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El juez que escribió la ley de la felicidad

José Ramón Chaves, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, desgrana en su último libro cómo se toma el camino que lleva al bienestar y la realización personal

El juez que escribió la ley de la felicidad

José Ramón Chaves (Oviedo, 1962), magistrado de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, es un juez singular: jurista, bloguero, articulista en LA NUEVA ESPAÑA, exprofesor universitario, ex director general de Universidades del Principado y, en sus tiempos mozos, gimnasta acrobático. Algo le debe quedar de aquello, pues su último libro es un salto lleno de cabriolas sobre un tema con mucha arista: la felicidad. "No somos un mueble de clickea. Cómo montarse una vida feliz y sana en tiempos revueltos" (Editorial Amarante) es el título del último trabajo impreso de este jurista, del que se ofrece un amplio adelanto editorial en estas páginas y, en concreto, las 25 pistas que da Chaves para alcanzar ese estado de contento con la vida propia tan buscado siempre por el hombre.

¿Y qué quiere decir Chaves cuando dice que no somos muebles de clickea, en ese juego de palabras entre "Ikea" y los "clicks" digitales? Primero, "que no debemos construir nuestra vida como muebles para armar de grandes superficies, según instrucciones predeterminadas, siguiendo doctrinas, ideologías o mandatos. Somos nosotros los artesanos de nuestra propia vida y no debemos renunciar a ella. De otro lado, cada vez se vive la vida más a golpe de click, de servidumbre del ordenador, del smartphone y de la red social. Hay vida más allá de la tecnología".

Chaves explora en este libro los caminos que conducen a la felicidad o, como él prefiere decir, a lograr "momentos felices", una meta más realista. En él se pregunta qué nos está pasando en estos "tiempos revueltos" en los que vamos derechitos a la infelicidad en mitad de la abundancia. "Somos como niños bloqueados en una inmensa pastelería, que ni valoramos esos pasteles ni somos felices porque no sabemos elegir".

25 hábitos de las personas alegres (por José Ramón Chaves)

1 Aprecian la vida. La vida es bella. Es un regalo, se mire como se mire. También el Sol sufre eclipses y no deja de ser Sol. Quien considera que la vida es un asco y se lo repite mientras rumia su infortunio está contribuyendo a hacer realidad su percepción negativa y hundiéndose en las arenas movedizas del pesimismo y la negatividad.

2 No practican la cultura de la queja ni la crítica maliciosa. Las personas felices son optimistas y administran sus quejas con austeridad. Las cosas son como son y sólo deben quejarse para mejorar las cosas o para que otros no sufran. La queja gratuita es como el ladrido de los perros ruidosos: molesta, nadie les toma en serio y además se elude su presencia.

3 Se rodean de buenos amigos. Una persona no se mide por su éxito profesional sino por sus amigos. Amigos de verdad. Los que echan una mano sin pedir nada a cambio. Los que suman y no restan. Los que te dicen la verdad sin hundirte.

4 Están abiertos a nuevas experiencias y al cambio. Una vida sin cambio es una vida rutinaria, donde se cree que todo está hecho. El mundo es inmenso y complejísimo y hoy día hay puertas abiertas a muchísimas experiencias. Si no las abrimos no sabremos lo que hay detrás: viajes, pensamientos filosóficos, deportes, aficiones varias, libros y películas, etcétera. Las personas felices se atreven a cambiar de vida y experiencias. Nada más triste que escuchar a alguien la expresión lánguida "Me aburro". Hay que abrir los ojos y la mente porque hay mucho por descubrir y para sorprendernos.

5 No se dedican a algo de forma exclusiva o excesiva. El trabajo no debe convertirse en la meta de la vida, sino en el medio ( el viejo dicho "trabajar para vivir, no vivir para trabajar"). La religión no debe convertirnos en sumos sacerdotes de entrega absoluta sino en meros feligreses que encuentran respuestas para poder vivir la vida con serenidad, vida que está fuera de la religión. Los deportes no pueden llegar a convertirse en formas de castigar obsesivamente el cuerpo y el alma. La tecnología (teléfono, ordenador, etcétera) no puede ser nuestro grillete de esclavitud, y debemos darnos tiempos libres de artificios: desconectados. Ni siquiera el amor o la dedicación a la familia debe llenar todo el tiempo y dedicación de una persona, pues siempre es compatible con ese espacio reservado a la propia tranquilidad o felicidad.

6 No rechazan el esfuerzo para los objetivos. Las cosas hay que hacerlas, pero con empeño en hacerlas bien. Lo demás es frivolidad. Ya se trate de un beso, una siesta o incluso un almuerzo, hay que poner interés en hacerlo bien. Y si se trata de un desafío o sueño personal, la persona feliz sabe que si quiere el fin, quiere el medio, y por eso se esforzará. Lo que se empieza se termina.

