La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vestir de asturiano como dice la tradición

Los errores más comunes a la hora de llevar el traje regional son calzar sandalias, alpargatas de cuña o zapatillas, así como ir sin medias, usar gafas de sol y relojes modernos

Una mujer con zapato negro de vestir. R. M. M.

Cada vez son más los vecinos que se animan a vestir el traje regional para dar la nota de folclore a las fiestas patronales de su pueblo. Es una estupenda tendencia al alza que hay que aplaudir, pero los expertos piden que se haga cuidando ciertos detalles, pues no todo vale, por respeto a la tradición y a las costumbres de nuestros ancestros. Pero lo cierto es que se pueden llegar a ver auténticas barbaridades, sobre todo a la hora de vestir a los niños.

El calzado se lleva la palma, pues son muchos los que no se cortan a la hora de colocarse unas botas de monte, sandalias o zapatillas de deporte para estar más cómodos a la hora de llevar el ramo en la procesión.

Valentín Fuente, gaitero y presidente de la Asociación de Folclore "Amigos de la Tradición", da una serie de pautas, a modo de guía, para evitar cometer los errores más comunes a la hora de vestirse de asturiano. Recomienda "no fijarse tanto en el color como en la forma" del traje, pues aunque la mayoría tiene en mente el color rojo, sobre todo para las mujeres, éste es el que hace años impuso la Sección Femenina de la Falange, ya que en la posguerra el franquismo hizo una utilización política del folclore. Pero la falda en ellas y el pantalón en ellos pueden ser además de otros colores: rojo, verde, negro?

En el caso de las mujeres, la falda (saya) es una de las principales prendas y "aunque la Sección Femenina la marcó a media pierna y la tendencia es hacerla más corta, es hasta los tobillos", apunta Fuente, que defiende ese largo. Explica que las tiras negras que suele llevar tenían una función, su origen no es meramente estético: tapar los paños que se iban cosiendo para ir ganando largo cuando la dueña crecía.

Debajo de la saya se viste la ropa más íntima: refajo (refaxu) y pololos. Fuente recuerda que antaño era frecuente llevar bastante ropa para dar volumen y aparentar kilos, porque entonces, en tiempos de tanta necesidad, se consideraba que era signo de mayor riqueza y prosperidad. Pero la picaresca llevaba a los mozos a pinchar con un alfiler a ver si debajo había demasiada ropa y descubrir el engaño si no chillaba.

Encima de la saya se coloca el mandil, que admite varias opciones, desde los más sencillos hasta los más recargados en pedrería. Eran de diseños muy variados y se adecuaban a las diferentes ocasiones y momentos de la vida cotidiana. Así, por ejemplo, los mandiles grandes y largos que casi cubrían la saya por completo tenían su sentido. Se buscaba así que no se ensuciara la falda y eran los que se utilizaban para trabajar. Pero los días de fiesta optaban por otros más pequeños y lucidos. Así se explica también en la guía realizada por Gloria Roza, que editó el Principado en 2005, para aprender a conocer mejor el traje regional asturiano.

La camisa ha de ser blanca de manga larga y encima va el xustiyu (especie de chaleco), que es otra parte del traje femenino sobre la que se coloca el dengue, que, a veces, va decorado en pedrería, pero también los hay más sobrios. Es una especie de capelina que se viste sobre el xustiyu o xugón (de manga larga) y era la prenda de abrigo más utilizada.

Con estas partes del traje regional no suele haber problemas, pero surgen, por ejemplo, en verano con las medias. Han de ser blancas o azules, recomienda Valentín Fuente, y nada de ir en piernas, por mucho calor que haga. En cuanto al calzado, lo adecuado es llevar zapato negro de vestir. No se admiten alpargatas de cuña modernas, que suelen ser muy recurrentes. Otro error muy habitual es a la hora de colocar el pañuelo en la cabeza, pues el pelo ha de ir recogido. Es frecuente ver esta prenda sobre la melena o simplemente el pelo suelto. Fuente agrega que el pañuelo no tiene por qué ser blanco, admite otros colores y distintos tejidos.

Hay que evitar llevar complementos modernos como gafas de sol o relojes de pulsera propios de esta época. Mejor de bolsillo. Tampoco procede llevar bolso, en el caso de mujeres, o mochila, para eso está la faltriquera. En cuanto a las joyas, han de ser acordes a la época, más bien de metal, azabache o coral. Los pendientes, por ejemplo, tenían su simbología, pues en función de si eran de una o dos caídas delataban si la moza estaba soltera o casada. El maquillaje también ha de ser discreto, como era entonces.

Los errores que comenten los hombres son muy parecidos. Tampoco está bien visto que lleven gafas de sol con el traje regional, y el reloj procede de bolsillo, no de mano. En cuanto al calzado, se requiere zapato negro de vestir o borceguíes (botines). Durante un tiempo, coincidiendo con las directrices de la Sección Femenina, en lugar de llevar el calzoncillo blanco debajo del calzón, cosían un trozo de puntilla blanca, "pero queda feo". Defiende el uso de la montera porque "es la prenda y símbolo más asturiano". El pico tenía su función. Los domingos o para ir a cortejar se ponía hacia arriba porque a las mujeres les gustaban los mozos gayasperos, destaca. Pero se bajaba para protegerse del sol a la hora de afrontar las labores del campo o para que no pasara la grana o la hierba hacia el cuello cuando se cargaba al hombro un montón con la traenta. Pero "al perder estas funciones, se trata de una cuestión estética", explica.

La capa, aunque se puede pensar que es una prenda de abrigo, es utilizada en los momentos más solemnes, como la fiesta mayor del pueblo o si se ejerce de novio o de padrino en una boda.

La boina, aunque se pueda pensar que es muy asturiana, porque se extendió y popularizó su uso, Valentín Fuente recuerda que las primeras llegaron de mano de los vascos que venían a trabajar a la minería. Aquéllas eran rojas, pero no era un color muy práctico para entrar en la mina, así que empezaron a usarse más las negras.

Es habitual ver la indumentaria de pantalón azul de mahón (que no vaquero, como también se lleva, sin tener en cuenta que antaño no era una prenda usada) con faja y boina, que es "un invento folclórico ligado a la minería".

Llevar una vara de avellano sí que es una costumbre muy asturiana, por su utilidad a la hora de apartar la maleza, como defensa si salía una culebra al camino y, por supuesto, para guiar al ganado. Puede decirse que no faltaba la vara de avellano en la mano, costumbre que mantienen los ganaderos.

Compartir el artículo

stats