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"Mort Cinder", esplendor, muerte y cenizas de Alberto Breccia

El historietista hizo su obra maestra con su esposa, Neli García, hija de asturianos, muy enferma

H.G. Oesterheld.

El historietista Alberto Breccia (Montevideo, Uruguay, 1919-Buenos Aires, Argentina, 1993) tenía 43 años, una mujer enferma y tres hijos menores. Argentina estaba en crisis y sus tebeos, también. En las noches de 1962 a 1964 dibujó "Mort Cinder", un cómic mal pagado para una revista sin prestigio. Son 200 páginas, hoy ineludibles en el cómic mundial, realizadas en la angustia por la muerte que acechaba a Nélida García, hija de asturianos, y porque no ganaba para pagar su tratamiento médico.

Breccia llevaba 25 años peleándose y defendiéndose con el dibujo. Había querido ser pintor y caricaturista de prensa, pero el mercado lo guió a la historieta de humor y, más tarde, realista. Era un autodidacta que formaban dibujantes de historietas y publicitarios en la Escuela Panamericana de Arte, un portadista requerido y un artista insatisfecho.

En 1958 dibujaba desapasionadamente 60 viñetas semanales de "Vito Nervio", un héroe de éxito nacional para la revista "Patoruzito". Un mediodía, a bordo del Chevrolet del dibujante Narciso Bayón, cruzando los parques de Palermo para ir a comer a Olivos, a 20 kilómetros de la capital, su colega Hugo Pratt metió la mano en la herida de Breccia:

-¡Vas a ser una puta barata! porque pudiendo hacer una historieta buena... ¡haces una historieta de mierda!

Breccia se picó.

Cuatro años después, Breccia había abandonado "Vito Nervio". Pratt había regresado a Europa, donde estaba ahora el trabajo. Los riñones poliquísticos de Neli impidieron a los Breccia emigrar a España cuando estaba casi vendida la gran casa de dos plantas, ideada por él y encargada a un arquitecto de prestigio en el barrio residencial de Haedo donde se habían hecho arquitectura sus ambiciones personales y sus logros profesionales.

-No se puede emprender una aventura así con una mujer que sabes que se va a morir -confesó a Juan Sasturáin en 1989.

Eso da un protagonismo pasivo a Neli, tan activa en que Breccia fuera un artista.

No le fue fácil serlo. Hijo de criollo, nieto de venecianos y de madre india medio charrúa mezclada con vascos, Alberto Breccia nació en Montevideo y a los 3 años lo llevaron a Argentina. Creció en Mataderos, donde terminaba la ciudad de Buenos Aires. Era el hijo menor de un conservero de carnes que tuvo una gran fábrica y al que su comercio con los alemanes arruinó dos veces, una en cada Guerra Mundial.

Alberto quiso dibujar desde niño, pero el dinero estaba en el negocio familiar, donde se aprendía a rasquetear tripas, un vaciado que se cumplía confiando en que no tuvieran una úlcera por la que salieran disparadas las heces. A los 19 años hizo su primera publicación en "Acento", una revista del barrio y vendió unas tiras hechas a la manera de las estadounidenses.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial su padre emigró a Brasil, donde había tenido unos importantes saladeros y conservaba familia. Alberto quedó al cuidado de la casa y de la madre. Publicaba en la revista "Historietas" y, cuando ahorraba, llevaba al cine a su reciente novia, Neli. Año y medio después, la familia se reunió en São Paulo. Alberto pospuso sus planes de boda, volvió a ser tripero, aprendió portugués y envió muchos paquetes postales con sus dibujos al editor y muchas cartas de añoranza a Neli.

No fue bien. Con su último dinero, los Breccia compraron los billetes de tren a Buenos Aires, se hospedaron en una pensión y Alberto ayudó a sus padres con lo que le pagaban por los muchos dibujos que debía hacer. En ese tiempo, Neli siempre le alentó a que siguiera dibujando. En la alegría económica de Argentina, pudieron casarse en 1944 y alquilar un apartamento.

