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NELLY FERNÁNDEZ ARIAS | Exsenadora, exdiputada regional y exconcejala socialista del Ayuntamiento de Avilés

"Pasamos a Francia andando, como los refugiados de ahora"

"Estuve en el primer congreso del partido, en diciembre de 1976, cuando todavía no estaba legalizado; no sabíamos que estábamos haciendo historia"

Fernando Arias, con su nieta Nelly Fernández en el regazo.

"A nosotros la guerra nos deshizo totalmente la vida". El conflicto armado y la represión franquista marcaron de forma indeleble la vida de Nelly Fernández Arias, la avilesina nacida en Pravia que rompió todas las barreras de su tiempo y condición. Se implicó en política desde joven, en la clandestinidad. Luego fue concejala, diputada regional y senadora con el PSOE, así como presidenta de la asociación de mujeres progresistas "8 de Mayo". En los últimos años presidió Cruz Roja de Avilés y ahora, con los 85 ya cumplidos, es navegadora asidua y confesa por las redes sociales y sigue haciendo partido allá donde va. "Me faltó ser presidenta", bromea.

Nelly se llama Nelly por la protagonista de "El abuelo", de Pérez Galdós, explica mientras se coloca la mañanita de lana que heredó de su suegra. "Yo nací en Pravia. Pero mi madre era de Avilés, igual que mi abuela, mi bisabuela, mi tatarabuela... Y mi padre era de Pravia". A su abuela praviana la llamaban Pepa Malba (de Balbina). "Hacía un pan riquísimo. Se casó sin nada de nada, pero era una trabajadora tan tremenda que puso tienda a una de mis tías y a mi padre, cuando vino de la mili, una imprenta. Pidió a Alemania toda la maquinaria, de lo mejor".

Encima de esa imprenta de Pravia pasó sus primeros años de vida la futura senadora, que nació en abril de 1932. "Cuando tenía 3 años ya me habían hecho el uniforme y todo para ir al Santo Ángel... Pero llegó la guerra". Y eso lo cambió todo. Su abuelo materno, Fernando Arias, dirigente socialista, les recomendó que mudaran su residencia a Avilés, para estar todos juntos. "Creyó que el golpe de Estado duraría tres meses como mucho". No fue así. "La gente empezó a marchar porque empezaron los bombardeos. En Avilés hubo unos bombardeos tremendos. Y entonces mi abuelo dijo que marcháramos, y que si duraban más también el resto de la familia se reuniría con nosotros. Al final no les dio tiempo".

La última vez que Nelly Fernández vio a su padre fue en el muelle de San Juan de Nieva, sobre la cubierta del barco inglés que había de llevarla junto a su madre, sus dos hermanos y su tía a Burdeos. Era el 9 de septiembre de 1937, semanas antes de que entraran en la ciudad las tropas franquistas. "Me cogió en brazos para darme un beso, a mí y a mis dos hermanos, más pequeños. Luego él se quedó en Avilés. Estaba en el frente. No estaba afiliado a ningún partido ni nada, y era católico, pero primero lo metieron preso en la plaza de toros y acabó en la cárcel de Celanova (que era un monasterio, el de San Rosendo). Se enfermó, el no saber nada de nosotros también influyó, y allí murió. Tenía 33 años".

El barco que llevaba a los refugiados tardó tres días y tres noches en llegar a Burdeos, porque tenía que burlar, escondiéndose, el acoso del "Cervera", que lo perseguía. "Cuando llegamos a Burdeos nos metieron en un tren para pasar los Pirineos. Después de dos días en la estación por fin pasamos a Cataluña, que todavía no había caído. Allí estuvimos siete meses, en Llinás del Vallés. Desde allí veíamos unas llamas tremendas de cómo estaba ardiendo Barcelona. Hay varias cosas que se me quedaron grabadas, y una es ésa. Estuve muchas noches acordándome y llorando. Hasta que tuve novio, que fue cuando dejé de llorar".

Ser de familia socialista fue una ventaja en aquellas condiciones de penuria. "El PSOE organizó muy bien a los refugiados en Cataluña. Mi madre iba a buscar a Barcelona una paga por cada hombre que había quedado luchando en el frente. Nosotros teníamos a mi abuelo, a mi padre y a los cuatro hermanos de mi madre". La memoria de aquellos días asalta a Nelly Fernández cada vez que ve en la televisión imágenes de refugiados. "Cuando pasamos para Francia salimos primero en un camión de milicianos, pero le cayó una rueda y tuvimos que ir andando. Llovía, éramos siete niños pequeños, a mi hermano tenía que llevarlo mi madre en cuello. Fue una cosa tremenda, como lo que vemos ahora en televisión. Tuvimos que ir andando hasta Figueras para pasar luego a Francia. Una noche dormimos en el prao, lloviendo encima de nosotros. Al día siguiente fuimos a una agrupación socialista, mi abuelo nos había dado una carta para enseñarles, nos dejaron dormir allí y luego nos pusieron un autobús y pasamos la frontera".

Ya en Francia los acogieron en un "pueblín pequeño", Villefranche-de-Lauragais, cuyo alcalde era socialista. "Llegamos por la noche y tuvimos un susto tremendo porque nos metieron en una cárcel que ya no lo era, pero estaba asquerosa, y allí dormimos en la paja. Luego ya nos dijeron que podíamos buscar trabajo y casa. Mi madre tuvo que ponerse a trabajar en un restaurant". Allí vivieron tres años. "En ese pueblín había una escuela pública y un colegio Santo Ángel que sólo abría durante las vacaciones y enseñaban a bordar, música... cosas de arte. Mi madre quiso meternos, pero primero no nos querían admitir porque creían que no estábamos bautizados. Eso era por la propaganda que la derecha estaba haciendo en Francia, distribuían un almanaque de un señor cogiendo a un bebé y clavándole un puñal. Por suerte mi tía llevaba entre sus cosas una foto de ella de primera comunión, se la enseñó a las monjas y ya vieron que no éramos unos salvajes".

