba nada. Eran creyentes.

- ¿Qué hablaban en su casa?

-Catalán.

- ¿Cómo era su madre, María Concepció?

-La esclava de sus hijos, todo bondad. Murió por la caída de la casa Ribalta en 1989.

- ¿Cómo ocurrió?

-Derribaron el Auxilio Social para edificar y la obra afectó a nuestra casa. Se derrumbó en todo su significado; mi padre cayó en una depresión, el quinto hermano se hizo con todo y acabamos en juicios. Me cuesta ir allí.

- Dos familias distintas: campo y arte.

-Totalmente. Mi abuelo materno era extravertido, mecenas de pintores y músicos, brillante y tan generoso que cuando se arruinó decían que si le devolvieran todo lo que había prestado volvería a ser millonario. Mi padre, por sus valores Ribalta, para que no se manchara el nombre Secanell, compró las bodegas y lo echó del pueblo.

- ¿Qué tal estudiante era usted?

-Malo, sólo me interesaba la música. A los 13 años me mandaron a la Seu d'Urgell, a 100 kilómetros. Había dado un estirón y dijeron que me convenía el aire de montaña. El prior, de la familia política, venía de una familia de Ripoll de veinticuatro hermanos, muchos religiosos y empresarios.

- ¿Cómo fue al internado?

-Encantado, quería ver mundo. El internado era una maravilla. Hice contrabando con tabaco de Andorra para ganar algo.

- ¿Desde cuándo quiso cantar?

-Mi madre decía que antes de hablar daba voces en la escalera para oír retumbar mi voz. Me hice una guitarra de 3 cuerdas a los 9 años. Cuando vi "El gran Caruso" le dije a mi madre: "Quiero morir en el escenario". Lloraba oyendo al tenor catalán Emili Vendrell en el Ateneo de Tárrega. Me gustaban Jorge Negrete, las canciones napolitanas y las de moda de José Guardiola. Pasaba horas escuchando la radio en la casa Secanell, donde había un gramófono de "La voz de su amo" y mi abuela me dejaba tocar la pianola. Mi abuela paterna era viuda. Mi hermano mayor y yo vivíamos con ella en el primer piso de nuestra casa. En el piano de ese piso mi madre me dio las primeras clases.

- ¿Cómo siguió aprendiendo?

-Por insistencia. Me dejaban hacer música en verano y durante el recreo. La hermana Juana me enseñó solfeo y pasé horas en la iglesia escuchando al mosén Melé, que era organista. En el coro de Tárrega me enseñaron el canto gregoriano. El padre Foix me daba la segunda voz, yo quería la primera y se quejaba de que hacía lo que me daba la gana.

- ¿Cómo logró su primera guitarra?

-Tenía una sierra y con ella hice una capillita que le regalé a mi abuela, que me dio 100 pesetas. Mi tía la vio y me dijo: "Si me haces una capilla te compro la guitarra que quieres".

- ¿Qué hizo con ella?

-Aprobé Bachillerato a los 14 años y mi padre me preguntó qué regalo quería. Pedí ir a Francia. Me dio 2.000 pesetas y un pasaporte. Me dejó en la bodega que tenía en Andorra pensando que no me movería. Tomé un autobús a Latour-de-Carol, seguí a Toulouse y acabé en Bretaña. Me gané la vida durante mes y medio tocando la guitarra y cantando en terrazas y bares. Soy tímido pero no para cantar napolitanas, las de Emili Vendrell, "Malagueña", "Orfeo negro"... Me solté. Volví a casa con regalos para todos, dinero para mí y le devolví las 2.000 pesetas a mi padre, que quedó muy sorprendido y me dio más independencia porque vio que me espabilaba.

- ¿Pero de dejarle cantar...?

-No. Quería que estudiara en L'Ecole de Enologie de París y no fui porque se murió una persona que me iba a acoger allí. Fui a Barcelona a estudiar Ingeniería Industrial.

- Barcelona, 1960, 16 años, guitarra. Pero a su padre no le gustaba que fuera músico.

