Maxi Rodríguez

Sumiller

Maxi Rodríguez

Feliz reencuentro

Conozco a Juan Antonio Ponce desde hace años, le había perdido la pista a él y a sus vinos, pero este verano vi entrar por la puerta de mi local a una parejita que nada más mirarnos a los ojos nos reconocimos inmediatamente. Me congratulo que los años no hayan hecho tanta mella en nuestro aspecto físico. ¿Juan Antonio? Hola Maxi como estás, me alegro mucho de volver a verte. Acompañados de buenas tapas y vinos estuvimos charlando un buen rato, como no podía ser de otra manera, sobre vinos. A la semana de su visita, Seur me entrega un paquete con una botella de cada uno de los vinos que Juan Antonio Ponce elabora en Manchuela. Tras un conveniente reposo, caté todos sus vinos y felizmente me reencontré con buenos recuerdos del pasado, pero con más madurez, mía y de los vinos.

Juan Antonio Ponce sigue siendo joven, era un chavalete imberbe cuando arrancó con esto de los vinos. Hijo y nieto de viticultores siempre se encontró muy a gusto trabajando con la bobal, variedad muy arraigada en su Cuenca natal. Tras realizar estudios de viticultura y enología, trabajó a las órdenes de Telmo Rodríguez, doctorándose para seguir en solitario con su propio proyecto. Como no podía ser de otra manera, como tantos jóvenes inquietos, comenzó a aplicar los principios biodinámicos a sus elaboraciones y tratamientos del viñedo. Conocía tres de sus vinos Clos Lojen, La Casilla y PF pero a día de hoy, la familia ha crecido con otras etiquetas, una de ellas un blanco de albilla que no he podido catar porque tenía agotada su cortísima producción.

Si bien, sus vinos siguen manteniendo la sinceridad de antaño, ahora han alcanzado cotas de madurez muy relevantes. Su modestísimo Clos Lojen es un jovencito pleno que puede convertirse en vino de cabecera de cualquier barra que se precie de manejar buenos vinos, pero quiero destacar este P.F. (Pie Franco) procedente de las parcelas más viejas de la propiedad, con viñas prefiloxéricas, que marca la intuición de Ponce al volcar sus esfuerzos en la bobal y conseguir un vino que no deje de sorprender por su franca rotundidad.

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