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ANTÓN GARCÍA | Escritor y editor

"Mi retraimiento adolescente me permitió entrar en la poesía a saco"

"En la casa de Riego vivían mi abuela y mis tíos; el campo no daba para restauraciones y era una casona en ruinas con ventanas que no cerraban"

El escritor y editor Antón García, en el Campillín de Oviedo. MIKI LÓPEZ

-Nací en Tuña el 23 de agosto de 1960. Había 70 casas abiertas, 250 habitantes. Agricultura y ganadería convivían con la industrialización de la central, la térmica de Soto de la Barca, el embalse de Calabazos, que salvó al pueblo porque dio empleo. La emigración seguía: tengo primos en Australia.

- ¿A qué se dedicaba su padre?

-Antón de Murueco se definía como desertor del arado. Emigró a Argentina, volvió justo para que le estallase la Guerra Civil, aprendió los oficio de relojero y de fotógrafo y trabajó en la construcción de la central de La Florida, allí se quedó y se jubiló.

- ¿Cómo era?

-Una buena persona, con muy interesante formación autodidacta. Leía LA NUEVA ESPAÑA, las novelas de Noel Clarasó, Wenceslao Fernández Flórez, Galdós y Víctor Hugo y literatura en asturiano: la poesía de García Oliveros, Pachín de Melás, Mario Gómez y recitaba "La polémica de Andalucía y Asturias". Era de 1911. En el mundo rural casaba pronto el meirazu (hijo mayor) y los demás podían quedarse en casa pero solteros. Se casó cuando entró en la central de La Florida.

- ¿Y su madre?

-Era y es ama de casa. Nació llamándose Cunceición. Entró a servir en casa del secretario del Ayuntamiento de Belmonte, donde decidieron que se llamara Concha. Es una buena mujer, muy preocupada de sus hijos, de las relaciones que teníamos y de los estudios y por la vida social y política. Fue mi primera lectora. Lee novelas y, arrastrada por mi actividad, ensayo y poesía. Hace un potaje y unas croquetas que no se encuentran.

- ¿En su casa querían que estudiaran?

-Mi hermano Javier fue un lector precoz y en casa tuvieron claro que había que aprovechar eso. Desde hacía más de cien años, con algún cura, no había habido nadie con estudios superiores. No pensaron tanto en mí.

- ¿Dónde estudió?

-En la escuela masculina de Tuña. Un día murió el profesor, de un derrame cerebral, en clase. Vino otro maestro, se puso malo, luego otro... En casa decidieron llevarme a la escuela de Soto de la Barca, a cuatro kilómetros, donde la empresa de mi padre. El profesor, Sixto Castiñeira, comentó a mis padres que debía hacer Bachillerato. Hice primero con él y nos examinábamos en Tineo. La empresa nos puso un transporte y fuimos a estudiar Bachiller Elemental al Instituto de Cangas del Narcea. Hice el superior en el Instituto de Salas, donde Castiñeira me dio Latín y Griego.

- ¿Cómo era Castiñeira?

-Es de la vieja escuela. Su enseñanza era dura y memorística, pero consiguió interesarnos en muchas cosas. Lo que aprendí con él de Latín y Griego me sirvió para sacar los tres años de la Universidad sin pisar las aulas.

- ¿Qué ambiente ideológico tenía en casa?

-Mi abuelo Xuaco había formado en Tuña Unión Patriótica, el partido de Miguel Primo de Rivera. Por reacción mi padre simpatizó con Juventudes Socialistas Unificadas, seguramente porque el relojero de Cangas del Narcea con el que se formó tenía esa ideología. Cuando empezó la guerra alguien lo denunció, lo detuvo la Guardia Civil y en Galicia, como única alternativa al consejo de guerra, se alistó en los regulares. Fue al frente: Teruel, batalla del Ebro y campaña de Cataluña.

- ¿Hablaba de la guerra?

-No. Le traumatizó. No iba a la Descarga de Cangas del Narcea porque le recordaba los bombardeos. Mucha gente lo identificó con el franquismo, pero lo recuerdo crítico y preocupado por cuestiones sociales en los años 60. En los últimos años de Franco hablamos de política y su ideología estaba cerca del PSOE o Izquierda Republicana.

- Su hermano le lleva cinco años.

-Un hermano estacional. A los 10 años inició el Bachillerato en Corias y venía algún fin de semana y vacaciones. Coincidimos en el Instituto de Cangas. Es maestro jubilado.

- ¿Cómo fue su niñez?

