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Antonio García-Bellido | Biólogo, premio "Príncipe de Asturias" de Investigación Científica y Técnica en 1984

"El éxodo de científicos es un drama"

"La lucha contra el cáncer se terminará a la vuelta de, digamos, cincuenta años, cuando se hayan dominado totalmente los distintos tipos; pero, cuidado, vendrán otras cosas y otras enfermedades"

Antonio García-Bellido, en la sede del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), en Oviedo. MIKI LÓPEZ

Antonio García-Bellido y García de Diego (Madrid, 1936) es uno de los científicos españoles de mayor prestigio. Sus pioneras investigaciones sobre la genética del desarrollo abrieron multitud de campos de investigación y le valieron numerosas distinciones y reconocimientos. Galardonado con el premio "Príncipe de Asturias" de Investigación Científica y Técnica en 1984 y con el Premio Nacional de Investigación "Santiago Ramón y Cajal" en 1995, García-Bellido ha sido dos veces candidato al premio Nobel (en 1979 y 1995), y es doctor honoris causa en numerosas universidades, entre ellas la de Oviedo. Autor de más de 150 publicaciones y director de 22 tesis doctorales, a García-Bellido la vocación científica le viene de familia: su padre era Antonio García y Bellido (1903-1972), el historiador y arqueólogo que excavó el castro de Coaña en la inmediata posguerra, y su abuelo materno era el filólogo Vicente García de Diego (1878-1978). El biólogo atendió a LA NUEVA ESPAÑA durante su estancia en Oviedo, donde participó en las jornadas arqueológicas organizadas en homenaje a Antonio García y Bellido.

- En estas jornadas se pone de manifiesto que su padre fue un pionero absoluto, un investigador que incluso creó escuela.

-Yo diría que sí. Pero no sólo aquí, en Asturias. Es cierto que se trata de una parte muy conocida de su producción científica, por todo lo que implica el castro de Coaña. Pero yo no diría que fue la mejor: ha que pensar que después hizo cosas sobre el mundo de Tartessos, de los Íberos...

- ¿Recuerda aquellos años de las excavaciones en Coaña?

-Yo era un niño de pocos años, 3 quizás. Vivíamos en Madrid, y en verano se venía a Coaña a excavar, nos veníamos toda la familia. Pasaba que la filosofía de mi padre era aprovechar los veranos para conocer un poco España. Una España templada, lejos de los calores de Madrid. Y lo hacíamos así: vinimos mucho por Asturias y Galicia.

- Con toda esa tradición familiar, y con un referente como su padre, ¿cómo acaba usted dedicándose a la biología?

-Entre otras cosas, por las lecturas de la biblioteca de mi padre, que era espléndida. Tenía muchos libros de divulgación, traducidos todos ellos, y leyendo esos libros quedó claro para mí que yo quería hacer biología. Y mi cuñado, casado después con mi hermana, la segunda, estudió Física por esas mismas lecturas. Gracias a esa biblioteca nos dispersamos por mundos distintos a los de las Humanidades, que son mayoritarias en la familia. Leyendo aquellos libros me fui interesando cada vez más por aspectos científicos: por la retórica o la dialéctica científica, por el método, adquiriendo una manera de pensar. Y en ellos descubrí la biología y, más específicamente, la biología del desarrollo. Pero más allá de eso, yo heredé de mi padre la mentalidad, el enfoque de la vida, la actitud. Era la referencia intelectual en mi familia, en mi casa. Y además intervenía bastante.

- Habla de la biología del desarrollo, un ámbito en el que usted es un pionero en España.

-Sí, bueno. Lo que pasa es que en España había muy poco.

- También fue un pionero yendo fuera de España a formarse...

-Sí, sí. Yo hice la tesis? bueno, básicamente me dirigí la tesis a mí mismo, en Madrid. Y después me fui a Zurich porque yo ya había estado en Cambridge con Wigglesworth, iniciándome con la fisiología de insectos, con la que descubrí cómo hacer el desarrollo propiamente dicho a nivel celular, y luego genético. Profesionalmente, a lo largo de mi vida ha habido tres etapas científicas: la de genética, que fue cuando estuve en Estados Unidos, en la "Escuela de Morgan"; la del estudio del cáncer y, de ahí, me orienté hacia el enfoque de la genética del desarrollo.

- En esos años hizo amistad con Severo Ochoa, ¿qué recuerda de él?

