Carlos Álvarez en su tiempo

El fallecimiento de un actor que representó el activismo cultural y político de los años sesenta

Los años 60 del pasado siglo fueron de una actividad cultural y política y política extraordinarias: se publicaban grandes revistas, las editoriales traducían lo que hasta entonces solo se había podido leer en francés, por todas partes se fundaban ateneos, cine-clubes, centros de cultura (estos en muchas ocasiones tapaderas del PC), en las universidades había inquietud y toda España era como el Madrid de los años 20, donde, según d'Ors, si no dabas una conferencia, te la daban. Había una cultura oficial desvencijada, trasnochada y de la que nadie hacia caso, y otra real, vivísima y en actividad continúa. La izquierda más o menos marxista, a pesar de la dictadura, ya se había hecho con el control cultural. En el aspecto político había de todo, aunque los partidos no pudieran actuar libremente: había fascistas, franquistas, antifranquistas, comunistas, católicos progresistas, católicos cavernícolas, separatistas, ultranacionalistas... A los únicos que no se veía por ninguna parte era a los socialistas. No era aquello como ahora, que todos son demócratas, y sólo se premia a los antiespañoles. A la muerte del dictador se anunciaba un nuevo renacimiento, un tiempo de ilusión y esperanza como el que precedió a la segunda república. Murió el dictador al fina, muchos lamentando que en su cama, aunque fueron muy pocos los que se movieron lo suficiente como para que muriera en la calle, y los antiguos enemigos de toda forma de Estado empezado a saborear las mieles del poder. La primera medida de los nuevos mandarines fue convertir la cultura real en oficial, y de ahí surgieron los artistas de la Z. Y Fernando Trueba. La derecha, por su parte, siguió demostrando el desprecio hacia cualquier forma de cultura que había tenido durante el franquismo y que ha heredado la izquierda descafeinada del PP y sus muchachos.

Carlos Álvarez (entonces no utilizaba el Nóvoa) fue uno de os grandes representantes de la cultura real en Oviedo aquellos años. Él y Linos Fidalgo hicieron audaces montajes teatrales en la Caja de Ahorros (donde Linos representó "Días felices" de Beckett, metida en un hoyo, y Carlos "Los dos verdugos", de Arrabal, en el Ateneo: al final de esta obra le sacaban muerto como a un Cristo a través del público, entre el que se encontraba el inspector de la Social, Núñez Ispa, quien le susurró: "Así te vamos a poner cuando te agarremos". También escribió una novela muy mala titulada "Quinto curso de Universidad", en la que salín Vidal Peña, Juan Cueto y, tratado como un héroe, Gustavo Bueno, el único catedrático de la Universidad española que mantuvo una decidida y pública actitud antifranquista, ahora considerado por la izquierda radical como si se tratara de un forajido.

Aquel activismo cultural y político de hace medio siglo ha desaparecido para no volver y en lugar se han impuesto la mediocridad, el conformismo y la corrupción. Y Carlos Álvarez ha muerto. No era el último de su especie, pero ya van quedando menos.

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