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LUIS FERNÁNDEZ-VEGA SANZ | Director del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, catedrático de Oftalmología y jefe de servicio del HUCA, ha sido elegido uno de los 25 médicos más influyentes del país

"Cada dos o tres meses viene alguien a comprarnos la clínica Fernández-Vega"

"Defiendo nuestra asturianía, pero el régimen fiscal de sucesiones puede obligarnos a hacer crecer la clínica de Madrid, y no nos gustaría"

Luis Fernández-Vega, en la entrada de la clínica oftalmológica de su familia en Oviedo. IRMA COLLÍN

Luis Fernández-Vega Sanz (Oviedo, 1952) ha sido aupado al olimpo de los médicos más influyentes de España en dos rankings recientemente publicados que le sitúan, respectivamente, en el top 50 y en el top 25 del panorama nacional. Es catedrático de Oftalmología de la Universidad de Oviedo y jefe del servicio de esta especialidad en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Sin embargo, es conocido sobre todo por su condición de miembro de la cuarta generación de una prestigiosa saga de oftalmólogos y por estar al frente del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, emplazado en Oviedo, que cada año atiende a unos 100.000 pacientes, de los que entre 70.000 y 80.000 provienen de fuera de Asturias.

- Doble reconocimiento de excelencia. ¿Satisfecho?

-Supone una gran satisfacción el que se me considere uno de los especialistas más significados del país. Ha sido posible, entre otros factores, por formar parte de equipos de oftalmólogos excepcionales, tanto en nuestro instituto como en el HUCA. Pero lo más importante es el reconocimiento a una dedicación muy intensa a nuestra especialidad, procurando estar al día en todos los aspectos, manteniendo firme la relación médico-paciente y ocupándome de transmitir conocimientos a otras generaciones.

- Le da tiempo a un montón de cosas.

-Es verdad. Cuando estudiaba en Madrid no perdía ni un minuto. Yo salía con todos los demás, pero cuando estaba estudiando, estudiaba. Nunca fui el típico empollón. Salíamos a tomar una copa y yo llegaba al colegio mayor a las dos de la mañana y me ponía a estudiar hasta las seis de la mañana. Los demás se iban a dormir. También es cierto que bebía como máximo una copa.

- ¿Dónde estudió?

-En el Instituto Alfonso II de Oviedo. Siempre he agradecido a mi padre que me llevase a la enseñanza pública, porque me permitió relacionarme con otros tipos de personas que me enriquecieron mucho.

- ¿Y antes del Bachiller?

-Hasta los 8 años había estudiado en casa con una profesora que venía a darme clase. A los 8 años empecé la preparatoria de ingreso en el instituto, y en el Alfonso II hice todo el Bachiller, hasta Preu.

- ¿Y después?

-Me fui a Madrid a estudiar Medicina.

- Ya había Medicina en Oviedo.

-Lo decidió mi padre con buen criterio, porque empezaba la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma, y Francisco Grande Covián le dijo a mi padre que tenía criterios de funcionamiento muy modernos. Pedían una nota muy alta, y en Preu empollé como un león y saqué matrícula en todas las asignaturas, en las nueve.

- ¿Dónde vivió en Madrid?

-Elegí el colegio mayor Alfonso X el Sabio porque lo había conocido con motivo de una estancia en Madrid para participar en la Olimpiada Matemática. El edificio estaba nuevo, impecable, aunque las habitaciones tenían el mínimo de comodidades. La calle estaba todavía sin asfaltar. Empecé la carrera en octubre de 1969. Tenía 17 años.

- ¿Cómo fue la llegada?

-Un residente me preguntó qué hacía allí. "¿Eres hijo de catedrático?", me dijo. Porque aquel colegio mayor era teóricamente para hijos de catedráticos de Universidad y de instituto. Le respondí que no. Y entonces dijo: "Nada, novato, ponte de rodillas". Y tuve que arrodillarme. "Empiezo bien", pensé. Estuve 14 años en el colegio mayor. Entré de estudiante y salí de catedrático.

- ¿Usted hizo novatadas?

-Hombre, claro... Pero después fui jefe de estudios del colegio mayor, y durante años organicé todas las actividades culturales.

- Usted fue catedrático antes de los 30 años y ahora su hijo mayor con esa edad sigue formándose. ¿Qué ha cambiado?

-Que la especialidad es mucho más larga. Cuando yo la hice eran dos años; ahora son cuatro. A los cuatro años de terminar la carrera ya era doctor, y como me había metido en la docencia ya cumplía los requisitos para ser profesor adjunto, lo que hoy es titular, y fui profesor adjunto de la Complutense y jefe de sección con 27 años. Entonces se convocó la plaza de catedrático de Oviedo, yo reunía los requisitos y me presenté. Los tres primeros exámenes los hice muy bien, y entonces el tribunal empezó a ponerme piedras en el camino y a facilitárselo a otro candidato. Al final, el tribunal no me dio ni un voto: incluso hubo gente del público que pataleó. Me dio muchísima rabia, salí de allí con lágrimas en los ojos y con un dolor de cabeza tremendo. Mi padre me llevó al colegio mayor, me tumbé un rato, me di una ducha y me fui a una cena que el que sacó la cátedra daba al tribunal. Me presenté allí y todos quedaron descolocados. Le di la enhorabuena al que había ganado. Aquello fue un puntal para mí. Al cabo de un año se convocó otra cátedra, la de La Laguna. Cuando el golpe de Estado del 23-F estaba preparándola. La gané, fui a tomar posesión y al cabo de un mes salió a concurso de traslado la cátedra de Oviedo porque el que la había sacado era de Cádiz, quería marcharse al sur, y se fue a Murcia. Y me vine a Oviedo de catedrático.

