"Ted" fue un éxito inesperado, especialmente en USA, hasta para su director, Seth McFarlane, creador además de la serie animada "Padre de familia". Aquella era la historia de un niño que deseaba tanto que su osito pasase a la vida que conseguía que su peluche comenzase a hablar pero... como un juerguista macarra. En esa ocasión se trataba de presentar a los personajes en una comedia gamberra inundada de sketches, la mayor parte afortunados, y con una reflexión sutil sobre las ilusiones infantiles y la llegada a la madurez.

Con "Ted 2", una secuela inesperada si no fuese por la taquilla de su predecesora, McFarlane cuenta la vida de los dos protagonistas después de que el primero, Whalberg, se separe, y el segundo, Ted, se case y esté a punto de divorciarse. Cuando el peluche le propone a su mujer que tengan un hijo para evitar la separación, descubre que no es considerado por el Gobierno como una persona, sino como propiedad de la juguetera que le fabricó. Esta idea estructura la temática de la película, muy presente en la realidad actual de los Estados Unidos: la pelea por los derechos de colectivos discriminados, como los afroamericanos o los homosexuales, que se van abriendo camino con muchísimas dificultades.

Pero no nos olvidemos que su lado social se mantiene de fondo. Como en la anterior entrega, la parte central de "Ted 2" la ocupan los gags burros, o muy burros, que se van enlazando como si fuese la melodía del maravilloso número musical que abre la película. Los hay con fluidos, los hay con tortazos, los hay con lanzamiento de objetos (tuve que reírme con el juego de putear a gente haciendo footing), los hay sexuales, los hay con el protagonista de la mítica "Flash Gordon"... Al final todo se deja en manos de la calidad de los sketches y no tanto en una continuidad argumental o en una reivindicación. Por tanto, el resultado es irregular, pero alegre siempre que entres en su juego, como ocurrió previamente con otras locuras de McFarlane: "Padre de familia" o la estupenda "Mil maneras de morder el polvo". Si compras las groserías y verracadas, podrás con la película. En mi caso, las compro y compro también un valor poco reconocido. La extraordinaria capacidad cómica de Mark Walhberg, siempre dispuesto a reírse de sí mismo, hasta cubriéndose de semen, con tal de conseguir que nos estallemos.