-Feliz. Dejar las madreñas a la entrada de la escuela, vivir apasionadamente los recreos, comer en casa, volver a la escuela y jugar al pañuelo o a la vitoria una hora antes de volver a entrar. Fui un estudiante mediano y un buen crío. Mi contacto con la vida campesina fue ayudar a los tíos paternos, ganaderos, en la hierba, recogiendo ablanes y castañes, llevando las vacas al agua...

- La casa paterna era la del general Riego.

-Allí vivían mis tíos y mi abuela: vacas abajo, planta noble y otra planta. Una casona en ruinas con ventanas que no cerraban. El campo no daba para restauraciones.

- ¿Descienden de Rafael del Riego?

-No. La casa de Riego se cierra a principios del XIX, cuando el padre del general emigra a Oviedo. Mantiene activas las fincas a través de unos criados, hidalgos, de los que vengo. En 1835 pasa a ser nuestro. Había mucha relación. Ramón Álvarez es el criado de campaña que va con Riego a proclamar la Constitución y le acompaña hasta la horca.

- ¿Cuándo quiere ser escritor?

-En Salas. La profesora de Literatura enfermó y su marido, Luis Cochón Touriño, director del colegio, nos hizo un comentario del soneto de Garcilaso "En tanto que de rosa y azucena". Me pareció maravilloso narrar una historia contando versos, poniendo los acentos en su sitio, rimando... Llegué a casa y escribí un soneto bien medido y bien rimado pero malo. Yo, que nunca había leído poesía, decidí ser poeta en la vida. Imitar a Garcilaso pone el listón muy alto, pero es una buena escuela. Mi temática, adolescente, era amorosa -la ausencia de la amada, que era ideal- y, a petición de amigos, humorística.

- ¿Empezó a leer?

-Leí la historia de la literatura española por orden. Boscán, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, el Barroco, la Ilustración, que no me interesó nada, los románticos, Machado. A los 17 años llegué a la Generación del 27 y me fascinó Lorca y su "Romancero gitano".

- ¿Qué adolescente fue?

-Hipertímido. En el último curso en Cangas del Narcea, pasaron una encuesta en la que nos preguntaban qué queríamos ser de mayores. Dije que actor y noté que los profesores dejaban de tomarme en serio. No debía estar muy contento conmigo mismo y me gustaría representar otro papel.

- ¿La poesía le volvió hacia dentro?

-No. El retraimiento me permitió entrar por la poesía a saco.

- ¿Las chicas?

-Llegaron después, en Salas, y ahí, con unos compañeros que crearon buen ambiente y rompieron mi aislamiento, descubrí la importancia de los amigos, las partidas de futbolín y que la vida no es estar solo.

- ¿Era un poeta secreto?

-Bastante. Mi padre estaba jubilado y la familia se trasladó a Oviedo para que mi hermano preparase oposiciones y yo empezara en la Universidad. La poesía formaba parte consustancial de mi vida y pensaba que en la Universidad literaria de Oviedo encontraría otros escritores y vida cultural. La decepción fue tremenda. Me matriculé en Derecho en 1977 en una Universidad hiperpolitizada.

- El año que vino Santiago Carrillo.

-Allí quedé mirando cómo se pegaban la extrema derecha y la extrema izquierda. Me interesaba la política, pero no esa realidad... ni Derecho. Quería ser Spencer Tracy y me encontré que cada quince días tenía que memorizar 100 folios de letra muy apretada y enfrentarme a exámenes orales. Me dediqué en cuerpo y alma a la poesía.

- El año siguiente pasó a Filología.

-Quería una buena formación en literatura. No sabía que no se podía vivir de la poesía y no me gustaba dar clases. Pero nunca me importó trabajar en cualquier cosa. Di vacaciones en una empresa, como secretario, y con el dinero saqué mi primera revista de poesía, "Criterios". Llegaron a salir ocho números y colaboraron Julio César Iglesias, José Luis Caramés, Juan Magaz... En "La Voz de Asturias" cobré suscripciones, anuncios y trabajé de "Grapo", grapando el colorín sábados y domingos de 12 a 3 de la mañana. Así conocí bares como el Transporte.

- ¿Qué interés político tenía usted?

-Contrasté mi base política con mi padre. Muerto Franco descubrimos que aquellos veraneantes, Lalo Albizu, Nicolás Redondo y mi amigo de infancia y maravillosa persona Patxi López, estaban en el PSOE. En Tuña, en 1977, la sociedad campesina era conservadora y franquista y Albizu era la modernidad y mayor apertura política. No me dejaban militar porque era menor de edad, pero levanté acta de reuniones y pegué carteles.

Segunda entrega, mañana, lunes:

"En Barcelona aprendí la normalización lingüística, la edición, catalán y portugués"

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