Mirador de sombras

Qué tropa

Que un español se conside antiespañol no se da en ningún otro país civilizado

Imaginen que el ministro de Cultura francés asiste en una localidad francesa a la ceremonia de entrega de un premio francés a un director de cine francés y que éste, como agradecimiento, suelta una coz y se desmelena proclamando que "ni cinco minutos me he sentido francés", que preferiría ser ciudadano del Nepal o del Alto Volta y que le habría gustado que Francia hubiera perdido una guerra decisiva para su supervivencia. Lo normal en un caso como éste sería que el ministro abandonara de inmediato la ceremonia y que, de no hacerlo, el jefe del Gobierno le cesara de manera fulminante. Pero en la España actual a "progres" no nos gana nadie, y el ministro Méndez de Vigo aplaudió mansurronamente, con sonrisa de oreja a oreja, los despropósitos y sandeces de un tal Fernando Trueba, a quien le ofende ser español pero que continua trabajando en España en excelentes condiciones y recibiendo premios. No sé por qué un cineasta de su valía no se establece en Francia y deja de hacer abominables películas de "progre" en ejercicio en el país que no considera el suyo para compatriotas que desprecia. ¿Habrá que decirlo con todas las letras? Porque el Trueba seguramente en Francia no es nadie mientras que España encontró una parroquia "progre" dispuesta a aplaudirle. En cuanto a lo de cesar al ministro que escucha complacido tales memeces, es elemental, ya que forma parte del gobierno de un partido cuyos electores todavía creen en España y aplaudir las frivolidades de una cineasta mediocre tal vez moleste a algunos españoles votantes de ese partido en un momento en que está en juego la unidad nacional. Cuando menos, el PP debería guardar las formas y respetar a sus votantes, aunque en la práctica ha demostrado que España le trae tan al fresco como al PSOE o a Podemos.

Que un español se considere antiespañol e insulte a España es un fenómeno singular que no se da en ningún otro país civilizado; tampoco que a un antiespañol furibundo se le conceda el premio Cervantes, como Juan Goytisolo, y lo acepte. ¿A qué carta quedamos?: somos antiespañoles pero aceptamos con cara de asco y como perdonándole la vida todos los premios y reconocimientos que concede la aborrecida patria.

En antiespañolismo de estos cosmopolitas de pueblo no tiene que ver con el separatismo de los catalanes que no quieren ser españoles y de los vascos que quieren ser vascos. Es una forma de dandysmo menestral de quien fue "al extranjero" de lavaplatos y volvió fascinando y queriendo ser francés o inglés. Son gentes que odian a su país porque son bizcos o porque piensan que perdieron una guerra lejana, librada cuando ellos no habían nacido. Son los José Hierro, los Gil de Biedma, los Valente, que entienden que España es poco para ellos y que echan la culpa a España de sus desgracias reales o imaginarias. Son casos patológicos. Por lo menos Blas de Otero decía que era español a la manera de quien no puede ser otra cosa. Pero el Trueba quiere ser francés, ahí es nada. Por desgracia, nació un poco más al Sur.

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