Crítica / Música

Concierto extraordinario

La afición musical celebra el inicio de una nueva temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), que este año cumple su 25 aniversario. Me sumo a las felicitaciones por el cumpleaños de la orquesta, que ofrece esta temporada una programación que apuesta por la continuidad del trabajo que viene realizando. Porque la línea abierta, funciona. La OSPA promete ampliar su repertorio y darnos a conocer obras nuevas, reforzar su compromiso social y con la población asturiana, y fomentar su lado más pedagógico. La novedad es el aumento del número de conciertos de abono y también extraordinarios, como fue el concierto de esta semana, en el Teatro Jovellanos y en la Basílica de Covadonga, a donde la OSPA volvió tras dos años de aquel "Réquiem" de Verdi para la memoria, que causó especial expectación. En este caso, los protagonistas fueron los maestros de la OSPA, que actuaron como solistas en "Las cuatro estaciones" de Vivaldi. Una propuesta que continuará la próxima semana, con uno de los conciertos de aniversario, "25 años I", si bien la idea de situar en primera fila a nuestros maestros, tampoco es nueva.

Con todo, este arranque de temporada fue más que efectivo, y con una calidad musical sobresaliente, en un repertorio que no es ajeno a la OSPA. En Asturias hemos escuchado versiones de "Las cuatro estaciones" para gustos dispares. Y en esta ocasión, una OSPA de cámara -perfecta para las condiciones acústicas-, ofreció una versión llena de relieves, aseada y vitalista. Pedro L. Ordieres abrió la ronda de solistas en "La Primavera", con precisión técnica y un gusto especial en las cadencias, con una orquesta siempre sensible a la variedad de texturas y dinámicas, para fundirse en el movimiento intermedio, con cuerdas delicadísimas. Héctor Corpus protagonizó "El verano", con esa línea solista, tan musical, que pareció infinita, sólo interrumpida por los truenos de la cuerda, que atrapan al solista en el "Finale", bien impulsado en su conjunto, con un solista que liberó energías de forma muy sólida.

Hay que destacar la actuación de Eva Meliskova en "El Otoño" por su amplio fraseo, elegante, con las dificultades técnicas perfectamente integradas hasta el "Finale", y sus fuerzas bien compensadas, a través de un sonido cristalino. Tenemos ganas de volver a escucharla como solista. El broche lo puso el concertino de la OSPA, Alexander Vasiliev, destacando por su toque en "El Invierno", cada vez a más, para aunar técnica y discurso melódico, en el último concierto.

Tchaikovsky, aquel que fuera rechazado por la escuela rusa de composición -por su influencia clásica y occidental-, llevó a la OSPA al paroxismo, en un entorno propicio para mayor sobrecogimiento, ante su gran "Cuarta Sinfonía". Se trata de una verdadera arquitectura sonora, que Rossen Milanov modeló con maestría, con sus tensiones, su crecimiento orgánico, que avasalla, en torno a una idea de desamparo humano ante la amenaza del destino. Un destino que no deja avanzar, en la calidez de los recuerdos, que vuelven sensual la música del segundo movimiento, con esa "canzona" amenazada por el "fatum", que se impone caprichoso en el siguiente movimiento y, con grandilocuencia, en el de cierre. Así lo sugirió una OSPA, el viernes, brillante, potente y equilibrada, marcando presencia, en suma, en su arranque de temporada.

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