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ENEDINA GARCÍA FERNÁNDEZ | Cocinera y hostelera

"No era torgada en la escuela y quise ser maestra, pero ¿dónde taben Dios y les perres?"

"Cuando mi madre enfermó decía-y el vinateru a mi padre: 'Dimas, tú cuida a la muyer, ya me pagarás'; gastámos-y el vino al nieto porque no se puede olvidar"

Enedina García, delante del hórreo de Casa Generosa, en las nevadas del pasado febrero. LUISMA MURIAS

-Nací en Morcín en 1944. Mi madre, Generosa, era de Peñerudes, donde el embalse. Tovía ta la casa de mi güela. Donde naces nunca se te olvida. Mi padre, Dimas, era d'equí.

- Sus primeros recuerdos.

-A los 7 años abrimos un barín: cocina, bar, mostradorín de un metro y una mesa donde chaben los paisanos la partía. Empezó mi madre col negociucu. Mi padre iba con un caballo que teníemos a Proaza por la ruta Les Xanes a por un pellejín de vino. Mangábamoslo encima na mesa y a vender.

- ¿La vivienda estaba arriba?

-Uy, Dios, claro, dos habitaciones arriba.

- ¿Cuantos vecinos había?

-En lo que yo recuerde vivíamos 110 o así, críos y paisanos, veinte cases, todes abiertes. Ahora somos once persones soles en pueblu.

- ¿De qué vivían?

-De la labranza. Mi padre era cantero y un tíu míu también. Andaben haciendo cuadres y vivíamos de cuatro vaques y del barín. Uno o dos que trabajaben en la fábrica de Mieres y teníen que quedar de pensión tola semana.

- ¿Tiene hermanos?

-Soy yo sola. Tenía una que murió de neumonía, de dos años. Llamábase Humildad. Mi madre nunca lo borró de la cabeza, nunca más fue a una fiesta. Tuvo otru neno, pero nació muerto. Lloraba yo... siempre fui muy nenera.

- ¿Qué rapacina era usted?

-Ay, Dios del cielo. Veníamos de la escuela y teníamos que pelar patates para facer la cena, qu'echaben cuatro patates y arroz, o dir por agua, que no había en casa, a la fuente p'arriba y volver, con el calderín en la cabeza. Yera otra vida. Era buena rapacina.

- ¿Era lista en la escuela?

-Torgada no era, en lo que cabe. Llegué a la raíz cuadrada. Teníamos 12 años cuando nos echaron de la escuela. Tengo ahí que diéronme certificao. Tenía una maestra, Celestina, de Entrago, tía de Celso Peyroux [cronista oficial de Teverga], que tuvo aquí dieciocho años en una casa y pa escribir no había quien la meter mano; escribía de catorce maneres.

- Era buena calígrafa.

-Ahora la escritura no la aprecia nadie, pero para eso era muy repunante. Enseñábanos a escribir pa dar un pésame a la gente. Tengo les libretes de cuando iba a la escuela. Soy amiga d'eses coses. Conservo de los mis nenos desde el primer día que fueron a la clase hasta el último que estudiaron. Desde el día que nacieron hágo-yos un librín. Ahora ye todo ordenadores, pero yo creo que lo que queda escrito ta bien. El ordenador puede algún día fallar y lo escrito tiene un valor. Decía mi padre que la palabra de un paisanu tien que ser exacta a una firma porque nunca puede revocar la palabra. Ahora adelantóse el modo de vida; cambió tanto que pa delles coses ye peor. Pa mí.

- ¿Cuántos alumnos tenía la escuela?

-Daquella habíamos muchos, veintitantos. Veníen de La Rebollá. En los apartamentinos que hicimos onde era la escuela tengo fotos de grupos de los que íbamos, de hay setenta y pico años. La escuela ficiéronla hay 115 años o así. Trabayó nella el padre de Agustín, cuando era chaval. Si nevaba mangábamos les katiusques y p'arriba. Poníemos una estufa de leña.

- ¿Siempre cocinaron en el bar?

-Freíes un huevu y cuatro patates a unu si venía. Cuando yo tenía 17 años había un poco baile, con tocadiscos. Venían los mozos, comíen una lata sardines. Éramos más felices que ahora que lo tienen todo.

- ¿Salían mucho del pueblo?

-Los domingos, iben d'aquí hasta Soto andando y cogíen el tren a Mieres pa vender las mantecas y los huevos. De piquiñina me operaron en Oviedo tres veces de vegetaciones, íbamos dos hores andando hasta Soto. Con los mis guajes estudiando en Masaveu había una nevá y subimos andando desde Soto aquí; no nos asustaba el tiempo, tamos acostumbraos.

