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Casas de políticos y modernidad

Los dirigentes hacen guiños a la vanguardia al elegir arte para sus paredes, pero, salvo Zapatero, Felipe González y Fraga, no apuestan por la arquitectura actual

La casa de Peña Nieto, en México.

En "Ab Urbe Condita", Livio dice que Servio Tulio hizo su casa en el Esquilino para darle valor al lugar (para que a su alrededor creciera Roma). Hubo un tiempo en que la casa de los políticos se utilizaba como manera de consolidar la ciudad y dar más grandeza al Estado, al Imperio. Es decir, a mayor gloria y mayor dignidad arquitectónica, mejor residencia para el emperador, y esto se utilizaba para el crecimiento ordenado de la ciudad. Palacio de Diocleciano, Palacio de Adriano? Más tarde los Médici, los Borgia, los Farnesio? Felipe II es el Escorial, y el Escorial es Felipe II. Los señores hidalgos asturianos también mostraban su poder con la arquitectura de sus casonas. Pero los excesos, especialmente cuando venían de personas por debajo del rey, costaron el puesto a más de uno. Así los maravillosos jardines y palacio de Vaux-Le-Vicomte, promovidos por Jean Fouquet, intendente de finanzas de Luis XIV, irritaron al rey francés y relevó de sus funciones al cortesano. Ya ven, los problemas por tener un coche mejor que el jefe no son nada nuevo Mucho más reciente, recordamos bien por la portada del disco de "Supertramp" (no confundir con Super Trump, cuya casa es epítome del mal gusto con dinero), recordamos digo al ministro inglés que en plena recesión contestó desde el jardín de su piscina aquella famosa "Crisis What Crisis?" Lo que pasa es que todos tenemos un jefe, y el de los políticos es ahora el pueblo soberano.

Adriano, Diocleciano, los Médici, Felipe II, Luis XIII y Jean Fouquet hicieron sus casas de la manera más avanzada que pudieron en su época, fueron ejemplo y vanguardia. Aquí no vamos a hablar de la procedencia o no de que cada uno gaste su dinero en lo que quiera. No vamos a hablar de la casta sino de la "caspa". Es bueno que la gente se gaste en su vivienda, pero esperamos que lo hagan en Arquitectura. Lo que preocupa de la nueva morada de las cabezas del partido morado es su vulgaridad. Unas personas de mentalidad avanzada debieran, eso es lo que uno modestamente espera, tener una mayor preocupación por la contemporaneidad de sus decisiones. Querámoslo o no, sus elecciones, lo que eligen para sí, se siguen como ejemplo por gran parte de la población. Hoy en día las clases, si las hay, más que por el dinero que ganan se distinguen por aquello en lo que gastan el poco o mucho que reciben. Y además si beben rioja, beben cava o sidra, hacen patria, marca España y si tienen una casa como la del embajador de Washington hecha por Moneo, pues mejor que mejor, porque la buena arquitectura es también un producto que exportamos.

Hace unos años la casita del Príncipe Felipe en estilo "neo-Aranjuez" sentó como un jarro de agua fría a todos los arquitectos menos al que lo firmó, ya que creíamos que un país como España, siempre en primera línea arquitectónica, merecía un toque de modernidad de quien ostenta tan alto cargo. No obstante esto es un cliché en la realeza europea. El príncipe Carlos de Inglaterra lleva años con una cruzada intensa contra la arquitectura moderna criticando e incluso escribiendo libros contra ella y paralizando promociones que entiende no se integran en la ciudad e incitando demoliciones de otros edificios brutalistas (estilo inglés basado en la modernidad y los materiales rudos). Esperanza Aguirre, la cólera de Dior como la llamaban, al ser también condesa y grande de España, apunto maneras con su célebre "A los arquitectos había que matarlos a todos", así pues mejor no analizar la modernidad de sus posesiones. Ahora bien, el palacio de Catalina en San Petersburgo fue intensamente, y costosamente, restaurado bajo en régimen comunista.

Los americanos, ya desde Thomas Jefferson, que fue, además de presidente, el arquitecto de la Universidad de Virginia, se aferran al Palladianismo en sus villas senatoriales (copias del magnífico arquitecto renacentista italiano Andrea Palladio), dando siempre un aspecto de decorado por anacrónico, desde la White House (por cierto diseñada por un irlandés) hasta las mansiones de las "realezas" americanas: Kennedy, Bush, el Gran Gatsby (broma)? Costumbre también presente en la casa de Hearst en California que tomaría prestada la película "Espartaco". Un poco horterillas diríamos (un poco como la que Brian De Palma le da a Tony Montana, Scarface, en "El precio del poder", que parece una tarta...). Hitler también adoraba la arquitectura neoclásica de la mano de Speer, aunque paradójicamente uno de los edificios más modernos de Italia es la Casa del Fascio de Como (que Terragni hizo distinta a los planos que presentó y no sé cómo le sentaría al Duce). En España, ya lo hablamos más veces, el movimiento moderno se relacionó con la Residencia de Estudiantes y con el Pabellón de la República de Sert y el riosellano Lacasa, así que con Franco ni mentarlo.

Sin embargo, la arquitectura es muy importante en la obra pública porque es de todos, si no que se lo pregunten a François Mitterand "grand architecte de l'Univers", como reza un libro con este título por ser promotor de tanta buena arquitectura en París. Pero luego, su casita es "comme il faut".

En España otros campos como la pintura inundan las paredes de juntas de ministros o consellers con su modernidad, recogiendo Tàpies, Rafols Casamada, Miró? y, guiño alemán para las reuniones del presidente, con la lamparita de la Bauhaus (mira que no tenemos diseñadores aquí, en Cataluña sobre todo). Pero en arquitectura nada de nada? y si no vean el anodino chalé que se alquiló el "ex president" en Bélgica. ¡Y mira que hay allí arquitectura buena!

Ana Botella descubrió a primera vista que la Moncloa "no era una casa", pero cuando se fue de allí no abrazó precisamente la modernidad. Zapatero, tras marcharse, sí se fue a una residencia decididamente contemporánea, como también hicieron los exduques de Palma, cuando se fueron a vivir a Pedralbes. Alucinante y moderna es la casa de Felipe González, las vistas que se filtran de ella, en Tánger. Y sencillamente una obra maestra de la modernidad es la del presidente de Galicia que impulsó Manuel Fraga, obra del arquitecto Manuel Gallego, que en una colina frente a Santiago y al Obradoiro se va desplegando en una planta abriéndose hacia una de las mejores vistas del mundo, en granito lógicamente. También muy interesante y comprometida era la casa de la presidenta de Navarra, cuando salió en televisión por una indiscreción de su arquitecto y le costó un verdadero disgusto político y personal. La Pagoda, donde vivía Zaplana en Valencia, es obra de Escario, gran arquitecto valenciano (que hizo la torre más alta de Benidorm, aquella a la que se subía Javier Bardem en "Huevos de oro").

Iberoamérica nos ofrece mansiones como la de Peña Nieto en México que son realmente espectaculares. No se puede más que aplaudir a la maravilla de casoplón moderno que nos muestran las fotos. Pero me decía una arquitecta paraguaya que las casas de los ricos en su país "insultan a la pobreza?", lo mismo en Brasil con arquitectura brillantísima cercana a paupérrimas chabolas, o en Chile, con una cantera de nuevos arquitectos también muy destacables. Pero, cuando un político de izquierdas se quiere ir al campo, hay otras actitudes, como la de José Múgica, que vive en el campo en Uruguay, pero de otra manera hombre, de otra manera?

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