Licenciado en Filología Clásica por la Universidad de Oviedo

El acoso al filólogo, de insidias y falacias

En defensa de Miguel Alarcos

A esta lejana, árida pero también entrañable Almería siguen llegando los sones, las voces y los ecos de mi patria asturiana que, a pesar de la distancia y del tiempo transcurrido, aún perduran en lo más íntimo de mi persona porque uno, cuando realmente nace asturiano, lleva consigo toda su vida esa herencia milenaria que aún hoy sigue emocionándonos. Sin embargo, son estos tiempos un tanto extraños y contradictorios. Mientras el mundo mira y se enfoca hacia la globalidad universal, muchos, quizás como efecto adverso de esa globalidad, se encierran en sus límites más próximos y se empeñan en diferenciarse unos de otros enarbolando sentimientos separatistas y nacionalistas que, lejos de admitir la diferencia y tolerarla, la condenan, la persiguen y la machacan para hacer prevalecer lo que ellos entienden como señas de identidad propias, por más que éstas hayan sido o sean, en realidad, experimentos más o menos exitosos de gentes con pretensiones nada benévolas ni puras.

Últimamente asisto perplejo al intento de linchamiento mediático hacia la persona de Miguel Alarcos. La saña vieja, el orgullo herido y la impunidad de estos tiempos en los que todo vale y todo se puede, pretenden acabar con el hijo de Emilio Alarcos, al no haber podido acabar con el padre anteriormente. Quizás como en aquellos años aún sigan queriendo poner un cadáver sobre la mesa (uno de la misma familia), quizás también ahora lleguen las llamadas telefónicas con amenazas de muerte, las pintadas en las paredes (ya llegaron) contra quien consideran su enemigo número uno. ¿El delito? Simple y llanamente pensar de manera diferente y considerar, con argumentos filológicos que no se quieren escuchar, que el invento que pretende generar votos y buscar puestos de trabajo dentro del funcionariado asturiano es, precisamente, eso, un invento, un constructo y una manera de querer ganarse la vida y de distinguirse políticamente con la oficialidad. Ante semejante despropósito podría darse la cruel paradoja de que quienes estamos fuera de Asturias si quisiésemos volver, con nuestra plaza definitiva, tendríamos que pasar, a pesar de que hemos nacido en Asturias y hablamos bable desde la infancia, un test de asturianía en el que la Academia de la Llingua certificase que sabemos expresarnos en la llingua inventada para, así, dar clase a los jóvenes asturianos del mañana.

Reconozco que Miguel Alarcos cometió una torpeza enorme al publicar en Facebook aquel desahogo contra lo que consideró una falta de respeto contra su padre. Torpeza, sin duda, porque ha dado alas a quienes buscaban una víctima propiciatoria. Pero desmesurada ha sido la mala intención, la maldad y las ganas de pan y circo y (por qué no decirlo) aburrimiento informativo no sólo de quien filtra esos comentarios, realizados en un canal privado (si aún hay algo privado en internet) sino también de quien ve ahí una noticia y una manera de entretener al personal. Un gran titular, un vocabulario épico, una gran batalla y unos héroes griegos y troyanos que sólo ponen en evidencia la necesidad de que la Vetusta clariniana tenga algo que comentar, criticar, algo contra lo que arremeter y algo a lo que apoyar en tabernáculos, casinos y reuniones varias.

Asisto aterrado a que, en estos tiempos, una supuesta progresía hipócrita y cicatera condene todo aquello con lo que no concuerde con su manera de ver y entender el mundo. Enarbolan y se amparan en una libertad de expresión que, sin embargo, critican en los demás cuando ésta va acompañada de libertad de pensamiento. Si libertad de expresión es leer un poema en llingua o desear la muerte a Emilio Alarcos (como ocurrió en su momento), también bajo ese paraguas deben considerarse las críticas y los ataques contra una manera diferente de entender la realidad. No voy a entrar aquí en disquisiciones filológicas porque, simple y llanamente, no interesan, no se escuchan y, además, se desprecian. Desprecian a quienes, con argumentos filológicos de peso, llaman constructo a lo que es un invento, a lo que, con engordes artificiales, intenta abrirse camino en la sociedad para, así de sencillo, unos ganar votos y otros ganarse la vida. Por mucha lengua vehicular que se quiera, por muchos discursos institucionales que se hagan en esa llingua, por muchas voces que se den para defenderla, por muchos, en definitiva, linchamientos mediáticos y mediatizados, lo que es un invento lo seguirá siendo; mientras que el bable, que aún hoy nos sigue emocionando a quienes lo sentimos como nuestro y el que seguimos empleando a pesar de la distancia, seguirá siendo la forma de expresión de un pueblo, el asturiano, que siempre se mantuvo fiel a sí mismo, pero respetando, valorando y entendiendo las otras maneras de ser, de hablar y de entenderse.

