Franco Torre

Ellos vendrán

La Fundación se ha arriesgado con un proyecto original y la ciudadanía ha respondido

El teatro Mercadante de Nápoles fue completamente redecorado en la primavera de 1911. Sus paredes fueron pintadas de rojo fuego, y de los techos se colgaron flamígeras telas oscilantes que simulaban los fuegos del Averno. El motivo de esta remodelación fue que el teatro acogería el estreno, el 10 de marzo de aquel año, de "L'Inferno", película de Giuseppe de Liguoro inspirada en "La Divina Comedia".

Este miércoles, al entrar por las puertas de la iglesia de Coruño, en pleno polígono de Asipo, para asistir a la proyección de "Drácula", de Bram Stoker -dentro del ciclo "Coppola portátil" que organiza la Fundación "Princesa de Asturias"-, los afortunados espectadores pudimos sentir algo que supongo parecido a los que experimentaría el asombrado público napolitano que acudió al estreno del filme de De Liguoro. Pero en nuestro caso, la sensación tenía unas resonancias melancólicas, ya que este tipo de experiencias, esta modalidad de ocio, está hoy en día en peligro de extinción.

Ese pensamiento lo expresó la directora de la Fundación, Teresa Sanjurjo, cuando lamentó, en la presentación del acto y en un comentario ciertamente atinado, la progresiva desaparición de los cines de nuestras ciudades. Una dinámica imparable, tras la que se esconde un cambio radical en nuestra manera de consumir ocio y cultura.

Y es que nos estamos convirtiendo, cada vez más, en consumidores individuales e individualistas. En espectadores privados, que acceden a esos contenidos desde su propio hogar. Nos estamos convirtiendo en la esposa de Guy Montag, el bombero que protagoniza "Fahrenheit 451".

Pero si algo nos demuestra una iniciativa como "Coppola portátil" es que el ocio colectivo no ha muerto, y que la cultura puede abrirse camino aún en entornos que parecen poco apropiados y en lugares inesperados. Las reservas para ver "Drácula", de Bram Stoker en la iglesia de Asipo se agotaron en un minuto y veinte segundos. Una acogida similar a la que han tenido otras proyecciones del ciclo, como "La conversación" en un antiguo concesionario de Oviedo.

En la película "Campo de sueños", un granjero de Iowa construye, en medio de su plantación, un campo de béisbol. Lo hace animado por una voz ultraterrena que le insiste en que, si hace el campo, ellos vendrán. Esa voz se refiere a los espíritus de los más grandes jugadores de todos los tiempos, pero también a miles de personas que, una vez completada la obra, acuden en masa a ese campo. Al igual que sucedía en el filme, la Fundación se ha arriesgado con un proyecto original, inesperado, que muchos calificarían de "irrealizable". Pero lo han hecho, y la ciudadanía ha respondido.

Ahora, sería deseable que otras entidades, públicas y privadas, cojan el testigo y traten de impulsar otras iniciativas encaminadas a recuperar ese ocio colectivo que se nos escapa entre los dedos. Porque se ha demostrado que hay una ciudadanía hambrienta de este tipo de iniciativas. Porque si se hacen las cosas bien, con rigor, trabajándolas con respeto al público y con cariño, ellos vendrán.

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