Nélida García Barrientos, Neli, era criolla, nacida en Buenos Aires, crecida en los barrios de Palermo y Flores. Su padre, Nicolás Enrique García, era de Cangas del Narcea y su madre, María Pilar Barreiro, de Tineo. Nicolás había partido de muy joven hacia Estados Unidos y durante un tiempo contrabandeó ron de Cuba a Florida. Luego emigró a Buenos Aires y allí conoció a Pilar Barreiro en una ciudad de más de un millón de habitantes a más de 10.000 kilómetros de las casas en las que habían nacido. Se dedicó al comercio y se ganó la vida con una tienda grande que vendía de todo.

La dibujante Patricia Breccia, hija pequeña del artista, recuerda a su abuelo desde Buenos Aires para LA NUEVA ESPAÑA.

-Era simple y bondadoso. Los hermanos le llamábamos Nicola. Jugaba con Cristina y conmigo y nos defendía de mi hermano Enrique, que era como un moscardón, persiguiéndonos y molestándonos. Murió cuando yo tenía 5 años de un ataque de asma, después de un viaje en tren a una provincia del interior. Sus malditos ataques de asma me impresionaban mucho. Mi madre le ponía cataplasmas azules y rojas en la espalda.

La abuela María murió a comienzos de los años cincuenta. Patricia no la conoció.

-Murió bastante joven, según contaba mi padre, víctima de la misma enfermedad renal que luego padecieron mi tía Delia, la menor de la familia, y mi madre.

La poliquistosis es una enfermedad genética que reduce la función de los riñones y contamina la sangre con urea y creatinina. Entonces mataba de infartos y aneurismas.

"Mort Cinder" fue posible porque Romay, un gallego en el doble sentido, compró la cabecera de "Misterix" e hizo la llamada clave.

-Alberto, quiero que Oesterheld escriba una historieta para ti.

Héctor Germán Oesterheld (Buenos Aires, 1919-1977) era el remedio para no acabar siendo "una puta barata". Crecido en una familia venida a menos, geólogo, hablaba cuatro idiomas y había empezado a publicar cuentos cuando estaba en la Universidad. No se hizo guionista de historietista hasta 1951, con 31 años. Enseguida trabajó para los dibujantes más conocidos. Fue el argumentista de los primeros éxitos argentinos de Hugo Pratt, entre ellos "Sargento Kirk", una historia de la Pampa reconvertida en western árido.

Oesterheld tenía 43 años y estaba lamiéndose muchas heridas. Había sido el editor y escritor de dos revistas "Frontera" y "Hora Cero" con un grandes dibujantes argentinos y había fracasado por impericia en la gestión y por la estafa del impresor, que le doblaba la tirada para venderla en complicidad con el distribuidor. Tenía mujer, cuatro hijas entre los 10 y los 5 años, problemas económicos y domésticos, escribía para una editorial...

-...Y estaba dispuesto a cualquier cosa por la mitad de los pocos pesos que le pagaban por su nueva historieta. Momento triste, resumió años después.

Oesterheld y Breccia se conocieron en 1955, en una fiesta en casa de Hugo Pratt que terminó en batahola y casi costó el divorcio al italiano. Habían trabajado juntos en la serie "Ernie Pike" y en el primer episodio de "Sherlock Time", "La gota", crucial para el cambio de percepción de Breccia sobre su propio oficio.

-Noté que era un gran trabajo. Que ya se podía remontar vuelo -confesó a Sasturáin.

Oesterheld aceptó la oferta y envió un guión por un propio, pero Breccia le pidió una reunión para hablar del proyecto. Fue la única vez que el guionista trabajó personalmente con un dibujante.

Se citaban para comer en "El palacio de la Papa Frita" ("donde siempre son las 12 para comer") que como palacio suena poco vienés pero era -y es- una referencia en la calle Corrientes. Entre patatas y carne fue naciendo "Mort Cinder", sin cara porque a Breccia no se le ocurría qué rostro debía tener y por eso el personaje tardó en aparecer en la serie. Al cabo, fue una estilización de la faz de Horacio Lalia, futbolista, alumno y ayudante que le llevaba y traía los originales a las editoriales. El coprotagonista, Ezra Winston, fue el propio Breccia envejecido.

