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El granero de antaño quiere ser la casa del mañana: el hórreo busca un futuro

Las trabas legislativas impiden dar un uso como vivienda a estas construcciones, que se están perdiendo por toda la región

Una bici colgada en un hórreo en San Martín del Rey Aurelio.

Han sido graneros, trasteros, lugar de trabajo, punto de reunión, vivienda ocasional o permanente, refugio en días de soledad y tiempos de guerra, atalaya en la tormenta, despensa de asturianía. Los hórreos, también las paneras, son una parte indisociable de la naturaleza regional, y una constante en el paisaje de Asturias durante, al menos, los últimos cinco siglos. Pero al igual que pasa con otros iconos asturianos, como el urogallo y el oso pardo, también estas singulares construcciones corren peligro de desaparición. El fin de la economía agraria en la región, cada vez más orillada ante un porvenir apantallado, tecnourbano, deja a estas construcciones en fuera de juego. La cuestión: ¿para qué sirve un hórreo en pleno siglo XXI? La respuesta: probablemente para muchas cosas, pero la legislación no las contempla.

La regulación sobre hórreos, paneras y capazos se recopila en el decreto 278/2007, de 4 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de Ordenación del Territorio y Urbanismo del Principado de Asturias, que entre otras cosas conecta las posibilidades edificativas de las quintanas con su vinculación a la actividad agraria. Aparte, la ley de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias 1/2001, de 6 de marzo, impone limitaciones adicionales a este tipo de construcciones. Entre ellas, según se recoge en el artículo 75, la prohibición de construir hórreos, paneras y cabazos desvinculadas de la vivienda y la obligación de acomodarse a la estética tradicional de estas construcciones.

Para los constructores de hórreos, el debate central sobre el uso de estos bienes se mueve en sus posibilidades como vivienda. "El hórreo es igual que una casa o un coche: tienen que ir adaptándose a la vida. El 90% de los hórreos podrían ser habitables: serían ideales para hacer apartamentos, estudios, bibliotecas... yo incluso conozco uno que tiene una iglesia dentro", afirma Pedro Gil, gerente de la carpintería Hoypagil y cuya familia lleva casi noventa años fabricando y restaurando hórreos y paneras. "Esa sería una salida, que los dejaran usar como bibliotecas o poner dentro una cama. Que tampoco es que estemos pidiendo nada fuera de lo normal, es algo que se ha hecho siempre", añade Joaquín Grana, desde 1975 haciendo hórreos, un oficio que aprendió de su padre. Una apreciación que constata el profesor Vicente Rodríguez Hevia, quien incide en que hórreos y paneras han tenido multiplicidad de usos a lo largo de la historia, incluso el de punto de reunión en los pueblos, y también el de vivienda habitual: "Era normal que si no había sitio en la casa, algún miembro de la familia llegara a instalarse en el hórreo".

Entre constructores y estudiosos, hay cierto consenso en la necesidad de regular, con amplitud de miras, los usos de hórreos y paneras. Pero la Dirección General de Patrimonio es tajante sobre la posibilidad de usar uno de estos bienes como vivienda, según la actual legislación: "Los hórreos que se convierten en viviendas incumplen la ley de Patrimonio Cultural de Asturias y las normativas urbanísticas de los municipios donde están ubicados". Ante esta limitación, hay quienes optan por la picaresca e instalan su biblioteca, despacho o incluso un pequeño apartamento dentro del hórreo. "Es que es normal, hay que darles otro uso al que tenían tradicionalmente porque obviamente los paisanos ya no plantan, no matan el gochu... en fin, compramos en el supermercado, y no usamos el hórreo para lo que se usaba antiguamente. Y cuando no usas una cosa, desaparece", sostiene Benjamín Sánchez, constructor de hórreos y conocido en el sector como "Jamín, el fíu Tista". Las trabas legales para dar un uso alternativo a estas estructuras traen un problema añadido: los propietarios rehúsan invertir dinero en su restauración. "Mantener un hórreo es caro. Yo, si quiero arreglar mi panera, tengo que gastar entre 20.000 o 30.000 euros. No la voy a arreglar porque no saco nada de ella. Propongo la reutilización. En mi panera puedo poner allí mi despacho, un apartamento... en el mundo rural lo que no se utiliza desaparece", sostiene Jesús Arango, economista y exconsejero socialista de Agricultura.

Arango pone el acento en otra necesidad: la de hacer un censo actualizado de hórreos. "El censo que tenemos es de hace décadas, del año 72, y es además un censo parcial. Yo calculo que habrá más de 30.000 hórreos en Asturias, pero necesitamos un censo con una ficha de cada hórreo", afirma Arango, quien considera que se debe también hacer una taxonomía de los hórreos para poderlos agrupar por distintos aspectos: la época de fabricación, la presencia de tallas o pinturas... "El censo es necesario porque, para regular, primero hay que conocer la realidad", sostiene.

