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De la mina de carbón a la mina de datos

Los expertos asturianos en "Big Data" rechazan que los ingenieros digitales hagan un "uso malicioso" de la información que recopilan de ciudadanos y clientes y aseguran que su tecnología está pensada para "hacer un mundo mejor"

Lucía González, David Zapico y Jonathan Solís, equipo de la compañía de analítica Frame Analytics.

"La información es poder", decía el político, filósofo y escritor Francis Bacon. Hoy por hoy, la información no sólo es poder, sino que se puede medir en euros. El negocio de los datos mueve millones de dólares en todo el mundo y crece cada año un 30 por ciento. Asturias cuenta con una de las principales empresas españolas de análisis y minería de datos. Divisadero, con sede en Gijón y oficinas en toda Europa, trabaja a diario con el rastro digital que dejan las personas en internet. Realizan el mismo trabajo de recolección e interpretación de datos que Cambridge Analytica, pero sus fines son otros. El escándalo de esta compañía estadounidense que utilizó los datos de Facebook de 87 millones de personas para realizar propaganda política ha puesto en el punto de mira la seguridad en internet. Sin embargo, Manuel Blanco, director general de la empresa asturiana puntera en el sector, ve este caso como algo "anecdótico". "La miga de los profesionales del sector del dato es hacer un mundo mejor", aclara. Blanco cree en el "Big Data" (recolección de datos a gran escala) como una herramienta para mejorar la experiencia de los clientes y lo califica como "una pieza clave en la diferenciación de las compañías". En Asturias son varias las empresas que han visto en los datos una oportunidad de negocio.

"Siempre ha existido una necesidad de las compañías de conocer a sus clientes, pero ahora se invierte en ello". Con estas palabras explica Blanco el éxito de Divisadero, una empresa asturiana dedicada a la minería de datos con más de 1.400 personas recopilando y analizando datos en sus oficinas repartidas por toda Europa. Recolectan toda la información posible de los consumidores, la interpretan y buscan posibles mejoras. Un ejemplo: siguen el rastro del cliente de un banco a través de la página o aplicación para conocer qué es lo que más le interesa y poder ofrecerle esos servicios. "Antes esa información se quedaba en una conversación con el banquero, ahora la guardamos y la interpretamos para mejorar la experiencia del cliente", explica Blanco. En la actualidad, expone, las empresas de energía buscan fusionar sus servicios de luz y gas al estilo del paquete de servicios que ofrecen las telefónicas. A través del análisis de datos reciben una lista detallada de posibles clientes interesados en contratar el "pack" completo. "Los datos nos dan la inteligencia necesaria para ser capaces de mejorar", explica Blanco. La diferencia con lo ocurrido en Estados Unidos con Cambridge Analytics: no se obtiene información procedente de terceros como pasó con los perfiles de Facebook. La buena praxis pasa por utilizar sólo aquellos datos que el usuario haya facilitado a una compañía con la que trabaja, bien sea un banco o una aplicación para el móvil. Sin saber nada acerca de los gustos o ideología de los clientes.

Manuel Blanco está seguro de que la gente no entiende los entresijos de su trabajo: "Todo el mundo tiene claro qué hace un abogado, pero al ingeniero de datos se le relaciona con un uso malicioso y eso no es así". En Divisadero un 80 por ciento de la plantilla procede de la Universidad de Oviedo y colabora de forma estrecha con la institución educativa para terminar con el estigma que se cierne sobre la profesión. Para el director de esta multinacional, que cuenta con 65 trabajadores en Gijón y 135 en toda España (también disponen de sucursales en Madrid y Barcelona), se ha generado una "alerta social" por culpa de lo ocurrido con Facebook. Sin embargo, cree que el uso de datos con fines ilícitos ya existía antes y "seguirá teniendo lugar por muy regulado que esté; al igual que ocurre en todas las profesiones".

Los datos son la materia prima más valiosa en la actualidad, la gasolina del siglo XXI. En el presente, convierten la información en euros. En el futuro, permitirán impulsar la inteligencia artificial y el aprendizaje automático. Es por eso que analistas y desarrolladores de "Big Data" son, hoy por hoy, los profesionales más demandados en el mercado laboral. Un total de 90.000 profesionales serán necesarios hasta 2020 en este sector, según las previsiones de la Unión Europea. El negocio de los datos cada día es más rentable. En 2019 moverá más de 40.000 millones de dólares según la consultora IDC. En Asturias cada vez son más las empresas que han descubierto esta gallina de los huevos de oro.

