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Los velocistas de la fauna asturiana

La reciente llegada de vencejos y alcotanes convierte los cielos en un espectáculo de acrobacias aéreas - y picados de vértigo; en el mar "vuelan" los tiburones pelágicos, los bonitos y los peces espada

Halcón peregrino, persiguiendo un chorlitejo grande

Vivir deprisa no es solo el signo de los tiempos. Para muchos animales es una necesidad biológica: dependen de ello para sobrevivir, ya sea por su elevado metabolismo (musarañas y colibríes son buenos ejemplos), porque se ven obligados a realizar largos desplazamientos y/o apurar los tiempos que invierten en la cría para aprovechar una breve estación óptima (charrán ártico) o, simplemente, porque deben atrapar presas muy rápidas o, a la inversa, huir de cazadores ágiles y veloces. El primer ejemplo responde a una forma de ser inquieta, por así decirlo, mientras que el segundo corresponde a un estilo de vida casi nómada; solo el tercer grupo representa a los animales que, realmente, dependen de la velocidad física y la ejercen.

Las aves pueden desarrollar velocidades de vuelo asombrosas: hasta 360 kilómetros por hora se han medido en los vertiginosos picados del halcón peregrino. El alcotán europeo -que regresa ahora de invernar en África- no es tan veloz, pero tampoco se queda atrás y su complexión más estilizada, con alas más finas en forma de guadaña, le permite realizar acrobacias, quiebros y otras maniobras a gran velocidad y con una agilidad que en nada tiene que envidiar a los vencejos comunes, otra especie migratoria llegada a finales de abril, que completan el podio de los sprinters aéreos. No en vano, halcones y alcotanes son casi los únicos depredadores que tienen aquéllos.

Bajo el agua, y en superficie, también hay grandes velocistas, sobre todo tiburones y atunes, peces espada y otros grupos afines de peces robustos y musculados, con gran potencia de impulso. Al marrajo, un tiburón grande (hasta 4,5 metros) y agresivo, se le atribuye una velocidad punta de 124 kilómetros por hora. La impresión de llevarlo detrás debe ser aterradora. El pez espada llega a los 100 kilómetros por hora. La elegante tintorera no es tan rápida: hasta 69 kilómetros por hora. Atunes y bonitos alcanzan velocidades de unos 60 kilómetros por hora, aunque suelen nadar a un tempo más sosegado. Marcas similares se han registrado en el delfín común.

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