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La bronca del gamo

El cérvido manchado, introducido en 1960 en la sierra del Sueve con fines cinegéticos, mantiene su tirón venatorio y ha cobrado interés turístico, pero también ha extremado su impacto negativo en el ecosistema

La bronca del gamo

El gamo es una de las señas de identidad de la sierra del Sueve, al lado de los ponis asturcones y de las tejedas. Sin embargo, el cérvido manchado es un impostor, un intruso. Llegó de la mano del hombre en 1960, introducido como especie cinegética, como atractivo de la Reserva Nacional de Caza del Sueve, creada el año anterior. Y no solo se ha quedado, sino que enseguida proliferó, generando serios problemas ecológicos y agroganaderos. Actualmente, la contemplación de su ritual de celo, la ronca -en octubre-, es un recurso turístico, como lo son las salidas a la sierra para fotografiarlo. Además, el gamo mantiene su gancho, y su rendimiento, como pieza de caza. Pero cada vez son más las voces que exigen un control severo de su población, cuando no su erradicación, en beneficio del equilibrio ecológico en el Sueve, de la regeneración de las valiosas tejedas milenarias, y también de la cabaña ganadera y de las explotaciones agrícolas de la zona.

Los problemas que han sucedido a la introducción del gamo ya los anticipó, en 1980, el ingeniero agrónomo Miguel Ángel García Dory, quien advertía en su monografía dedicada al poni asturiano de que esta especie, "que se encuentra aquí sin prácticamente enemigos ni competidores naturales, se ha reproducido vertiginosamente", de modo que "los daños que que causa a campesinos y ganaderos son cuantiosos, y sin duda es una de las causas del rápido declive de los caballos asturcones". El libro de García Dory y otras iniciativas contemporáneas marcaron un punto de inflexión, el principio del resurgir del asturcón, aunque el gamo se ha mantenido como una espada de Damocles sobre el futuro de este équido en la sierra. Y la incertidumbre no concierne sólo al asturcón. El gamo esquilma los pastos hasta el punto de erosionar localmente el suelo, y esto afecta a todo el ganado del Sueve, y hay mucho. Precisamente, la abundancia de reses multiplica el impacto del gamo en el ecosistema.

La tejeda, uno de los bosques más antiguos de Europa, también sufre la sobrepoblación de gamos, pues éstos devoran los plantones (que no tienen la toxicidad que protege a los árboles desarrollados) e impiden la regeneración del bosque. Aunque no son los únicos causantes de esa situación, pues en ella también tienen que ver el propio ramoneo del ganado y las quemas de matorral (en cuyo seno crecen los jóvenes tejos).

El conflicto del gamo, por otro lado, no es privativo de Asturias, ni de España. Ha sido introducido en una cuarentena de países y en todos o la mayoría de ellos ocasiona problemas por su impacto sobre los árboles y sobre los cultivos, magnificado por su facilidad para multiplicarse y alcanzar elevadas densidades de población. Además, su capacidad de adaptación lo convierte en una amenaza potencial para competidores menos versátiles, como el corzo, a los que llega a desplazar. Por otra parte, el gamo tiene pocos enemigos naturales, que en Asturias casi se limitan al lobo; únicamente el hombre, a través de la caza, ejerce una regulación efectiva de las poblaciones de gamo, que en el Sueve alcanzaron los 1.264 animales en el censo realizado en 2003, una cifra muy elevada que llevó a incrementar el cupo de caza para reducirla.

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