7 Se toman la vida con calma. Las prisas son malas consejeras para tomar decisiones o para actuaciones delicadas. Es difícil sonreír cuando se va corriendo. Cada cosa a su tiempo. Hay que reducir la velocidad a la hora de dirigirnos a nuestras metas. No tiene sentido correr mucho para después sentarse. Como el sabio dicho, sin prisa pero sin pausa.

8 Disfrutan las pequeñas cosas. Hay mil pequeños placeres que dan luz a la vida. Y hay necesidades cotidianas que deben saborearse como regalos, como las comidas o las horas de sueño. Un café matinal, una copa de vino al atardecer? Una melodía en la noche, etcétera. No son trámites sino actos solemnes y placenteros. Y la felicidad se cuela por esos momentos felices de placer íntimo.

9 Se conocen a sí mismos. Las personas felices suelen tomarse tiempo para meditar sobre sí mismos. Conocerse es la manera de corregir errores y sacar mayor provecho a la vida que nos ha tocado en suerte. Especialmente útil es conocer las debilidades y los pensamientos destructivos para aparcarlos y combatirlos.

10 No se fijan metas inalcanzables. Está bien tener metas y ser ambicioso, pero siendo realista. Quien no mide sus posibilidades en relación a sus objetivos sufrirá decepción, malestar y depresión. En cambio, quien alcanza las metas, quien vence batallas en vez de la guerra, disfrutará de momentos de gran felicidad.

11 Afrontan los desafíos sin alarmismos ni triunfalismos. No rehúyen las encrucijadas ni protestan, sino que actúan, incluso en caso de duda. Primero, para conocer el alcance real del problema. Luego, verlo como un reto y oportunidad. Y tras reflexionar, para tomar decisiones y actuar. A partir de ahí no preocuparse por el futuro desenlace, ni especular con posibilidades que no están a nuestro alcance. Somos el arquero que tiene que buscar el arco, tensarlo, colocar la flecha adecuada y apuntar a la diana; pero una vez disparada la flecha, ya no es nuestro problema.

12 No se quejan de las cosas que no se pueden cambiar. Los problemas tienen solución y si no la tienen, ni son problemas ni tenemos que insistir en perdernos en un laberinto sin salida. El luto por los seres queridos es natural y aunque nada les devolverá la vida al menos les gustaría que nosotros viviésemos la propia en vez de quedarnos atrapados en el lamento y la depresión. Y al igual que la muerte, otras desdichas o penurias no tienen solución, pero no debemos agravar el problema instalados en la queja, el lloro y la protesta.

13 Regalan sonrisas y saben reírse. El sentido del humor es importantísimo para el camino de la vida, sembrado de situaciones confusas, difíciles e incluso dolorosas. Una sonrisa abre horizontes y puertas, además de que genera en los demás similar respuesta. Y es que no sólo los bostezos son contagiosos, sino que las sonrisas son la mejor carta de presentación para el relajo y la comodidad. Es cierto que hay cosas que deben tomarse en serio, sustancialmente la salud física y mental, propia y de los prójimos, pero fuera de ese núcleo relevante hay infinidad de cosas y situaciones cuya cotización elevamos y que realmente son burbujas vacías. El humor permite desdramatizar situaciones, tender puentes cercanos y bajar tensiones. Y, por supuesto, las personas felices son capaces de reírse de sí mismas.

14 Perdonan e incluso olvidan. Hay personas que nunca perdonan. Hay quienes dicen que "perdonan pero no olvidan". Sin embargo, no olvidar es una forma de no perdonar. Por eso, lo importante es ser capaz de enterrar las afrentas y los daños ocasionados cuando se aprecia auténtico arrepentimiento.

15 Son agradecidos. Las personas felices suelen ser educadas. Respetan a los demás y no se cansan de agradecer los esfuerzos y sacrificios ajenos. Ser feliz y egoísta es incompatible. Y dan las gracias, y miran con ternura a familiares o amigos y tienen detalles con ellos, e incluso les dicen que les quieren, que no sabrían qué hacer si no contasen con su apoyo. Pocas personas felices hay que sean hurañas.

16 Saben escuchar. Las personas felices lo son en compañía. No sólo oyen a los demás sino que les prestan atención e intentan comprenderlos. No se escudan en los trucos para aparentar atención. Conocen el sabio proverbio italiano que afirma que "Escuchar es hijo de la sabiduría y hablar es madre del arrepentimiento".