Por difícil que fuera la situación que Nelly Fernández vivió en Francia, peor era la que le esperaba en casa, el drama que tuvo que asumir no sólo con la muerte de su padre, sino también de su abuelo y de otros cuatro parientes. Lo cuenta tranquila, pese al horror que encierran sus palabras. "A mi abuelo le metieron en la Quinta de Pedregal y lo primero que hicieron fue sacarle los ojos con un paraguas. Al final acabó descoyuntado, le sacaron todos los huesos. Fue algo espantoso. La prueba es que en Avilés no hay nadie que defienda lo que pasó allí". Su abuela no supo lo que había ocurrido con su marido hasta que las refugiadas regresaron a Avilés, en 1942. "Se lo comentó una vecina sin saber que ella no sabía qué había pasado. Después de eso tardó siete años en salir de casa, no quería ver a nadie".

Poco a poco la vida de Fernández Arias fue volviendo a la normalidad, aunque con un entorno familiar hundido por las circunstancias. Por eso confiesa que fue tan importante para ella el instituto, el Carreño Miranda. "Para mí fue una isla de paz, era donde me encontraba bien. En mi casa era todo tristeza". Y en aquel contexto implicarse en política fue tan natural como el comer. "Mi marido, de la que nos casamos, me decía: '¿En tu casa no se habla más que de política?' Y yo le contestaba: 'Tu madre y tu tía hablan todo el tiempo de su padre, que murió en la cama a los 60 años. El mío murió en la cárcel a los 33, ya me dirás de qué vamos a hablar nosotros' ".

A su marido, Manuel Marcos, lo conoció en Pravia, donde Nelly Fernández comenzó también la vida activa de política. "Empezamos a tener reuniones, mi primo y yo nos metimos en Acción Católica, ya que las asociaciones en las que podías trabajar si querías hacer algo eran o Falange o Acción Católica. Allí fue donde conocí a mi marido. Tardamos ocho años en casarnos. Él era procurador de los tribunales en Pravia. Después nos casamos y en Avilés empezó a trabajar en una empresa. Murió en 2002".

Fruto de ese matrimonio nacieron dos hijas a las que, de pequeñas, Nelly Fernández mandaba por los buzones para repartir de forma clandestina propaganda antifranquista. "Mi madre se indignaba mucho de que mandara a mis hijas. Todavía tengo por ahí listas de los nombres a los que mandábamos propaganda: jueces, bares, curas...". Esa propaganda partió de la relación que su primo praviano estableció con unos curas antifranquistas que llegaron de Cataluña. "Empezaron a mandarnos cosas, nos pusieron en contacto con vascos, nos trajeron libros para que yo los distribuyese...".

Para que no les encontraran el material muchas veces lo escondía en el colegio de sus hijas, el Santo Ángel. "En aquel entonces no sólo no había plazas en la escuela pública, sino que eran más progresistas los colegios de monjas y de curas que los públicos. Cuando los últimos cinco fusilados de Franco, pedimos desde la asociación Justicia y Paz firmas para mandárselas al Papa Pablo VI, para que intercediese ante el Gobierno de Franco y no los matase. Y gente que hoy está en el PC y en el PSOE no firmaron, pero las monjas del Santo Ángel sí".

Socialistas y comunistas trabajaban codo con codo en aquella época. "Los de la HOAC nos reuníamos en un sitio que llaman La Parada, que era una casa de la Iglesia, subiendo hacia San Cristóbal. Cuando el cardenal Morcillo vio que todos estos movimientos supuestamente vinculados a la Iglesia eran realmente de izquierdas, contra Franco, los quitó todos. Dejó sólo Acción Católica". Lo que más miedo daba a Nelly Fernández de aquella implicación política no era la amenaza de cárcel, sino de desprestigio. "Te ponían algún sambenito, como que corrompían niños, y ahí te quedabas con él. Era peor eso que la cárcel".

La noticia de la muerte de Franco le llegó a esta socialista por las ondas. "Nosotros oíamos la BBC de Londres en español a las dos menos cuarto. Y a las diez de la noche Radio París, también para España. A las once, la Pirenaica, pero no era muy fiable. Y estando comiendo, a las dos menos cuarto, fue cuando nos enteramos de que había muerto Franco. Yo tuve miedo de que armaran otra. Afortunadamente se hizo bastante bien".

Con el régimen franquista la cúpula del Partido Socialista había emigrado a Francia. Y en España comienza a fraguarse un movimiento alternativo, el Partido Socialista Renovado, del que Nelly Fernández formó parte desde el principio. "En el primer congreso que se hizo en España, que fue cuando todavía el partido estaba tolerado pero no legalizado, en diciembre de 1976, ahí estaba yo, en Madrid. No sabíamos que estábamos haciendo historia. Había cantidad de chavales viéndonos en la puerta del Congreso, como si fuéramos héroes". En Avilés la agrupación también fue tomando forma, con la tapadera de un Centro de Estudios Sociales que un grupo de personas, entre ellas Fernández, puso en marcha en la calle Palacio Valdés. "Luego seguimos. Y ahora ya hay cantidad de gente que no conozco".

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