Catedrático de Literatura de la Universidad de Oviedo

Casona, el dramaturgo de la realidad no evasiva

Se cumplen hoy 50 años de la muerte del escritor, periodista y director del Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas de la República, nacido en Cangas del Narcea, exiliado y autor de "La dama del alba"

El 17 de septiembre de 1965 fallecía en Madrid Alejandro Casona (Besullo, Cangas de Narcea, 1903) a consecuencia de las complicaciones surgidas tras una operación cardíaca. Tres años antes había regresado del exilio hispanoamericano, donde estuvo desde 1937. Los primeros años del exilio los vivió en diversos estados (México, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Chile), hasta que el 7 de julio de 1939 se asentó en Buenos Aires, con estancias veraniegas en Punta del Este (Uruguay) y algún que otro viaje por América y Europa. Frente a lo que ocurrió a la inmensa mayoría de los dramaturgos españoles vinculados a la Segunda República, de la que Casona era el máximo representante ideológico tras el estreno en Barcelona el 13 de noviembre de 1935 de su comedia pedagógica "Nuestra Natacha", en la nueva etapa de su vida creadora obtuvo una gran acogida, no solo en Argentina, sino prácticamente en todo el mundo, incluidos los países de la órbita soviética. Lejos de Asturias y de España, estas seguían muy vivas en la memoria y el afecto de Casona, como se puede ver en varias de sus obras teatrales y en numerosas colaboraciones periodísticas que publicó en una veintena de diarios y revistas de América, desde su lugar de acogida (p.e., la revista Asturias, del Centro Asturiano de Buenos Aires, estudiada por el profesor Miguel Ramos Corrada, tempranamente fallecido hace dos años), hasta los Estados Unidos (p.e.,El Diario de Nueva York). Y lo mismo sucede en algunas de sus obras teatrales, donde Asturias es el marco en que se desarrollan sus historias; es el caso de "La dama del alba", estrenada el 3 de noviembre de 1944 en Buenos Aires por la gran actriz republicana Margarita Xirgu, y que lleva esta dedicatoria de Casona: "A mi tierra de Asturias: a su paisaje, a sus hombres, a su espíritu". O el de "La casa de los siete balcones", de 1957, donde la entrañable protagonista, la solterona Genoveva, se inserta en la línea de "La señorita de Trevélez", de Arniches, "Doña Rosita la soltera" de Lorca y "La señorita Elvira" de Lauro Olmo, si bien la obra de Casona aporta un mayor dramatismo y una mayor complejidad de situaciones (ilusión amorosa fracasada, egoísmo económico, emigración desde Asturias, afán de poder, pasión erótica, etc.).

En 1956, con motivo de un viaje a Europa, Casona había pisado tierra española durante unas horas. En una carta a su amigo murciano Julio Reyes, dada a conocer por el máximo especialista en Casona, el profesor José Rodríguez Richart, dice nuestro autor: "En Barcelona estuve cinco horas, las cinco -salvo unos minutos con Tamayo- con mis hermanos y mi padre (¡88 años!), que tuvo el gesto de tomar el primer avión de su vida para llegar de Asturias a verme pasar. Tuve miedo de que la gran emoción (temblaba) nos hiciera arrepentirnos a todos de la locura". Esa brevísima estancia dio lugar a que en algún periódico se dijera que Casona había decidido regresar a España, lo que motivó su desmentido. Así, en El Universal de Caracas afirma: "Soy español y adoro a mi patria a la que jamás he renunciado, pero por razones que sería ocioso examinar aquí, vivo desde hace diecinueve años alejado voluntariamente en esta orilla fraternal de América". Más explícito será en una entrevista en 1959 en Santiago de Chile, en la que el periodista afirma que "si alguien le pregunta por Franco, [Casona] no tiene inconveniente en decir que "es un enano bestial que ya le está debiendo a España 20 años de frustración"". Y también afirma nuestro autor: "Cuando [Franco] ganó la guerra prohibió mis obras; después levantó la censura, pero entonces las prohibí yo. Puedo darme el lujo de privar de mi personalidad al franquismo."

