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Salud

El poder de las palabras

Entre el 30% y el 40% de los españoles tiene quejas respecto al sueño, y el 12% reconoce que sufre las consecuencias del insomnio

El poder de las palabras

En el espacio diáfano del interior de Santa María del Naranco el profesor Amancio Isla, estudioso de ese periodo de la historia de España, se preguntaba dónde dormiría Ramiro I mientras miraba al profesor Arias Páramo, conocedor profundo y minucioso de ese monumento. Durante muchos años fue la parroquia local, aún se conserva el altar, pero todos los expertos coinciden en que ésa no era su función original. A alguien se le ocurrió que podría ser un palacio de verano, y sea o no de verano, la idea de residencia real cuajó. La apreciación del profesor Isla es evidente, sin embargo fuimos capaces de verlo como palacio porque necesitamos explicaciones y ahora ya no la tenemos.

Dormir es una de las necesidades básicas de los seres vivos. El problema de sueño más común es el insomnio primario. Sueño insuficiente porque se tienen dificultad para conciliar, porque sea fragmentado o por un despertar temprano. Quizá lo que importa es si el sueño es o no reparador, es decir, cómo se siente uno durante el día, si percibe las consecuencias de haber dormido mal. Porque entre el 30 y el 40% de los españoles tiene alguna queja respecto al sueño, pero si se pregunta si sufre consecuencias del insomnio, aproximadamente 12% contesta que está afectado. Y si vamos al diagnóstico psiquiátrico, aceptado como referencia el manual de la Asociación Americana, habría un 6% de insomnes. Vale la pena mostrar los criterios porque, lo mismo que nombrar Santa María del Naranco como palacio tranquiliza, poner una etiqueta a los trastornos del sueño que uno sufre puede modificar la forma en que se vive.

Pues éstos son: el síntoma predominante es la dificultad para iniciar o mantener el sueño, o no tener un sueño reparador, durante al menos 1 mes; la alteración del sueño (o la fatiga diurna asociada) provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad; la alteración del sueño no aparece exclusivamente en el transcurso de la narcolepsia, el trastorno del sueño relacionado con la respiración, el trastorno del ritmo circadiano o una parasomnia. La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de otro trastorno mental (por ejemplo, trastorno depresivo mayor, trastorno de ansiedad generalizada, delirium); la alteración no es debida a los efectos fisiológicos directos de sustancias o de una enfermedad médica. Por eso se denomina insomnio primario, porque se han descartado todas las causas conocidas.

Las parasomnias son todo un mundo. Durante la carrera había estudiado el síndrome narcolepsia-catalepsia, pero nunca lo había visto. Hasta que el doctor Fernández, neurofisiólogo, se empezó a interesar por la patología del sueño y me introdujo en ese mundo. Entonces me preocupaba la calidad del sueño de los trabajadores a turnos. Hice estudios mediante acelerómetros que colocaba en la muñeca de los voluntarios durante 30 días, un registro que mediante programas informáticos me indicaba cuánto y cómo habían dormido. Descubrí que había en el conocimiento un efecto balsámico. Pedía a mis pacientes que llevaran un diario de su sueño. A los 30 días comparábamos su percepción con los resultados de la vigilancia. Casi nunca coincidían. Pero cuando lo mostraba en la pantalla, ellos se reaseguraban y al final se convencían de que habían dormido mejor de lo que percibían. No duermo nada, nada, me decían algunos. Sin embargo, en el registro aparecían largos periodos de sueño entre algunos despertares prolongados. Verlo tenía un efecto reparador.

El doctor Fernández me mostró casos de narcolepsia-catalepsia. Era capaz de provocarlos al someterlos a emociones fuertes, su principal desencadenante. Entonces empecé a descubrirlos en mi consulta. Recordé otra vez lo que decía Lledó: "No hay ver sin saber". Porque yo ignoraba entonces otra parasomnia: el síndrome de pies inquietos. Sólo lo atribuía a la neuropatía periférica, casi siempre alcohólica. El doctor Fernández me mostró algunos casos y desde entonces los vi en la consulta. Son patologías que tienen un tratamiento neurológico.

Como la apnea del sueño. Ésa es la patología más frecuente. Recuerdo bien el primer caso que diagnostiqué. Entonces el doctor Payo había montado su laboratorio y yo iba a aprender con él. Era algo innovador en el mundo de la fisiología respiratoria. Desde antiguo se hablaba del síndrome de Pickwick, las personas con insuficiencia respiratoria que se duermen. Pero no íbamos más allá. Hasta que se describió el síndrome de apnea del sueño. Lo bueno es que tiene tratamiento con un respirador. Eso fue lo que hicimos con el conductor que se había estrellado porque según él había perdido la conciencia. Tenía todo el aspecto de sufrir la enfermedad que confirmó el doctor Payo.

Las palabras son tubos por los que miramos la realidad: Santa María del Naranco es un palacio, y así lo vemos. Nos cercenan la mirada. Pero también nos la abren: es una narcolepsia, o una apnea del sueño. Y la vemos.

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