-Le conocí bastante bien. No soy discípulo suyo, desgraciadamente, porque lo mío es la genética y no la encimología. Hablábamos de salir fuera a formarse y trabajar, y él también estuvo en Estados Unidos, en Nueva York. Tenía una manera de interpretar el mundo distinta a la mía, porque él no dejaba de ser un encimólogo y yo un genetista. Pero más allá de eso, nuestras relaciones siempre fueron excelentes, y era una bellísima persona, lo recuerdo muy bien.

- En unos meses se van a cumplir 25 años de la muerte de Ochoa, ¿no le da la sensación, aún ahora, de que no tenemos lo suficientemente valorada su figura?

-Es que eso es muy español, uno no aprecia lo que tiene. Es más: en un principio, hasta lo desprecia, se pone incluso en contra. No confía en lo español. Y luego, si nos metemos en otros ámbitos como es el de las Humanidades, donde hay una minusvalía evidente de la producción científica, es aún más grave.

- En aquellos años que usted se va a estudiar fuera estaban en plena dictadura. ¿No tuvo trabas para irse a formar al extranjero?

-No, no, todo lo contrario. Y mi padre tampoco, que él ya se había ido a Alemania antes de la guerra. Él siempre decía que fue un accidente que nos tocó vivir históricamente, que tiene mucho impacto sobre la vida individual de mucha gente, claro. Es una Guerra Civil, al fin y al cabo, y luego hubo una dictadura larga. Pero la vida profesional no está afectada por la posición política del Gobierno. Volviendo a mi padre, él había vivido el drama de Alemania y luego la Guerra Civil, y sabía qué era eso, no le sorprendía. El mundo, la cultura clásica, es un gran ejemplo para afrontar estos momentos históricos, porque revoluciones ha habido muchísimas. Él lo veía con una perspectiva que no era lo normal, y en esa perspectiva estaba el mirar los aspectos políticos sin preocuparse demasiado, sin prestar mucha atención. Desconfiar de ellos, en otras palabras.

- Ahora, y desde hace unos años, vivimos un fenómeno diferente: no es que nuestros científicos se vayan a formar fuera, es que directamente España exporta científicos. ¿Cómo valora ese fenómeno?

-Esto es un drama, esto no es normal. Tradicionalmente, España ha producido personas de una mentalidad heterodoxa, que se alejan de la ortodoxia. Eso siempre. Pero la dispersión actual de la ciencia española, que ya había empezado a cuajar hace algunos años y que provoca que los muchachos preparados se tengan que ir cuando podían empezar a revertir ya sus conocimientos y su experiencia al país, es un drama. Yo lo sé bien: tengo a mi hijo en Australia. Y está en un buen sitio, porque es donde están los mejores fósiles del Cámbrico y del Ediacárico: es el comienzo de la vida de los metazoos y desde un punto de vista profesional, científico, está muy bien poder trabajar allí. Pero España tendría que aprovechar sus conocimientos, su experiencia, que ya tiene años. Debería estar aquí, eso es como tiene que ser.

- En los últimos años se han producido muchos avances en terapias genéticas contra enfermedades como el cáncer. ¿Podemos vencer a la enfermedad?

-Sí, y cada vez más. Los cánceres están cayendo uno tras otro. Porque hay que precisar que hablamos de "cáncer" pero es una palabra que no es genérica, ya que son enfermedades diversas que no tienen una sola causa. Hay muchos tipos distintos de cáncer y hay que combatirlos individualmente: es gen estropeado tras gen estropeado. Hay que ver cuál es la naturaleza de ese gen e identificar rápidamente el tipo de cáncer que lo afecta para poder combatirlo de manera eficaz. Y eso es algo que está ocurriendo hoy en día, que se identifican cada vez más pronto. Esto terminará a la vuelta de, digamos, unos cincuenta años, cuando se hayan dominado totalmente los cánceres. Pero, cuidado, vendrán otras cosas y otras enfermedades.

- Una vía eficaz parece ser la de enseñar a nuestro sistema inmunológico a combatir el cáncer. De hecho, se acaba de publicar una prometedora investigación en esta línea para combatir el cáncer de colon.

-Sí, es una vía prometedora, pero también es una de las cosas que están dando más dificultades. Porque trabajar sobre el sistema inmunológico es complicado. Volviendo a lo que hablábamos antes, se da la circunstancia de que España tiene muchos buenos muchachos trabajando sobre eso. Y esto, la colaboración, también es importante: ya no se avanza sólo con la genialidad de un único individuo aislado, como pasó con la histología de Ramón y Cajal.

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