Otra misión imposible es posible

Tom Cruise y el perfecto manual de estilo del cine de acción multinacional

Está muy bien comprobar que el carácter serial de la original "Misión imposible" (1966, protagonizada por Peter Graves) se ha trasladado al cine en estas cinco películas encadenadas con Tom Cruise al frente. Y es especialmente interesante porque se ha permitido que cada uno de los directores implicados arrastren las aventuras del agente Ethan Hunt a su mundo fílmico. Brian De Palma y su ejercicio hitchcockiano en la primera y, en mi opinión, más afortunada entrega de la saga; John Woo y su Hong Kong portátil en la segunda; J. J. Abrams arremangándose en la tercera, mucho más reivindicable de lo que parece; y Brad Bird en la divertidísimo, y más flojo, cuarto episodio con sus chifladuras finales en Oriente Medio. Siguiendo esta filosofía siempre resulta estimulante toparte con una nueva vuelta de tuerca, aquí encargada a Christopher McQuarrie por lo que parece una orden directa de Tom Cruise, cienciólogo y con mucha mala leche, al que dirigió en la irregular "Jack Reacher".

En "Nación secreta" se continúa el manual de estilo marcado por Abrams y Brad Bird: un frenesí de persecuciones al servicio de un cine de acción de multinacional. Y esto no es malo porque parece que todo está al servicio del espectador: una trama (simple) de dobles espejos (¿quién es un traidor? ¿Ella? ¿Baldwin?), una persecución impresionante en moto y un suspense final muy bien rodado con bomba al pecho de por medio. El tema es que, mientras que De Palma pegó un golpetazo en la mesa, aquí solo se pretende estirar la labor de otros dos directores, un tono marcado muy al servicio de lo que podríamos decir que le gusta a Cruise. Obviamente, funciona con el manual de este género, la acción, que ha mutado hacia una narrativa imbécil de videojuegos, como ha demostrado violentamente George Miller al refutarla a través de su nuevo "Mad Max". Hay muchos personajes, muchos equívocos (no falta la enésima distracción con máscaras) y, cómo no, tenemos al extraordinario Simon Pegg para aligerar con comedia la función. "Misión imposible: nación secreta" no es una película redonda e inolvidable porque no renueva nada. Podría confundirse con cualquiera de las dos anteriores, pero esto, en una ficción serial, no es necesariamente negativo. Se pide a estas ficciones reencontrarse con unos personajes, con unas tramas, con unos tiempos? que McQuarrie entiende perfectamente. Si hay algo que no cabe después de verla es la palabra "decepción". Está todo demasiado medido para que eso ocurra.

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