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PEPA SANZ FUENTES | Paleógrafa y cronista de Avilés

"Mis padres eran republicanos y nos dieron una educación igualitaria"

"Tenía 14 años cuando marchamos para Sevilla y salí de Avilés llorando, en el suelo del coche de mi tío Manolo, dejando a mi hermana en el colegio mayor"

La catedrática de Paleografía Pepa Sanz, en el exterior del auditorio de Oviedo. MIKI LÓPEZ

-Nací el 22 de septiembre de 1947, en Avilés, en Sabugo, calle de la Estación, a las siete de la mañana. Tengo una hermana, Elena, cuatro años mayor. Mis padres perdieron una primera hija con 4 meses.

- ¿A qué se dedicaban en su casa?

-Mi padre, Anselmo Sanz Fernández, era industrial, exportador de pescado en Avilés, en la sucursal Pescados Sanz, que todavía existe en Gijón. Mi madre, María Josefina Fuentes Pardo, maestra, llevaba toda la contabilidad del negocio de mi padre.

- ¿Cómo se conocieron?

-En ingreso y compartieron el premio extraordinario de Bachiller "Jovellanos-Habana" que daba el instituto. Los dos eran estudiantes en 1936. Él hacía Ingeniería de Montes en Madrid y ella había terminado Magisterio y hecho el curso de alumna maestra en San Bartolomé de Miranda (Belmonte).

- La guerra los cogió de vacaciones.

-A mi madre la nombraron directora del grupo escolar Luis de Sirval y le costó la carrera. No pudo ejercer hasta 1976, pero fue una excelente maestra republicana en la academia popular de mi casa, sin cobrar, con nosotras y otros niños. Había querido ser química, pero no pudieron pagársela.

- ¿Su padre?

-Combatió en Infiesto, la Calzada de la Mesa y Tuiza en el bando republicano. Acabada la guerra, no pudo seguir estudiando. A mi abuelo le incautaron el negocio, pero su hijo Luis, mi tío, había estado en el bando nacional y pudo empezarlo de nuevo. Mi padre entró en el negocio, que era potente.

- ¿La familia de su madre?

-Mi abuela, Lola, era cigarrera y gran artesana y mi abuelo Pepe fue mecánico y acabó trabajando en la Fábrica de Tabacos.

- ¿Cómo era su madre con usted?

-Cariñosísima y recta. Ni la madraza de "todo lo tapo" ni el sargento de "todo lo castigo". Llevaba el control en casa porque, por los horarios de la lonja, sólo veíamos a mi padre a la hora de comer. Siempre estuvieron de acuerdo respecto a nosotras. Lo más que podía decir mi madre era "que no se lo tenga que decir a tu padre". Eran muy conscientes del valor del esfuerzo, del estudio y de que teníamos que valernos por nosotras mismas. Tuvimos una educación igualitaria.

- ¿Cómo era su padre?

-Cuando pudo tener descanso dominical, a mis 4 años, empezó a disfrutar con nosotras. Nos enseñó mucho del campo porque había vivido hasta los 5 años en Llavandera (Gijón). Aprendimos de animales, flores, pájaros, fósiles, a hacer un ramo de cerezas sin que cayera ninguna, a cazar pájaros con liga. Lo que no eran jilgueros o pardillos se limpiaban y echaban a volar. Sólo se cogían los pájaros necesarios para ser felices.

- ¿Qué tal su hermana?

-Genial. Nos complementábamos. Ella me soportaba y yo pasaba de ella. Nos ayudábamos y no dejábamos que nadie tocara a la otra. Ella era más políticamente correcta, yo más bruta.

- ¿Alguien más en casa?

-La Cuca, una institución en casa. Era de Luanco pero de familia palentina, algo mayor que mi madre, y nos bajaba al parque. Vivió con nosotros hasta su jubilación.

- ¿Eran religiosos?

-Sí, pero no comesantos. Yo soy cada vez más cristiana y menos católica porque se predica el acogimiento y el amor y, a la vez, se dice que hay que segregar. Hago vida parroquial en Perlora por disidencia con el cura de Candás. Todas las iglesias son la casa de mi padre, Dios, pero escojo la que más me gusta por el mayordomo.

- ¿Qué tipo de cría era?

-Fuerte y sincera. Me gustaba jugar al baloncesto, la gimnasia de potro, plinto y cuerda y jugar a la maza. Me encantaba que podía levantar a una tía mía muy menudita.

- ¿Qué tal estudiante fue?

