"España es una primera potencia en tapices. En la Edad Moderna, los principales centros de producción de tapices estaban en los Países Bajos. Y sus principales clientes eran los miembros de la nobleza española, porque tener un buen tapiz, o varios, era un signo de distinción y de prestigio", afirma Antonio Sama, doctor en Historia del Arte y conservador de la Real Fábrica de Tapices, localizada en Madrid.