- ¿Ahora sigue estudiando?

-Estudio en el HUCA, y doy la mitad de las clases de mi asignatura. Y después estudio bastante los fines de semana, que es cuando preparamos las conferencias y las presentaciones de los congresos. Lo habitual es que pase en el Instituto Oftalmológico al menos dos fines de semana al mes.

- ¿Cuántas llamadas recibe al día?

-Doce o catorce, filtro muchas. Pero recibo muchísimas a través de mi secretaria.

- Su secretaria debe de ser casi catedrática... ¿Cómo elige a una secretaria?

-La actual lleva conmigo 27 años. Y la otra, porque tengo dos, lleva como 15 años. Hace mucho tiempo que no cambio. Controlan bastante.

- ¿Qué cualidades exige a un colaborador?

-Si es médico, es muy importante la lealtad, y luego la formación y el sacrificio. Tiene que dedicar horas, estudio, tener fines de semana disponibles... Ahora es muy difícil encontrar gente así; no son como los de mi época. Ahora, y no digo que sea malo, que si tienen hijos y tienen que marcharse a casa porque tienen que colaborar para la conciliación... Nosotros eso no lo teníamos, ésa es la realidad.

- ¿Y usted qué ofrece a cambio?

-Además de una remuneración económica importante, ofrecemos estar inmersos en una organización de prestigio nacional y muchas veces internacional que les posibilita acudir a congresos con presentaciones de primer nivel y hacer una oftalmología del más alto rendimiento. Fíjese, mi hijo mayor...

- ¿Cómo está formándose su hijo mayor?

-De eso iba a hablarle. Ahora está en Miami, y ha estado en Inglaterra, en los dos hospitales oftalmológicos de mayor prestigio de Estados Unidos y de Europa, respectivamente. Me dice que no ve mucha diferencia con respecto a lo que hacemos en Oviedo. Y es verdad: en muchas cosas estamos bastante por encima de lo que hacen ellos. Eso sí, en mi estancia en Estados Unidos aprendí una cosa importante: una organización distinta a la que había implantado mi padre aquí. Cuando hicimos el instituto aplicamos criterios de organización americanos. Y hemos ido mejorando el modelo.

- Usted dirige una empresa familiar, que tiene las dificultades de la empresa y de la familia. ¿Cómo se sortean esas dificultades?

-Requiere mucha flexibilidad y una cosa importante: generosidad, que yo a veces no la tengo, pero me estimulo y me estimulan para tenerla. Es cierto que tengo unos socios fáciles, mi familia, mis primos, que han puesto en mis manos la gestión del instituto y no me piden grandes explicaciones. No todos mis primos que trabajan conmigo son socios; solamente son socios Álvaro y Javier Fernández-Vega.

- ¿No hay muchas reuniones solemnes?

-Tenemos reuniones, pero bastante light: un comité de dirección una vez al mes, un consejo de administración una vez al mes y yo me reúno con los gestores todos los días. Hay quien me acusa de reunirme demasiado y de controlarlo todo. En realidad, sí delego, pero me gusta estar informado de lo que ocurre.

- ¿Ese sistema lo ve sostenible para las futuras generaciones?

-Lo veo sostenible porque a los miembros de la siguiente generación los hemos educado en esa pauta. Los hijos de Álvaro, que tiene dos hijos oftalmólogos, son uña y carne con mis hijos. Ahí tienen también mucha influencia nuestras mujeres. Entre todos les hemos inculcado que lo mejor para una empresa familiar es la concordia, y que la división siempre es peor.

- Entonces, ¿hay Fernández-Vega para rato?

-Pues sí, sí... Mis hijos y sobrinos son la quinta generación, voy a ser abuelo de una niña, que será la sexta generación...

- Y que va a ser oftalmóloga, claro...

-Está clarísimo (risas). Están en Estados Unidos y seguramente nacerá allí. Volviendo a la pregunta, creo que hay muchas posibilidades de que esto siga. Ahora bien, es verdad que cada dos o tres meses alguien se acerca a nosotros para comprarnos la clínica: fondos de inversión, etcétera. Yo los recibo con cierto escepticismo, me dejo querer, les digo que me hagan una oferta... Les digo que la clínica no está en venta y que tenemos quien la va a continuar, pero que si hacen una oferta que sea imposible rechazar pues a lo mejor me lo pienso, pero que es imposible que la hagan...

- Pero es una compra para que ustedes sigan dentro, trabajando...

-Eso es...

- Pero ustedes dinero no necesitan mucho...