- ¿Cómo era su padre, Dimas?

-Un paisano, buena persona, calláu y prudente. Murió de 72 años y en casa nunca le sentí un cagamento. Un modelo. Era la única fía que tenía y nunca me dio una bofetada ni me puso una mala palabra. Teníes poco que comer, pero comíeslo en paz.

- Aquí, de hambre, nada.

-Fame, no lo pasábamos, pero los manjares, ¿ánde taben? En ningún sitiu. Comíes patates y berces y cenabes patates con cuatro sopes y por la mañana pan y leche, pero esta arrogancia que hay ahora por toles esquines, no. Pero, bueno, mazaben y dábente un pocu pan con manteca y azúcar y ya taba.

- ¿Cómo era su madre?

-No soy yo quién ha de aponderá a los padres, pero siempre fueron buenos vecinos. Mi madre vivió aquí 65 años y nunca tuvo enfadada con un vecín. Pa mí fue un ejemplo.

- Y lo siguió.

-Los vecinos son con los que vives, los primeros que lleguen si tienes una necesidá, los hermanos más cercanos que tengo. Toy superorgullosa d'ellos. No puedo decir tengo un vecino malo pa mí. Los domingos viene muchísima gente, los coches traviesen aquí, traviesen allí y nunca ninguno me dijo: "Estórbame ésti"...

-¿Hubo guerra en Pedroveya?

-De solteru, mi padre tuvo en un batallón de trabajadores y cuando iben a León, porque carecía del asma, acordábase que tuvo presu en San Marcos. Marchaben con ellos. Aquí guardias mataron paisanos. Cuando ye una guerra nun ye paz.

- ¿Cuándo aprendió a cocinar?

-De piquiñina estaba arrimá a la cocina y como yo, les otres. Mandábentelo en casa, teníes que facelo. Ellos iben a la tierra, pal prao, y si era primavera al monte a les vaques; y como mi madre, les otres.

- ¿Y jugar?

-Hasta les once de la noche, al escondite, los diez o doce del pueblu. Cansábense de llamanos. Ahora nun saben a qué jugar.

- ¿Cuántos quedan de entonces?

-Cuatro o cinco: Carolina, Ángel Luis, Florentino... dos matáronse, otru murió de un infarto. Dellos marcharon.

- ¿Qué pasaba en Pedroveya cuando se ponían enfermos?

-Venía el médico de Proaza a caballo o andando si taba unu muy malu. Había una paisana en Lavares, muy curiosa, que te arreglaba los huesos si teníes una retorcedura, pero de otra manera... En Quirós había un paisano, Galcerán, que yera el jefe de la Caja de Previsión y la gente se apuntaba a la Seguridad Social. Tenía muchos amaños y criados que lo ayudaben a segar y a uno y a otro.

- ¿Eran de ir a misa en casa?

-Sí, educáronme a eso. No sé si ye bueno o malo, pero eso lo vivimos en casa, pero mal ejemplo no nos lu dieron.

- ¿Qué quería ser de mayor?

-Maestra, pero ¿dónde taben les perres y donde taba Dios pa dátelo? Aprendía bien y siempre me gustaron los críos. Sentaba aquí conmigo a les pequeñuques y peinábales. Tenía primes y decía-yos: doy-vos la mitá de lo que tengo y quedáis aquí conmigo. Una vivía en Palomar, marchó pa Francia, y otra, Marigel, en Buseco, taba aquí seis meses. Siempre me gustó tener gallinero en casa.

- ¿Cuando se hizo adolescente estaba a gusto en el pueblo?

-Éramos felices. Íbamos a les fiestes de Lavares, Peñerudes, la Piñera y teníemos que venir corriendo. Quedábamonos en les del Cristo y Los Remedios, de Proaza, que eren buenísimes. Quedaba en casa Diego, donde traemos el vino, que ahora llévalo un nieto.

- ¿Siguen trayéndolo del mismo sitio?

-Sí. Cuando mi madre tuvo enferma, al dar a luz el neno muerto, el vinateru decía-y a mi padre: "Dimas, tú cura a la muyer; a mí, ya me pagarás". Eses coses no se pueden olvidar. Hay tantos años que gastamos el vino d'él en casa porque son una gente muy buena. Luego llevolo el fíu, José Ramón.

- ¿Qué libertad tenía de rapaza?

-Antes de las diez, en casa; correcto todo porque yera así. Díbamos a Peñerudes y por bailar una pieza más dábamonos pataes en culo con les alpargatuques, cuerre pa casa, para que no nos riñeran pero no por eso perdíes de ser feliz. Igual más qu'ahora.

Mañana, segunda y última entrega

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