La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El lobo, una guerra sin fin

Los daños del carnívoro, causa de una fuerte protesta social, son la punta del iceberg de una crisis estructural de la ganadería

Casi 30.000 cabezas de ganado, propiedad de algo más de 600 ganaderos, frente a seis grupos familiares de lobo (entre 40 y 60 ejemplares, incluyendo los solitarios). Son las cifras oficiales (de marzo de 2017) del conflicto que condiciona de forma sustantiva la gestión del Parque Nacional de los Picos de Europa y que marca el clima de crispación social que se vive casi en cada pueblo con pastos dentro del espacio protegido. Una cifra más: 61.000 euros anuales (en 2016) en pagos por daños de lobo. El coste de una "paz social" que no llega. Los pastores descargan en el cánido el hundimiento de un sistema socioeconómico. La Administración encuentra en el carnívoro un oportuno chivo expiatorio y trata de resolver a tiros (mediante controles poblacionales) un problema (la crisis de la ganadería extensiva) que solo se puede solucionar afrontando la reforma estructural que requiere el campo en esta comarca. Y los políticos juegan la baza electoral que les proporciona la guerra del lobo, tan antigua como la propia actividad pastoril, pero nunca tan adulterada ni enconada como ahora y, sobre todo, como en este parque nacional, a pesar de que no se concentran aquí los mayores daños de Asturias y de que es un santuario de fauna.

El lobo mata ganado. Sobre todo, si no está adecuadamente vigilado, con pastores (resulta cuando menos paradójico que los ganaderos se quejen de que tienen que cuidar sus rebaños, una tarea básica de su profesión) y con perros adiestrados y bien atendidos (si pasan hambre pueden convertirse en lobos con piel de cordero), o si la escasez de presas salvajes no le deja alternativa. Y es cierto que sus daños pueden ser gravosos para una familia y que las indemnizaciones tardan en cobrarse y son cuestionables en su cuantía. Tan cierto como que el lobo no constituye la causa de la extinción del sistema pastoril, sino que cabe atribuirlo, en primera instancia, a la dureza del trabajo y la consiguiente falta de relevo generacional y, secundariamente, a las desfavorables condiciones del mercado agrario común. Esta afirmación es fácil de verificar, pues la misma tendencia negativa en la cabaña ganadera se registra en espacios de montaña con lobo y sin lobo en el área cantábrica, en España y en Europa. Sin embargo, se opta por tomar la medida complaciente de abatir lobos, sin estudios técnicos que la justifiquen (u obviando aquellos que la rechazan), en vez de afrontar el reto de buscar una salida a la crisis demográfica, social y económica del campo asturiano y de la comarca de los Picos en particular.

Compartir el artículo

stats