-No se crea, no es así. Nosotros hemos vivido bien toda la vida. Mi padre vivió bien, pero nunca tuvo ninguna fortuna. Era muy generoso con los que le rodeaban y nunca acumuló dinero. Heredamos algo...

- ¿Una cifra modesta, quiere decir?

-Hombre, modesta, depende de con quién se compare, pero no una herencia para poder vivir de ella, ni mi hermana ni yo.

- Usted ha salido muy trabajador, pero a lo mejor las generaciones siguientes deciden relajar un poco el ritmo.

-Mis primos y yo hacemos lo que hemos visto en casa. Mi padre trabajaba trece horas al día. Nosotros trabajamos diez u once horas, y a medida que pasan los años trabajas un poco menos. Para una clínica como la nuestra es imprescindible funcionar así. Por ejemplo, hay que dar al paciente facilidades horarias, que puede suponer verle a las siete o a las ocho de la tarde. Y luego tengo consulta diez sábados por la mañana al año.

- Usted dirige un servicio de oftalmología público y una clínica privada. ¿Eso supone dos hemisferios cerebrales independientes?

-Valoro mucho el trabajo en equipo. En el HUCA tengo gente muy buena en todas las especialidades, y las relaciones dentro del servicio son muy buenas, a lo cual creo haber contribuido. En el hospital suelo operar los miércoles. No tengo ningún tipo de conexión entre el HUCA y el instituto. Casi todos los pacientes que veo en el instituto son de fuera de Asturias. En la vida trasladé un paciente de la pública a la privada.

- ¿Hace deporte?

-Me gusta pescar y cazar, más que nada como disculpa para salir al campo. Y los fines de semana paseo con mi mujer.

- ¿Sigue una dieta?

-No. Hago dieta mediterránea y, salvo en Navidad, procuro no comer más de la cuenta. Me mantengo más o menos en el mismo peso.

- ¿Cuántos amigos tiene, amigos del alma?

-Pocos, media docena, no muchos más.

- ¿Le ha fallado algún gran amigo?

-No, ninguno. Me influyeron mucho los 14 años que pasé en Madrid. Tengo más amigos en Madrid que en Oviedo.

- Su familia y usted mismo pueden presumir de llevarse de cine con los políticos de todos los colores.

-Salvo con los extremistas. Puedo llevarme perfectamente con el centro-izquierda y con el centro-derecha. No me gustan los extremos: ni la extrema izquierda ni la extrema derecha.

- ¿Qué tal con el Gobierno del Principado?

-Bien, perfectamente. Javier Fernández es una persona seria, con independencia de que discrepe en algunas actuaciones.

- ¿Y con el Ayuntamiento de Oviedo?

-Tengo muy poca relación.

- ¿Está deseando que cambie?

-No es eso. Tienen una forma de actuar que quizá les vaya bien desde el punto de vista político, pero no tengo mucha relación.

- Para coronar su carrera, ¿le gustaría ser algo rimbombante, por ejemplo, alcalde de Oviedo?

-Mi carrera está coronada con mi trabajo, con el instituto, con la investigación que tenemos en marcha, y quiero coronarla todavía más con la transmisión del instituto a la siguiente generación. Estamos defendiendo a capa y espada nuestra implantación en Asturias, me considero asturiano por los cuatro costados, pero esto es difícil.

- ¿Quién le pone dificultades?

-De entrada, tenemos que reclamar una ayuda desde el punto de vista fiscal, porque las transmisiones, las sucesiones y todo esto pueden empujarte a tomar otras decisiones que no me gustaría adoptar. Es injusto que tengas un tratamiento absolutamente dispar en función de dónde vivas. Defiendo la asturianía del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, y la defiendo hasta el punto de que tenemos una clínica en Madrid que funciona muy bien, pero que podríamos hacerla crecer en tres meses, y no quiero hacerlo porque quiero mantener la actividad de aquí. Pero si un día nos ponen entre la espada y la pared tendremos que tomar una decisión, y a lo mejor no tengo que tomarla yo, sino mis hijos. No sería justo que después de trabajar durante décadas se quede con las cosas el Gobierno regional.

- ¿Se jubilará a los 70 años como un ciudadano normal?

-No tengo esa intención. Seguiré trabajando. Quizás afloje un poco el pistón. El HUCA tendré que dejarlo, pero seguiré en el instituto, que hago bastante falta allí, y si sigo bien de salud estaré trabajando, ordenando las incorporaciones de los hijos y atendiendo a mis pacientes. Me gustaría contribuir a que Asturias sea un polo de atracción sanitaria, combinando sanidad pública y privada.

- No pensaría usted librarse de esta pregunta. Va a cumplir 66 años, ha operado a media humanidad y usted sigue con gafas. ¿Cómo puede explicar esto?

-Llevo gafas y no me opero, a pesar de la variedad de técnicas que existen, porque soy miope de dos dioptrías y ello me permite ver muy bien de cerca sin ningún tipo de corrección, hasta tal punto que incluso opero sin gafas. Desde luego, si tuviese 30 años me operaría, pues me permitiría buena visión de lejos y de cerca hasta llegar a la edad de la presbicia.

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