-De sobresaliente y matrícula, como mi hermana y, aunque rasque decirlo, sin gran esfuerzo. Nuestros padres nos enseñaron a pensar y mis problemas con profesores fueron porque exigían aprender de memoria y por el cartelillo de hijas de vencidos.

- ¿Todavía?

-Sí, en 1962, cuando marchamos a Sevilla una señora de la edad de mi madre, le dijo: "Ay, Pepita, cuánto siento que marches porque aunque eres roja eres buena persona".

- ¿Por qué se fueron a Sevilla?

-El negocio fue a menos en 1959 porque en Avilés ya se comía mucho pescado y quedaba poco para exportar. En 1961 mi padre enfermó de asma y Avilés era irrespirable. Un primo suyo le ofreció trabajo administrativo en una empresa del INI, el Laboratorio Veterinario Nacional. Mi hermana estudiaba Geológicas y quedó en el colegio mayor de Las Catalinas. Yo tenía 14 años y me recuerdo llorando, sentada en el suelo del Seat 1.400 -azul con el techo blanco, al que llamábamos "Rigoberto"- de tío Manolo.

- ¿Notaron la bajada económica?

-Habíamos vivido siempre dentro de un orden, pero notamos el desarraigo, la separación de mi hermana y los precios de Sevilla.

- Un cambio en plena adolescencia.

-Entré en el Instituto Murillo, femenino y con uniforme y me encontré con un grupo de chicas de mi edad, con que no hablaba andaluz y que hablaba raro. Una vez dije "ajado" y una me corrigió: "En cristiano". Soy bastante abierta y me llevé bien.

- Y en su entorno sólo había chicas.

-Agustín García Calvo, luego conocido por revueltas estudiantiles de Madrid, era catedrático de Latín del masculino y creó un grupo de teatro con chicos en nuestro instituto. Allí conocí a Felipe González a través de su primera novia, Conchita Romero, y a Rodríguez Almodóvar, que fue alcalde de Sevilla. A Carmen Romero la conocí en la Facultad.

- ¿Le gustaba el teatro?

-No fui teatrera pero desde pequeña podía representar un papel y hablar en público. Fui Electra, de Sófocles, en teatro leído porque sabía algunas cosas del Carreño Miranda y porque a don Agustín le gustaba mi voz.

- ¿Qué le pareció la sociedad andaluza?

-A veinte años de Avilés. Había mucho dinero, muchos pobres y un machismo alucinante. A una vecina le escogía el color de la ropa el marido. El que no tenía un "varonsito" estaba perdido. A mi madre le dijeron que para que estudiábamos si las "jembritas son pa casarlas". Era la primera vez que nos oía ser llamadas "hembras".

- ¿Y en su entorno?

-Mi pandilla era de izquierdas, liberales, pero en la Universidad el primer chico que me rondó se fue cuando saqué dos notas mejores que las suyas.

- ¿Fueron felices en Sevilla?

-Yo, mucho. A mis padres les costó más. Mi madre siguió siendo maestra vocacional con niños de aquí y de allá y mi padre sufrió unas primaveras y Semanas Santas de incienso fatales para el asma. Estuvieron entre los fundadores del Centro Asturiano, muy apoyado por el alcalde de Sevilla, Juan García Fernández Rodríguez del Busto, descendiente de asturianos y por el gobernador civil, Ramón Muñoz, que como regidor de Luarca le habían apodado "el alcalde arco iris" porque era "el alcalde azul de la Villa Blanca de la Costa Verde".

- ¿Y su hermana?

-En 1965 fue a Barcelona para hacer la tesis con Solé i Sabarís. No la hizo porque el hijo de Solé iba por delante de ella. Se casó, se doctoró en biberones con sus dos hijos y está jubilada de profesora de Secundaria en Barcelona. Mantuvimos la relación en la lejanía, incluso con el tren llamado "el Catalán", que tardaba 25 horas de Sevilla a Barcelona.

- ¿Cómo eligió carrera?

-Salí de Avilés enamorada del latín y el griego y quería hacer Clásicas. En tercero de carrera no había Clásicas y no tenía dinero para vivir en Salamanca o Madrid. En Historia tuve muy buenos profesores, el mejor Juan de Mata Carriazo Arroquia, de la Institución Libre de Enseñanza, que me enseñó lo que tenía que ser como profesora. En tercero de Historia, el profesor de prácticas de una "maría", Paleografía y Diplomática, era un leporino que pronunciaba fatal pero tenía chispa y nos divertimos con él.

Mañana: "El día que no sea de izquierdas me da un pampurrio"

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