17 No intentan complacer a todo el mundo. Una cosa es ser bueno y otra tonto. Para ser feliz hay que facilitar la vida de los demás pero sin comprometer la propia ni la de los que queremos. La persona feliz no puede sufrir por no poder dar respuestas y ayuda a todos los que lo necesitan. Sería demasiada carga para la cabeza y para el cuerpo poder aliviar todo a todos. Ni siquiera a los próximos. Bien está ocuparse en complacer a los demás, pero teniendo doble cuidado. Ni sacrificar la propia felicidad por la de otros. Ni dejar que los egoístas abusen de nuestra generosidad. Es importante saber decir "No". Cortar de raíz el problema.

18 No juzgan. Bien está tener una opinión, pero mejor está que esa opinión se forje desde la inteligencia emocional. O sea, poniéndose en lugar de los demás, intentando comprender sus razones y el contexto en que toman una decisión o conducta. Es difícil salir de nuestra propia torre para contemplar las cosas desde fuera, pero a nosotros nos gustaría que para juzgarnos el juez se metiese en nuestra propia piel. Los juicios u opiniones radicales, inmutables y sin discusión son una trampa para la felicidad. Por un lado, porque pueden volverse contra nosotros mismos (nadie está en posesión de la verdad y nadie puede conocer todo). Por otro lado, porque la opinión más dura puede siempre expresarse con elegancia y prudencia. ¿Por qué elegir el camino tortuoso pudiendo optar por el sendero sencillo? Además hay que renunciar a controlar a los demás. Antes de intervenir y criticar, censurar o pontificar sobre lo correcto, bien está tener presente que no somos la Policía de los demás. Ser amigo o compañero nos da derecho a exponer y compartir opiniones, no a imponerlas.

19 No viven pendientes de la opinión de los demás. Escuchan, pero no se sienten vinculados por los consejos y opiniones ajenas. No juzgan y no les importan los juicios ajenos. Las personas felices son artífices de su propia opinión y vida, que construyen en armonía con los demás pero sin considerarse motivados por el premio o castigo de la opinión ajena.

20 Ayudan sin "cobrar" por ello: con generosidad. La persona feliz no tiene que ser un filántropo, ni un misionero, ni un mayordomo del prójimo. Sencillamente es una persona que va con la mano tendida y si puede brinda ayuda sin suspicacia. A veces hace un donativo, a veces hace compañía a quien lo necesita, otras se ofrece con generosidad a buenas causas? Esa actitud abierta y solidaria le proporciona bienestar y con ello felicidad.

21 Cumplen con la palabra dada. Corren tiempos en que, para evitar problemas propios, el egoísmo personal lleva a incumplir la palabra dada. El problema es que una vez que se rompe la palabra no se recobra la fuerza de la credibilidad. Y si los demás no nos creen, no confían en nosotros, seremos infelices. No es fácil ser feliz cuando recelan de nosotros y no les importan nuestras palabras ni promesas.

22 Mantienen una actitud amorosa expansiva. Como la actitud de San Francisco de Asís hacia la naturaleza, la persona feliz ama a las personas por el hecho de serlo. Es difícil, pero no imposible, ser feliz si amamos y nos aman, si contamos con amigos que nos corresponden, si ponemos ilusión y entrega dejando la máquina registradora y la calculadora fuera de la relación. Ese sentimiento amoroso se proyecta en ocasiones hacia las mascotas, cuya compañía y cuidado les proporciona bienestar.

23 Se cuidan física y mentalmente. Si cuidamos del coche, del móvil o de la colección de sellos, ¿ por qué no cuidar de nosotros mismos? Somos los primeros interesados en la vida sana y además lo rentabilizaremos. Nada de posponer chequeos médicos ni de descuidar el estilo e higiene personal. No dejar oxidarse al cerebro con rutinas: la mente hay que mantenerla en forma. Tampoco ser adicto a la comida-basura y buscar la calidad de los productos. Hacer ejercicio. Y, por supuesto, menos televisión, que supone convertirnos en sujetos pasivos: no podemos olvidar que el aparato es la televisión y nosotros la persona, y no a la inversa.

24 Confían en sí mismos. La inseguridad es fuente de desasosiego y desdicha. Una persona segura de sí misma es una persona que no deja grietas a la duda y desazón. Las personas felices rebosan de autoestima y hay muchas maneras de alimentarla.

25 Aprenden de los errores pero no se atascan en el pasado. La vida es lo que se hace, no lo que se ha hecho ni lo que se hará. No puede arrastrarse una carga del pasado en el viaje de la vida. A lo hecho, pecho. Se reflexiona, se aprende y se aparca. Todos tienen derecho a equivocarse y a reiniciar el camino levantándose de las caídas. Quien no entienda esto será como el que cae en un socavón y tras salir se pasa la vida hablando del socavón, imaginándose socavones como espejismos y con actitud temerosa de volver a caer en otro. En suma, vivirá fuera del socavón pero instalado en el socavón.

Como broche y resumen final nos quedaremos con la perla que nos ofrece Mahatma Gandhi: "La felicidad está cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces está en armonía".

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