Arango pone un ejemplo concreto de un hórreo valioso que corre riesgo de desaparecer: "En Los Cabos hay uno cayendo que tiene unos trisqueles maravillosos, pero no se valora". Vicente Rodríguez Hevia alude a otro ejemplar relevante: "El de Remixín, en Llorío, es de una singularidad absoluta, un hórreo del siglo XVI que incluye tallas con dibujos eróticos". La carcoma y la humedad estuvieron a punto de arruinar la talla hace ya una década.

"No existe un censo general como tal de hórreos de Asturias, pero sí existe un registro de los mismos en el planteamiento urbanístico de cada municipio, muchos de los cuales están protegidos en los catálogos urbanísticos", precisan fuentes de la Dirección General de Patrimonio, que añaden que se está elaborando un registro de hórreos que están catalogados como Bien de Interés Cultural (BIC), y en el que ya figura un conjunto de 16 hórreos de los siglos XVI y XVII, además de tipologías específicas como la de los hórreos Beyuscos, uno de los estilos más primitivos de estas construcciones. "Los trabajos se están coordinando en el seno de la Comisión de Etnografía, dependiente del Consejo de Patrimonio Cultural de Asturias, donde se está trabajando también en la protección jurídica de estos elementos", añaden desde la Dirección General de Patrimonio.

Para ayudar a la conservación de hórreos, paneras y cabazos, la Consejería de Educación y Cultura ha convocado una línea de subvenciones , en concurrencia competitiva, para restaurar hórreos, paneras, cabazos y otros elementos de interés etnográfico. La cuantía máxima de la ayuda no podrá exceder los 7.500 euros. Los constructores aplauden la iniciativa, aunque insisten en que no va a servir para frenar la desaparición de estos elementos.

"Es igual que cuando hay un 'plan Renove' de coches o casas, siempre ayuda. Pero no todos los años ha habido ayudas, y entre los que se queman, se destruyen... Estamos perdiendo muchos hórreos, cada vez quedan menos, y en cada pueblo ves un montón derruidos o mal cuidados", sostiene Pedro Gil.

Otro problema añadido es la decisión de muchos ayuntamientos, amparados en una decisión del Gobierno central, de comenzar a cobrar el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) a este tipo de construcciones. La paradoja es que, según la ley de Patrimonio, los hórreos son bienes muebles, no inmuebles. "El Catastro sí que tiene todos los hórreos censados. Si tú consideras que es una construcción fija, que no se puede mover, la consideras una vivienda. Pero los hórreos se movían", reflexiona Arango. "Con esto hay que tener cuidado, porque las subvenciones las dan preferentemente a los hórreos que no están catalogados. Es una manera de que les hagas el trabajo porque van a empezar a cobrarte el IBI", denuncia Benjamín Sánchez.

La estimación de los conocedores del sector es dramática: "Estamos perdiendo del orden de un hórreo cada día", sostiene Benjamín Sánchez. Víctor Manuel Suárez, presidente de la asociación "Amigos del Roble", respalda la cifra y reclama actuaciones más decididas por parte de las administraciones. "Como no hagan algo, van a terminar desapareciendo todos. Hoy en día ya es un lujo tener un hórreo, tenemos verdaderas obras de arte ahí, al agua. Es como tener un Velázquez o un Goya, son más antiguos que la catedral de Oviedo. Pueden aportar turismo cultural, de calidad, ¿en qué sitio hay tal variedad y cantidad de edificios históricos de madera, muchos con 400 y 500 años, en pie? La gente que tiene un hórreo no sabe lo que tiene", reflexiona.

En cada uno de estos elementos, insiste Suárez, se puede rastrear la historia de familias enteras: "En las colondras hay números o rayas para irlos montando, porque se movían la mayor parte, como dote o por venta, incluso se los jugaban a las cartas. Analizándolos, puedes verlos hitos que el carpintero o el artesano iba poniendo, incluso en uno encontré una referencia tallada de que había sido usado como refugio en la Guerra Civil. Tienen muchas historias, para ver un hórreo hay que llevar lupa y linterna, y se puede sacar la historia de una familia". A su juicio, la única salvación para estos elementos es darle un uso, y también puede propiciar una nueva industria: "Tengo una Harley nueva, con control de crucero y calefacción en los puños. Pero eso no hace que se olviden las antiguas. Al contrario: se valoran más".

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