La actitud de los dos artistas respecto a "Mort Cinder" era diferente. Breccia intentaba hacer volar su arte con una nueva plástica y una iluminación que le llevo a dibujar de noche o a oscuras y ensayar efectos a la luz de las velas.

Oesterheld estaba abrumado, escribiendo para salir de la ruina y fue hilvanando los primeros episodios a costa de oficio.

-No tenía tiempo, por todos los trabajos que hacía, para detenerme una tarde a pensarla un poco.

Al principio, el guión no para pero tampoco sabe adónde va. Luego se convierte en un contenedor de cuentos. Tiene una escritura adulta, infrecuente en el cómic mundial de 1962 y personajes insólitos. Se inicia presentando a Ezra Winston, un anticuario londinense a quien el asesino Mort Cinder descubrirá el origen de los objetos que vende en su tienda. Cinder ("ceniza", en inglés), que muere y resucita, trabajó en la construcción de la Torre de Babel, luchó en las Termópilas y en las trincheras de la I Guerra Mundial y estuvo preso en penitenciarías estadounidenses.

Patricia Breccia evoca los tiempos de "Mort Cinder":

-Fue una época negra, en todo sentido, salvo en la genialidad de la obra. Lo más grande que hizo mi padre. Tal vez fue por ese drama que implicaba la enfermedad de mi madre, hospitales, médicos, diálisis, dolor.

En su estudio en la planta alta de la casa de Haedo, rodeado de ventanales que daban al jardín trasero donde, en verano, subía el olor de los jazmines, los limoneros y las enredaderas mezclado con el perfume de las rosas que cuidaba Neli, el dibujo de Breccia llegó mucho más allá que nunca, con superposición de muchas técnicas en su tinta, estética expresionista, viñetas abstractas y unos encuadres a ras de suelo sin antes ni después en su obra.

Patricia recupera los recuerdos buenos de la casa de Haedo.

-Era adentrarse a mundos desconocidos y maravillosos. Las paredes estaban tapizadas de bibliotecas del piso al techo, más de 4.000 volúmenes a nuestro alcance. Siempre era visitada por guionistas, escritores, dibujantes, músicos... "El Tano" Pratt, tocando la guitarra y hablando de la vida con mi padre...

En el patio de esa casa Breccia llevó a la hoguera a la "puta barata" y prendió fuego a unas 600 páginas de "Vito Nervio" que le había devuelto el editor Dante Quinterno.

En la casa de dos jardines se dibujaba una oscura fantasía y se vivía una tragedia familiar. Enrique era adolescente; Cristina, púber, y Patricia, niña; el padre trabajaba todo el día y la madre estaba derrengada por la poliquistosis.

Cuando Neli García iba a diálisis la técnica llevaba realizándose siete años en Argentina, el "riñón artificial" que lavaba la sangre contaminada se parecía a una lavadora primitiva, la fabricación del líquido intercambiador era manual, había riesgo de infecciones, alergias, intolerancias y la hipertensión arterial estaba mal controlada. Era una técnica carísima, complicada, a la vez muy avanzada y muy rudimentaria que producía sesiones tormentosas a muchos pacientes.

Breccia recordaba al guionista Juan Sasturáin en 1987:

-Aprendí a valorar la felicidad cuando le hacían diálisis a Neli, que no es motivo de felicidad, porque la diálisis era agotadora, venía muerta y se acostaba casi un día y después con la sangre limpia se sentía muy bien, buena, sana. Duraba 12 horas, estaba con mis hijos, conmigo, tomábamos mate, veíamos televisión. Sabía que iba a durar poco, pero en lugar de angustiarme porque pasaría aprovechaba al máximo esas pocas horas de felicidad a cuentagotas. Hay que aprovechar cada momento de felicidad.

Prosigue Patricia Breccia:

-La enfermedad de mi madre se llevó todo; como una ola gigante, barría la estabilidad familiar y nuestra seguridad afectiva.

"Mort Cinder" estuvo mal pagado en cantidad y puntualidad. El episodio de las Termópilas estuvo meses detenido porque la editorial no pagaba a Oesterheld. Breccia engatusó al escritor diciéndole que la agencia de la corporación Hearst, King Features Syndicate estaba interesada en publicarlo en Estados Unidos para que lo terminara.

