LOS GRANDES CLÁSICOS: SÓFOCLES

El valor de lo humano

Es el menos épico de los tres trágicos y su fuente es la humanidad, a la que ve como su más alto fin

Cronológicamente, Sófocles es el segundo de los grandes trágicos. Pero sería un error considerarle como puente entre Esquilo y Eurípides. Al principio, en obras perdidas, aletea sobre ellas la sombra de Esquilo. Pero pronto toma un camino propio, y aunque no renuncia a la forma tradicional de la tragedia, introduce innovaciones, como aumentar el número de actores y ensanchar el escenario. En lo que a los actores se refiere, el perfilar los caracteres de los personajes, les exige otro tipo de expresividad. Los personajes de Esquilo son conocidos por el público y valen por sí mismos en el escenario, como es el caso de Agamenón, mas para comprender la tragedia de Edipo es necesario conocer su causa, que el propio Edipo se propone desvelar, dando como resultado que la persona buscada era él mismo. La relación entre Esquilo y Sófocles es semejante a la de los dos poemas homéricos: "La Ilíada" presenta un mundo de dioses y héroes, hijos de dioses, y en "La Odisea" aparece el hombre, el aventurero, Ulises, fértil en recursos. El teatro de Esquilo, por su parte, era primitivo y ritual; en el de Sófocles se ponen en pie personajes con su valor y características humanas, principalmente Edipo y Antígona.

Sófocles (495-406 a.C.) vivió casi todo el siglo que en Atenas se conoce como el siglo de Pericles, que era, según A. Petrie, "filósofo por educación, maestro en la persuasión oratoria, en política imperialista decidido y su empeño era convertir a Atenas no sólo en un centro de gran riqueza material, sino en el emporio intelectual y artístico de la Hélade". Bajo su gobierno alcanza Atenas el máximo esplendor y Sófocles fue uno de sus autores más representativos: "En su vida y su obra ha venido a ser un símbolo de la era de Pericles y en muchos sentidos la representa legítimamente -escribe Bowra- hombre de opiniones moderadas, respetuoso de la religión, vivió en armonía con su época, amigo de los poderosos y respetado por todos. Pero, además, era un poeta, un continuador de Esquilo, en cuanto representaba en el teatro los extremos de las relaciones entre el hombre y los dioses". No fue poeta de cantos triunfales y es el menos épico de los tres trágicos. Sus conflictos ya no son del hombre con los dioses, sino del ser humano con las leyes ("Antígona"), con su pasado ("Edipo") o con las obligaciones familiares ("Electra"). Sus personajes son mujeres y el entorno la familia, a diferencia del mundo épico de Esquilo y del entramado social de Eurípides. "El drama de Sófocles es el drama de los movimientos del alma cuyo íntimo se desarrolla en la ordenación armónica de la acción -según Jaeger-. Su fuente se halla en la figura humana, a la cual se vuelve como a su último y más alto fin". El poeta percibe la grandeza y nobleza de lo humano y, por primera vez, su decadencia y decrepitud.

El tema de la vejez no es ajeno a la lírica griega arcaica; pero en "Edipo en Colono", el que fue rey y se destruyó a sí mismo, ahora es viejo, no se vale por sí mismo y está ciego. Sófocles, que alcanzó la longevidad, percibe el agravio mayor de la vejez: el desvalimiento. La maravillosa Antígona aquí es el lazarillo de su padre (la obra se desarrolla inmediatamente antes del ataque de Polinice contra Tebas). Y a una frase de consuelo de Antígona ("Los hijos son la dicha de los padres") responde Edipo: "Y un bordón que me sostiene en mi vejez". El tema de la vejez es uno de los grandes de la poesía de Occidente, unido al del paso del tiempo, desde Semónides hasta Yeats. "Edipo en Colono", escrito por un viejo, es una de sus cumbres.

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