Bernard Baudry es una de las nuevas estrellas de la escena vinícola de Chinon. Cuenta con un patrimonio familiar de veinticinco hectáreas de parcelas cargadas de uvas cabernet franc y chenin blanc, con los que elabora vinos increíblemente rústicos pero deliciosos. Si quieren buscar una comparativa, prueben a descorchar un Baudry tinto junto a un carrasquín cangués de los nuestros, encontrarán similitudes que les sorprenderán gratamente. Esos aromas a cueros, almizcles y cuadras quizás sean tildados de vulgares pero a mí me parecen que rayan la elegancia suprema. Baudry posee una excelente formación después de haber estudiado enología y haber realizado prácticas en Nueva Zelanda y California pero siempre respetando lo que aprendió de la cultura vinícola tradicional de la familia y de la zona.
Trabaja con diferentes cuvees como Les Granges, Le Clos Guillot, La Croix Boisse y Les Grezeaux. Tintos, blancos y rosados forman parte de su colección. Chinon es muy similar a la Borgoña, en la que la riqueza de los suelos varía entre las partes altas, bajas y medias de las colinas. En la parte superior se encuentran suelos con caliza, quizás menos favorables para la cabernet franc pero muy buenos para la chenin blanc. La parte central es un suelo más arcilloso y en la parte inferior hay una mezcla de arcilla y arena que ofrece una madurez increíble a los vinos tintos.
Los vinos fermentan en hormigón y luego suelen pasar un año en barricas de roble. Una característica común es que cuando los abres ya son muy bebibles. El Clos Guillot no es el más emblemático de la bodega pues procede de viñedos relativamente jóvenes. La Croix Boisee tiene más caché, pero he preferido comentar el Guillot pues es un vino más fácil y entendible para los no iniciados en el territorio Chinon. Al igual que ocurre con nuestros vinos de Cangas, son vinos que hay que ofrecer con calzador pues procuran un inicial rechazo debido a sus características poco aristócratas pero, créanme, se muestran plenos, maduros y deliciosos.
