A John Guillermin, el director fallecido a los 89 años, el cine no le debe nada realmente importante, pero yo sí. Le debo haber pasado una de las tardes más inolvidablemente terroríficas de mi infancia viendo "El coloso en llamas" en el María Cristina de Gijón (hoy una macrotienda de ropa). Casi todo eran efectos especiales, pero aun así se las apañaba para exhibir la sutil elegancia que había encontrado su momento cumbre en Las águilas azules, una de las mejores películas sobre la I Guerra Mundial jamás rodadas, con George Peppard haciendo de héroe de la aviación alemana enrollado con la esposa (Ursula Andress) de su superior. Guillermin, que había empezado muy bien como artesano del cine británico, rodó un western potente, El Cóndor, y una cinta bélica trepidante, El puente de Remagen, pero su carrera se terminó de mala manera en los 80, aunque antes hizo una estupenda adaptación de Agatha Christie (Muerte en el Nilo).