La minería de datos, entendida como un campo de la estadística que analiza grandes volúmenes de información, está en todas partes. Las tiendas físicas de ropa o las farmacias también están configuradas a partir de información que extraen de sus clientes. "A través del wifi o las cámaras del comercio detectamos por dónde se mueven las personas y cambiamos el diseño del establecimiento para que puedan vender más", explica Jonathan Solís, responsable de la empresa gijonesa Flame Analytics. La compañía analiza el comportamiento de los clientes en una tienda física, al igual que hacen las páginas on-line con sus usuarios. El análisis de información para optimizar espacios sustenta su negocio. Solís no tiene ninguna duda de que el análisis de datos es el futuro: "Son herramientas muy potentes que se pueden utilizar para hacer el bien o para hacer el mal; como ocurrió en el caso de Facebook". Por eso ve el nuevo reglamento de protección de datos de la Unión Europea una medida "justa y necesaria". En su empresa ya han puesto en marcha los cambios para ajustarse a la ley. "Las multas referentes a este tema son para cerrarte el negocio", apunta Solís.

La información más blanca, esa que facilitan las instituciones públicas, también es valiosa. La empresa ovetense Better Place ha convertido los datos sobre población y consumo del Instituto Nacional de Estadística (INE) en la base de su negocio. "Convertimos las tablas en mapas", explica su fundador, Pablo López. La empresa ofrece a sus clientes la posibilidad de elegir qué lugar es el mejor para montar su negocio a partir de datos demográficos. "Puedes elegir edades de los potenciales clientes, nivel adquisitivo, sexo, etcétera, y el programa te dice qué zonas son las que reúnen esas características y facilita los locales disponibles en la zona", comenta. Las franquicias, banco o inmobiliarias son los principales clientes de esta empresa, pero sus primeros casos de éxito vinieron de la mano de pequeños comercios. El primero, la tienda de bicicletas de un amigo. El segundo, la academia de inglés de Roberto Antuña y Patricia Candanedo. Ambos califican la herramienta de Pablo López como "el dedo de Dios". "Nuestra idea era montar la academia en el centro de Oviedo pero seguimos lo que nos decía el programa", explica Candanedo. El análisis de datos demográficos y económicos determinó que La Corredoria era la mejor opción. Cerca de su academia hay tres colegios y nada más colgar el cartel de apertura la gente comenzó a llamar. "Desde el primer día estamos a full", comenta Antuña. Better Place trabaja ahora con la Cámara de Comercio de Oviedo para ayudar de forma gratuita a emprendedores que buscan la mejor ubicación para su negocio.

"La gente pregunta mucho a raíz de lo de Facebook. Noto cierta psicosis entre el público por desconocimiento. No ocurre lo mismo en las empresas que estamos acostumbradas a tratar con datos", explica el fundador de Better Place. Un argumento que también defiende Christian D. Pérez, responsable de marketing on-line de la cadena de supermercados asturiana Masymas. "Trabajamos con muchos datos personales, pero no traficamos con ellos", sentencia Pérez. La empresa en la que trabaja es un vivo ejemplo de que la información de los ciudadanos pulula en muchas bases de datos, no sólo en las redes sociales y las plataformas de internet.

Las tarjetas de fidelidad del supermercado son las encargadas de recopilar información. Con ella, analizan el consumo de sus clientes para ofrecerles descuentos a medida. En total, guardan en sus servidores un terabyte (1.000 gigas) de datos, divididos en datos sensibles (nombre, DNI y dirección) y datos de hábitos de consumo. Aunque Alfonso Riesgo, director de sistemas de la empresa, asegura que la información "no sale de aquí", sí notan cierta preocupación por parte de la clientela. "Son muy celosos de sus datos, algunos rellenan el número de teléfono con ceros en los cuestionarios", señala Pérez. Entienden la preocupación a raíz de lo ocurrido con Facebook, pero cree que abandonar la red social no es lo correcto, "tenemos que ser conscientes de que en el momento que participamos de ello dejamos de ser dueños de nuestros datos", apunta. Y matiza: "En nuestra empresa es diferente, ni traficamos ni compramos bases de datos externas".

Su empresa, como miles de compañías españolas, trabaja estos días contra reloj para ponerse al día con el nuevo Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), que entrará en vigor el 25 de mayo en toda la Unión Europea. Estas medidas modifican las condiciones de uso de los servicios, la política de privacidad y el uso de cookies. En definitiva, el usuario estará más respaldado por el reglamento. Su principal arma ahora es la introducción del derecho al olvido, es decir, podrá solicitar que sus datos personales sean eliminados de los servidores de una empresa si así lo desea.

Toca cambiar las reglas del juego porque la minería de datos y el "Big Data" avanzan a paso firme. El sector crece rápido. Cada año, aumenta su volumen de negocio un 30 por ciento. Pero el chicle aún se puede estirar más. Son muchas las empresas que todavía no utilizan esta tecnología de procesamiento de datos. Sólo ocho de cada cien empresas españolas utilizan el "Big Data" de manera habitual para guiar sus negocios, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.

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