Si hoy en día sentirse asturiano es desear que se quiten las subvenciones públicas a la Cátedra Alarcos y a los Premios Princesa de Asturias, si sentirse asturiano es anhelar que enmudezcan las palabras de Lledó y Coppola en el Campoamor, de Francisco Ayala, Vargas Llosa, Muñoz Molina, Antonio Gala y García Montero (invitados, entre otros, por la Cátedra), si la esencia de la asturianía pasa por borrar de Asturias esas voces y esa cultura con mayúsculas, entonces, lo siento, me bajo en la próxima parada porque yo me siento muy orgulloso de mi tierra, de mi gente pero, también, de la cultura y la culturalidad de Oviedo en particular y Asturias en general.

Miguel Alarcos arremetió contra quienes utilizan la llingua asturiana para medrar política y académicamente, pero nada dijo contra la gente de a pie, como su abuela, su madre, como yo y mi familia, como mis vecinos, que nos expresamos en el bable que mamamos desde la cuna, que lo aprendimos en casa, que lo hablamos siempre y que es el vehículo y la riqueza dialectal que tenemos los asturianos y que, precisamente por ese bable, nos diferenciamos del resto de los españoles. Pero, si independientemente de todo eso, a las palabras de Miguel le quitásemos la razón lingüística que las sustenta, lo despojáramos de sus habilidades filológicas, de su brillante y amplio curriculum, si le quitáramos, en definitiva, la libertad de pensar y expresarse de manera diferente y le obligáramos a callarse, a tragarse sus opiniones e, incluso, a comulgar con ruedas de molino, antes de soportar el escarnio y el linchamiento público, ¿alguien podría guardar silencio ante un ataque frontal, ante una humillación contra su propio padre? ¿Hay alguien que, independientemente de sus convicciones, pueda separar de sus sentimientos la fuerza de la sangre que corre por sus venas e ignorar los lazos paternos? Seamos claros. No.

Doña Raquel F. Menéndez hizo gala de la libertad de expresión, la que se le deniega a Miguel, e impulsa, seguramente con la sombra alargada de algún grupo, un manifiesto para recabar firmas contra la Cátedra, procurándose, así, un protagonismo que de otra manera le estaba negado. Si hace unos días se linchaba a un conductor de Alsa por exhibir en el autobús una bandera del Sporting de Gijón, provocación y menosprecio para los seguidores del Real Oviedo, hoy, el acto heroico de una poetisa la convierte en mártir y además, se pretende acabar con la carrera académica de Miguel Alarcos amparándose en el Rector Magnífico de la Universidad de Oviedo y deseando que se le nombre persona non grata (como antes se hizo con sus padres desde la Academia de la Llingua). Lamentablemente es muy humano intentar que los hijos paguen las envidias, el rencor y la saña vieja contra sus padres. No pudieron acabar con Emilio Alarcos ni con Josefina Martínez pero ahora quieren descabezar su legado, al igual que hace años, también en la propia Universidad y en la misma ciudad, los odios contra Leopoldo Alas Clarín acababan con la vida y el futuro académico de su hijo y es que, parafraseando a Ángel González, la historia es igual que la morcilla de nuestra tierra, se hacen con sangre, se repiten.

Quizás, me aventuro a pensar (seguro que me equivoco) que cuestionando las subvenciones a las instituciones citadas se pretenda recaudar dinero, en estos tiempos de crisis y austeridad, para destinarlo a la "industria textil" de la llingua asturiana que, a juzgar por las ventas, es una literatura minoritaria, a pesar de los ímprobos esfuerzos de los dirigentes asturianos (unos 210.000 euros en subvenciones para libros en llingua y otros 644.000 para otras formas de promoción de la llingua en el año 2010).

Lo peor de todo esto es que tenía razón Cicerón y cuando oímos o vemos que se cometen atrocidades e injusticias, por la frecuencia de los desastres, los que son más apacibles por naturaleza, destierran de su corazón el último rastro de sentimiento humano y prefieren callar antes de verse envueltos en la molesta tarea de defender a quien ya de antemano está condenado.

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