Después, Oesterheld no quiso seguir.

Breccia contó a la revista "Bang!" que mientras estaba haciendo "Mort Cinder":

-Tenía que ir a los institutos de fabricantes de remedios y pedir medicación con certificado de indigencia, porque yo ganaba entonces 4.500 pesos a la semana y mi mujer necesitaba 5.000 pesos diarios de remedios.

Neli sobrevivió a "Mort Cinder", tras el que Breccia hizo ilustraciones para la revista didáctica "Mis deberes", en la que empezó a trabajar su hijo mayor, Enrique, con 19 años. Ilustró a buen precio "La Historia Argentina" y recibió la oferta de entrar como profesor de historieta e ilustración y socio en el Instituto de Directores de Arte (IDA). Dejó la Panamericana, se fue a la IDA y sus alumnos con él. Era marzo de 1966. Cuando dio su segunda clase, Neli murió. No pudo superar después de un trasplante de riñón.

Pese a que los médicos le perdonaron parte de la deuda por la diálisis, quedó endeudado, con la casa hipotecada y sin poder pagar los intereses. Recuerda Patricia:

-Cuando mi madre murió, yo tenía 10 años, mi hermana 15 y mi hermano 20. Durante años y años padecimos con ella su enfermedad y su dolor. Mi padre quedó devastado ante su pérdida y nosotros quedamos caminando en el vacío. Todo era desesperanzador. Vino un tiempo a cuidarnos mi abuela paterna, Amalia. Casi no tuvimos contención por parte de nadie. Nos arreglamos como pudimos, fueron épocas duras.

Y Breccia cerró un capítulo

-Se va a la puta madre que la parió la historieta, lo dejé todo...

"Mort Cinder" resucitó en Europa y acudió al rescate de Breccia. Coleta, esposa del representante de artistas Marcelo Raboni, una argentina elegante, viajó a Buenos Aires para adoptar una niña y fue a ver a Alberto Breccia por recomendación de los humoristas gráficos argentinos Oski y Quino, que vivían en Milán. Breccia le dio "El eternauta" y "Mort Cinder".

En 1970, Breccia no tenía dinero ni teléfono. Poly, mujer de su hijo Enrique, le avisó de que Quino quería ponerse en contacto con él. El futuro premio "Príncipe de Asturias" de Humanidades le dijo que "Linus" -una revista de cómics adultos, milanesa e intelectual- había comprado "El eternauta". En seguida Mondadori adquirió "Mort Cinder".

1973 fue su gran año. La revista francesa "Phénix" y la española "Bang", especializadas en cómics, escribieron sobre él, ganó el premio "Yellow Kid" en el Certamen de cómics de Lucca (Italia) y "Zeppelin", editada por Luis Gasca en San Sebastián, inició la publicación de "Mort Cinder". Su editor en Francia fue el humorista gráfico radical y erotómano Georges Wolinski (asesinado en 2015 en el atentado islamista de "Charlie Hebdo") en la revista "Charlie Mensuel".

La reedición de otros trabajos, de los que estaba poco satisfecho, le hizo volver a dibujar cómics, ya en una búsqueda plástica que siguió hasta su muerte. "Mort Cinder" fue su trabajo más equilibrado entre la narración historietística y la plástica de vanguardia.

Astiberri acaba de sacar una nueva edición de "Mort Cinder", completa, en un tomo y con un guión que Oesterheld dio a Alberto Breccia años después y que nunca llegó a dibujar. Como la llamada "restaurada", que la editorial Planeta-DeAgostini puso en las librerías en mayo de 2002, es fiel a las páginas de la revista "Misterix", que tuvo dos formatos, por eso hay páginas en vertical y otras de lectura horizontal. La mayoría de las planchas no han sido llevadas al negro neto, lo que permite ver los trazos de Breccia casi como si estuviéramos ante el original. Breccia no lo dibujó para que saliera así. "Mort Cinder" fue recopilado por primera vez en España en un tomo de la editorial Lumen en 1980.

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