-Pero hubo un cambio. El tieto Antonio, que tenía farmacia en La Rambla, estaba vinculado al Liceo. Mi tío y mi padre me llevaron a casa de Eugenia Kemeny, que fue profesora de Montserrat Caballé, un día de verano para hacer una sesión. Se puso al piano, me pidió que hiciera unas escalas, me mandó tumbarme en el sofá, me puso unos libros en el abdomen, se sentó encima, me dijo que apretara y, para orgullo de mi padre, dictaminó que reunía las condiciones para ser un gran cantante de ópera. Mi padre no quería que fuera un cantante de fiesta mayor.

- ¿Cómo le fue con Kemeny?

-Me reñía mucho porque yo no quería cantar ópera. Un día me cabreé, le tiré la solfa y me encontré Rambla arriba, camino de la residencia, llorando y diciéndome "qué gilipollas eres". Ella me quería, había conseguido que me diera clases pero el orgullo me impedía llamarla... Ella me llamó. Me preguntó qué era lo que quería hacer y me enseñó toda la técnica que sé.

- ¿Cómo vivía en Barcelona?

-En la residencia de escolapios regentada por el padre Xirinachs, un hombre bueno con el que mantuve una larga amistad. También estaba Octavi Fullat, otro intelectual. Era una residencia progresista.

- Siempre rodeado de curas. ¿Creía?

-Tengo la educación de catecismo y algún contacto con algo que me dijeron que podría existir. En la Seu d'Urgell comenté a mi tío algo de entrar en el Seminario y me lo quitó de la cabeza. Dejé de ir a misa cuando pude. Cuando llegué a Barcelona tuve un planteamiento de la existencia. En mis primeras canciones grabadas hay un poema de mi primo Alfonso Costafreda Ribalta -un poeta de la generación de Barrall, Ángel González, Jaime Gil de Biedma-, que era diplomático en Suiza, en Naciones Unidas. El poema, inspirado por su pronta orfandad, dice "yo te pregunto, padre, qué es la muerte". Cuando hago el "Canto Espiritual" de Maragall siento que hablo con Dios. No me preocupa si hay alguien al otro lado. No soy ateo, ni agnóstico, ni nada. Respeto a la Iglesia. No creo que pida un cura en la agonía, pero ¿y si existe Dios? Soy buena persona y seré acogido.

- ¿Cómo siguió su carrera?

-Radio Tárrega, del movimiento, hacía el concurso "Brindis a la fama". Me presenté. Era el peor: un chaval de metro noventa a lo Elvis entre semiprofesionales. Gané el primer premio, reloj Duward y tres actuaciones: en Vilafranca del Penedés, Manresa y Andorra, donde canté con "Los Panchos".

- Ya ligaría.

-No, tenía fans pero era tímido. Luego espabilé un poco, pero he sido poco ligón.

- ¿Cómo ganaba dinero cantando?

-La tuna de Medicina no tenía cantante.

- ¡Fue tuno!

-Sí. Durante mucho tiempo me daba vergüenza que se supiera. Un tuno, Luis "Tate" Navarro -que tiene clínicas en Estados Unidos-, había contactado con una discográfica y grabamos "Villancicos de Madrid". Con lo que pagaron, alquiló un bus y fuimos a Alemania y Suiza. Íbamos al hotel, nos vestíamos, trabajábamos, contábamos la pasta y dividíamos en veinte partes.

- Buen negocio.

-"El Tate" y su socio, Wolfgang, abrieron cerca de Barcelona el restaurante El Cañón Colorado y me contrataron para tocar. La madre de Wolfgang, Dita, guapa y con mucho dinero, compró y restauró una masía e hizo el restaurante hotel Mi Burrito y Yo, en el que se comía muy bien y había habitaciones de alto standing para la alta burguesía de Barcelona. También me contrató. Me salió un contrato en el restaurante El Gato Negro y en un pub. Me independicé, compré un coche y dejé el Renault 4 que me había regalado Carlos Schama, un judío catalán, un día que me cogió en autoestop.

Segunda entrega mañana, lunes:

"No concibo la salvajada de Cataluña sin España"

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