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"Se estaba radicalizando, pero no supimos a quién pedir ayuda"

El supuesto adoctrinador detenido el lunes en Sagunto (Valencia) pudo haber sido el instructor del joven marroquí Ismail Maliki, que se suicidó en Bagdad en 2015 en un atentado que causó 33 muertos y cuya historia reconstruye este reportaje

"Se estaba radicalizando, pero no supimos a quién pedir ayuda"

Mohamed Alla El Bakhti, de 47 años, fue detenido a primera hora del pasado lunes como presunto yihadista por supuestamente adoctrinar y radicalizar a jóvenes magrebíes.

Agentes de la Brigada de Información de Valencia y de la Comisaría de Sagunto, bajo la coordinación de la Brigada Central de Información de Madrid, entraron en su domicilio de la calle Albalat, en Sagunto, donde residía desde hacía más de doce años. El martes lo condujeron a Madrid para llevarlo ante el juez en la Audiencia Nacional.

Según la acusación que pesa sobre El Bakhti, uno de esos jóvenes es Ismail Maliki, de 26 años, fallecido a principios de 2015 en un atentado cometido en Irak que costó la vida a decenas de soldados iraquíes y heridas a más de cincuenta.

Ismail Maliki, el joven marroquí afincado en Sagunto (Valencia) que en 2015 acabó convirtiéndose en un terrorista suicida y causó una masacre con 33 muertos cerca de Bagdad (capital de Irak), había llegado a España dispuesto a labrarse un futuro mejor.

Colaboraba en casa de unos familiares en todo lo que pedían, pero de llevar la vida de un "buen chico" pasó a dejarse barba como ordena el Estado Islámico, a estar cada vez más encerrado en sí mismo y a hablar en casa "sólo de un tema": la justificación de los atentados yihadistas.

Así lo explicaban a "Levante-EMV" (del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA) personas muy cercanas a él, que insistían en que su proceso de radicalización se produjo "muy rápido, en tres meses", sin que sirvieran de nada los intentos de los amigos de su comunidad para frenar esa espiral y hacerle cambiar de opinión.

Como explicaba un familiar con el que Maliki había convivido dos años desde su llegada a Sagunto en 2012: "Veíamos que se estaba radicalizando y hablábamos con él, diciendo que todo eso eran tonterías. Le pedimos ayuda a su madre, para que le convenciera de que así no podía seguir. Ella lloraba y todo, pero él no hacía caso... En ese momento, no supimos a quién pedir ayuda. Él estaba en situación irregular y no queríamos crearle problemas de permanencia en España si avisábamos a la Policía".

"Si entonces yo hubiera estado seguro de que después iba a hacer lo que hizo", prosigue, "desde luego hubiera sido mejor llamarles para evitar todas esas muertes. Pero, en ese momento, creíamos que podríamos solucionarlo".

Mientras crecía la obsesión de Ismail por la causa yihadista, aumentaron sus visitas al piso de Mohamed Alla El Bakhti, el hombre de 47 años detenido el lunes pasado en Sagunto acusado de adoctrinar, captar y enviar combatientes al Estado Islámico.

En teoría, el joven iba su casa a ver el fútbol, aunque a veces volvía de allí a las dos o las tres de la madrugada, desvela un familiar. Aun así, este último no tiene del todo claro que fuera adoctrinado allí, como sostiene la Policía, y apuntaba a otro factor. "Yo creo que la culpa es de internet y los teléfonos móviles. Ahí tienen todo al alcance", critica el pariente de Maliki.

Tras discusiones constantes con él por su justificación del terrorismo, Ismail fue expulsado de ese hogar y marchó a vivir unas semanas con otro hermano a una localidad de L'Horta Nord (La Huerta Norte, una comarca del centro de la Comunidad Valenciana), para irse poco después a Marruecos. De allí regresó en patera al cabo de un tiempo a ese mismo municipio de L'Horta.

Su periplo siguió con un viaje a Italia y a Suiza que, a juicio de su familiar, fue clave en el "horrible final" que tuvo.

"Él fue interceptado sin papeles en aquel país, se hizo pasar por menor de edad y acabó recibiendo del Gobierno suizo unos 5.000 euros para que pudiera regresar a Marruecos, montarse un negocio y ganarse la vida".

Con ayuda de un amigo, según explica esta fuente, Ismail logró cumplir todos los requisitos que le pedían para lograr la ayuda de Suiza, diciendo que tenía un local e iba a montar una tienda.

Con la excusa de comprar mercancía para ese comercio, se fue a Turquía a finales de 2014 y ya no volvió con vida.

"Por lo que supimos después, desde ahí ya viajaría a Irak y se uniría al Estado Islámico. Es un viaje que él nunca hubiera podido hacer sin esos 5.000 euros. Nosotros le dábamos comida, ropa y un lugar para dormir, pero nada de dinero", apuntaba al rememorar lo sucedido sin ocultar que, para ellos, "es muy duro recordarlo todo". Como para cualquier familia, es una desgracia que un buen chico se convierta en un terrorista suicida y se muera matando a un montón de gente: "Eso no entra en la cabeza de nadie que practique el Islam".

El Ministerio del Interior ideó en diciembre de 2015 un sistema para que los ciudadanos denuncien de manera confidencial y segura las sospechas de radicalización en su entorno: la página web www.stop-radicalismos.es, el correo electrónico stop-radicalismos@interior.es, el teléfono gratuito 900822066 y la app Alertcops. El teléfono para informar de manera confidencial es el 900822066.

Desde que Interior puso en marcha la campaña "Stop radicalismos", el teléfono gratuito había recibido, hasta marzo pasado, 3.179 llamadas. El 35 por ciento de ellas resultaron viables, es decir, de interés policial.

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