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FEFI ARREGUI | Soprano

"Mi debut en Asturias fue todo un acontecimiento"

"Me descubrió Ángel Émbil en la Pola, estudié con Elvira de Hidalgo, que enseñó a María Callas, y actué con Campogalliani, maestro de Pavarotti"

Fefi Arregui, al piano, en su domicilio de Madrid. MODEM PRESS

Se dice que las estrellas que brillan con el doble de intensidad duran la mitad de tiempo. Y la soprano Josefina Arregui Fernández, "Fefi Arregui", brilló con mucha intensidad. "De mi carrera en la ópera se ha escrito que fue corta pero intensa. Y es cierto", reconoce Arregui, a la que los problemas de salud apartaron de los grandes teatros en su momento de más esplendor. Pero esta asturiana de Pola de Siero, donde nació el 3 de octubre de 1939, supo adaptarse a los tiempos y reinventarse para seguir brillando en los escenarios. Compartió escenario con los mejores, desde Plácido Domingo a Alfredo Krauss pasando por Carreras o Pedro Lavirgen, y actuó por todo el mundo encabezando un espectáculo mítico: "Antología de la zarzuela". Toda una epopeya para una mujer asturiana que entonó sus primeras notas en las calles y la iglesia de Pola de Siero.

La Pola. "Tuve una infancia maravillosa en la Pola. Empecé a cantar siendo muy pequeña. Iba todos los fines de semana con dos mujeres, "La Moños" y la hermana de "La Guaxa", a "La Fuentina", y las tres nos poníamos a cantar. A veces pasaba el tren al lado y nos gritaban los pasajeros. Yo cantaba siempre la primera, porque mi voz ya era diferente. Después empecé a cantar en la iglesia, con don Luis Vela, que era un cura de aquellos años. No era párroco y cuando lo cambiaron de sitio hubo protestas en la parroquia, porque lo queríamos mucho. Yo ya sobresalía entonces, y don Ángel Émbil, que fue quien me descubrió, me metió en el orfeón. Eran todas mayores menos yo, que era una cría con trenzas. Émbil fue también mi primer profesor de canto y música".

Conservatorio. "Yo iba a estudiar el bachiller a Oviedo, y cantábamos en el instituto. Como lo hacía muy bien, el profesor de religión me llevaba a cantar a la prisión y a otros sitios. Y la profesora de francés me oyó interpretar canciones en francés y comenzó también a llevarme a cantar de un lugar para otro, sobre todo a los hospitales. Se ve que no había mucho entretenimiento y como lo hacía bien y me gustaba, cada poco me decían: 'Josefina, mañana te recojo y vamos a cantar'. Un día, aquella profesora de francés me sacó del centro y en vez de llevarme al hospital, me llevó al Conservatorio de Oviedo, donde actué frente a unos señores. Al acabar, ellos se retiraron un poco a debatir, y yo los oía: discutían si era soprano lírica o ligera. Uno de ellos era Muñiz Toca, el director del conservatorio, que además era el hermano de aquella profesora de francés. Me matricularon y así empecé a estudiar allí".

Madre. "Al principio, en mi primer año en el conservatorio, no le dije nada a mi madre, Florentina Fernández, porque no le parecía bien. Mi padre, Evaristo Arregui, lo encajó mejor. Pero al final mi madre lo acabó entendiendo también. Era una gran mujer, que murió joven. Siempre digo que tuve una infancia muy bonita hasta que murió mi madre. Sufrí mucho por aquello. Luego cambió todo, sin ella ya no era igual".

Maestros. "En Oviedo empecé a ir a clases con Manuel Santullano, que era muy buen profesor. Después logré una beca en Madrid, donde trabajé con Lola Rodríguez de Aragón. Y cuando me fui a Italia estudié con otros grandes maestros como Elvira de Hidalgo, que era maestra de María Callas. Nos dejó a mitad de curso, porque la Callas quiso volver a cantar y se fue con ella. Pero lo entendimos: para mí, la Callas es la más grande. Nunca pude verla cantar en directo, pero era única. Yo conocí otras grandes divas, actué con grandes cantantes. Pero para mí la mejor siempre fue María Callas".

Madrid. "Cuando me tocó hacer la reválida no estaba preparada. Ya entonces, yo sólo quería cantar. Sucedió que la Diputación y el Banco de Siero me dieron una beca y gracias a ella pude trasladarme a Madrid a terminar la carrera de canto. No recuerdo ni el año, pero tendría 16 o 17 años. Por ahí. Madrid era divina. Vivía en una pensión en la calle Príncipe. El conservatorio estaba cerca de Gran Vía, en San Bernardo. Salía tardísimo y me iba a la pensión caminando, aunque estaba bastante lejos. Pero Madrid era de aquella una ciudad muy tranquila, maravillosa. Nada que ver con el bullicio que hay hoy en día. La Gran Vía estaba llena de cafeterías, nos sentábamos en la terraza y nos daba la una de la mañana hablando. Y después yo me volvía caminando, tranquilamente, porque era una ciudad muy segura. Aquellos años fueron una época maravillosa, y aunque sigo viviendo en Madrid muchas veces pienso lo que era la ciudad entonces y lo que es ahora. No tiene nada que ver".

Italia. "Tras completar los estudios en Madrid obtuve una nueva beca, para ir a estudiar a Milán. Tenía 23 años y estuve allí hasta los 28. Era una ciudad muy bonita también. Se hacía vida en el centro donde están la Scala, el Duomo, las galerías de Víctor Manuel... Yo salía con un chico italiano, comunista, aunque a mí nunca me interesaron los temas políticos. Aún hoy, voto a la persona. Es cierto que estando allí, y viniendo de España, me preguntaban por la Dictadura. Pero sucedió una cosa que a mí me abrió mucho los ojos. A Italia llegaban muchas sopranos del Este de Europa. Una vez invité a una de ellas a España, para que conociera el país, y me dijo que no podía viajar porque tenían que entregar el pasaporte en su embajada, al llegar a Milán. Yo pensé: 'Dios mío, a mí Franco no me quita el pasaporte'. A ellas se lo quitaban para que no se pudiesen marchar para otros sitios. Pensé: 'Esta dictadura es peor que la nuestra'. Como digo, se me abrieron un poco los ojos. Pero los extremos no me gustan, y la política nunca me interesó. Mi padre sí que se metió mucho en política, y toda la familia tuvo muchos problemas por eso".

Debut. "Aún en Italia empecé a hacer algunas cosas, sobre todo conciertos. Actué varias veces con Ettore Campogalliani al piano, que fue profesor de Luciano Pavarotti y Mirella Freni. Incluso gané varios concursos. Pero ya con 28 años volví a España para debutar en el Teatro Campoamor, en Oviedo. Fue con un 'Rigoletto', que gustó mucho, salió muy bien. Tenía nervios por debutar en casa, y además me acompañó en el teatro mucha gente que acudía desde Pola de Siero. Pero cuando se es joven, puede más el deseo de querer hacerlo bien que los nervios. Aquella ópera fue todo un acontecimiento en Asturias, una experiencia muy bonita. Eran otros tiempos, en los que la lírica española estaba en todo lo alto. Ahora está de capa caída, y es todo por culpa de los mandatarios que hemos tenido en el ámbito de la lírica en estos últimos años".

Segunda entrega mañana, lunes:

"Un tumor en la garganta me obligó a dejar la ópera, pero después di la vuelta al mundo con 'Antología de la zarzuela'"

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