El aprendiz maestro

Podría haber sido mucho peor. Y es que motivos para la desconfianza no faltan: la directora ha probado suerte en la comedia varias veces sin demasiada fortuna (aunque suele ser rentable) y cuando Robert De Niro intenta hacerse el gracioso suele resultar patético. Y el punto de partida argumental, un becario más que madurito, invita a pensar en una gansada de chistes facilones y moralina casposa. Y algo de eso hay pero no en tanta cantidad como para lanzar tomates a la pantalla. De Niro está, por fortuna, muy contenido y prefiere dar un toque de saber estar y presencia protectora. Sus escenas con una eficaz Anne Hathaway tienen un punto de complicidad y calidez que hacen agradable buena parte del metraje, aunque el ritmo de la comedia se le vaya de las manos a Meyers y a tramos francamente tediosos se suceden otros en los que se busca la carcajada de mala manera (la peripecia en la casa con las alarmas a todo trapo). De feminismo acolchado, al fondo suena el enésimo canto a las excelencias del modo de vida americano.

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