Sin embargo, la nostalgia de su tierra y problemas de salud -algún exiliado habla también de cuestiones económicas-, le llevan a tomar la decisión de volver a España. Sobre esto habla en sus cartas al escritor y político trostkista exiliado Joaquín Maurín, algunas de las cuales publicó la profesora Isabel Jardón López en la ovetense revista Clarín en el año 2004. En ellas se ve con cuánta tensión vivía en las fechas previas a ese viaje: "¿Cómo será hoy mi patria, mis amigos, mis hermanos, mis rincones queridos? Llevo miedo a las desilusiones de las largas ausencias. Veremos".

En marzo de 1962 llega, por fin, a España, si bien volverá unos meses a Argentina y Uruguay, de tal modo que su asentamiento definitivo en su patria se produce en 1963. La acogida del público y de muchos críticos es excepcional (p.e., en una carta a Maurín del 14 de junio de 1962, cuando ha vuelto a Buenos Aires para una estancia de varios meses, confiesa que el estreno español de La dama del alba "fue quizás la noche más hermosa de toda mi vida artística"). En la misma carta señala que hizo "un viaje sentimental por todos mis rincones queridos de Galicia, Asturias, País Vasco y Cataluña". Y en el plano académico, y tras los pioneros artículos de Joaquín de Entrambasaguas y José Miguel Caso, se publica el libro, aun fundamental, de José Rodríguez Richart ("Vida y teatro de Alejandro Casona", Oviedo, IDEA, 1963).

Pero no todo el ambiente teatral está de acuerdo con las numerosas obras de Casona que ahora se representan (se habló del "Festival Casona"), todas escritas cuando la República y el exilio, salvo "El caballero de las espuelas de oro". Un grupo relevante de jóvenes críticos marxistas vinculados a la revista Primer Acto rechaza que en ellas no se trate de la guerra civil ni de la segunda guerra mundial, frente a lo que sucedía con otros dramaturgos del exilio (pensemos en Rafael Alberti y su Noche de guerra en el Museo del Prado, Max Aub y San Juan o Pedro Salinas y Los santos). Casona responde que el concepto de realismo que le exigen sus críticos es muy limitado, pues se centra en la denuncia de los problemas sociales y materiales, en tanto que para él el mundo de la fantasía, de la imaginación, también forma parte de la realidad. Además, afirma que el desenlace en sus obras representa la vuelta a la realidad no evasiva.

Tras su muerte, vino una etapa de relativo olvido por los críticos -que no por el público del teatro-, pero en los últimos años, con motivo del interés que diversos aniversarios de la guerra civil, sobre todo los numerosos congresos impulsados por el profesor Manuel Aznar Soler, en especial los titulados "Sesenta años después. El exilio literario español de 1939" y "Setenta años después"?., o el "Homenaje a Alejandro Casona (1903-1965)", celebrado en 2003 en la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo, se ha avanzando en el conocimiento de la trayectoria de quien no fue solo dramaturgo de gran éxito en todas las partes del mundo, sino también colaborador de prensa y de radio, prologuista, poeta, guionista de cine, adaptador de obras ajenas, ocasional narrador, modelo para aprender español en universidades de distintos países o director del Teatro del Pueblo de las republicanas Misiones Pedagógicas, etc. Pero aun faltan aspectos por desarrollar o conocer, como, p.e., la publicación de cartas suyas de las que hay noticia (¿seguirán existiendo?), el análisis de varios aspectos de sus artículos periodísticos o radiofónicos, o la recepción de sus obras en numerosos países. Lo que, por otra parte, nos hace recordar lo que también falta por saberse de otros variados escritores exiliados y de raíz asturiana como, p.e.,Antonio Ortega, Alfonso Camín, Luis Álvarez Santullano, José Díaz Fernández, Celso Amieva, Alicio Garcitoral, Ovidio Gondi, Emilio Palacios, Clemente y Eusebio Cimorra, Renato Ozores o los asturcubanos Luis Amado Blanco o Rafael Suárez Solís.

Ojalá el cincuentenario de la muerte de Casona sirva para profundizar en el conocimiento de sus obras y también en la de sus coterráneos que vivieron la amarga experiencia del exilio.

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