Mirador de sombras

Rajoy y Z.

Si el socialista fue malo, el popular es peor e incumplió su programa electoral

Según una reciente encuesta, Rajoy es el jefe de Gobierno peor valorado desde la Transición acá. ¿Peor que Z.? Desde luego, y está peor valorado que el político leonés con toda justicia. Sin duda, Z. fue el jefe de Gobierno más nefasto de la historia española reciente, pero no dejó de gobernar aunque lo haya hecho "a lo loco", ni dejó de cumplir su programa incluso en los aspectos más radicales de la "ingeniería social" que pretendía. Llevó a España al borde del abismo, y si no le llaman la atención desde afuera, en el fondo del precipicio estaríamos. Fue un presidente del Gobierno de España decididamente antiespañol, capaz de afirmar mientras gobernaba una nación que el concepto de nación era discutible. De su gestión económica sólo podemos acordarnos con espanto y escalofríos, pero numerosos electores, muchos de ellos a la izquierda del PSOE, estuvieron de acuerdo con su política. Llevó al PSOE por los caminos de un radicalismo infantil y trasnochado, pero no se le puede negar que tuvo valor para sacar adelante sus impulsos, aunque después de los desaguisados no diera la cara y enviara a sus chicas a explicar lo que había hecho.

El balance de Rajoy es mucho más positivo, sobre todo en el aspecto económico, pero el hecho de que ni él ni el PP hayan sido capaces de exponer a la nación esos aciertos es uno de los problemas congénitos de ese partido endogámico y claudicante, que desprecia a sus electores y tiene un miedo pánico a que los estalinistas los llamen franquistas. Si Z. fue antiespañol, como la mayoría de la izquierda, Rajoy nunca se atreve a pronunciar la palabra "España", no vaya a ser que le consideren poco "progre" y que su política fue la de un cipayo.

Entre un antiespañol y un cipayo, una vez más se evidencia la frase de Churchill de que España es el único país que lleva cuatro siglos intentando destruirse desde dentro sin conseguirlo; debemos tener un ángel de la guarda poderoso.

Salvo en la política económica (por suerte), Rajoy no se atrevió a modificar, a pesar de su mayoría absoluta, las líneas de la política de Z., en materia de separatismo, aborto y memoria histórica, e incumplió su programa electoral, empezando por una subida desmesurada de los impuestos. Hundido en la "corrección política" y siempre medroso cuando se le presentaba algún problema, podría aplicársele una frase de Jardiel Poncela que parece de Tácito: "Sólo los cobardes prefieren la paz a la victoria". Obtuvo la victoria electoral más rotunda de esta democracia y acaba de recibir el castigo en las urnas más terminante.

A la espera de las elecciones generales de noviembre, sin duda el PP apelará al miedo a la izquierda para recuperar los votos perdidos. Pero ¿quién va a confiar en un gobernante que no se atreve a actuar con energía? Rajoy tuvo sus logros e hizo cosas importantes, pero no se le recordará por ello, sino por su pusilanimidad y sus claudicaciones. El juicio de la Historia será negativo, pero el PP desprecia la Historia y le traen al fresco esas nimiedades.

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